Desde que diciembre de 1994 nos retornó a la dolorosa realidad, la idea reiterada, ensalzada y casi sacralizada de que México pronto pertenecería al club de los países del Primer Mundo dejó de repetirse. Quienes acudan a las hemerotecas en el año 2050 y lean los discursos oficiales pronunciados entre 1988 y 1994, y luego los comparen con las declaraciones del sexenio siguiente al menos hasta julio de 1996se verán en serias dificultades: mismo país e idéntico mapa inscritos en análisis cuyos contenidos nada tienen que ver. De las pírricas victorias del Tratado del Libre Comercio y las absurdas aseveraciones de que la pobreza se abatiría como antesala para la modernización en beneficio de todos los mexicanos, las palabras, adelgazadas y cuestionadas como nunca antes, nos confrontan, sin miramientos, con corrupción, fraudes e impunidad.
Leo con desasosiego, que en seis meses se han documentado dos fraudes en perjuicio del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), por un momento superior a los mil 361 millones de pesos. A renglón seguido, escucho de algunos galenos que el cuadro básico de medicamentos para los enfermos que acuden a esa no tan benemérita institución, se enjuta paulatinamente. El panorama lo completan los pacientes que teniendo derecho a atenderse en el IMSS, prefieren, a pesar de tener que pagar, buscar otras opciones: la eficiencia y la disponibilidad no son las mejores cartas de presentación del instituto de marras. De ahí que el perjuicio no sea contra el IMSS: es contra los asegurados, quienes pagan mes con mes, para que otros roben, día a día.
El fraude es tan sólo ejemplo insignificante del padecer mexicano. Las interacciones entre impunidad, corrupción y fraudes parecen no conocer fronteras. Qué lugar ocupa la opinión pública en un medio en donde las lacras enumeradas se erigen con tanta fuerza, con tanta impenetrabilidad? Ese es el cadalso de la sociedad mexicana contemporánea y el piso sin fondo de la miseria: inmenso es el poder que encierra la dinámica corrupción, fraude, impunidad.
``Descubierto'' el fraude echan al vuelo las campanas. Advierte el director del IMSS, Genaro Borrego, que no se tolerará la deshonestidad porque el ``instituto no es lugar para corruptelas sino depositario de los recursos y la confianza de la fuerza laboral de México''. También se dijo que se incrementarán los mecanismos de control administrativo para evitar la deshonestidad y el desvío de los recursos públicos.
Sigo sorprendiéndome. Las caras de la vida mexicana aun se arrugan y los gestos no la abandonan. Sería, quizás más esperable, que un trismo doloroso fuese la norma. En cambio, la faz del pueblo, sigue mostrando infinita tolerancia sólo resquebrajada por la violencia e incomprensible aceptación de lo que se le ofrece. Arista que nada tiene de admirable y sí mucho de preocupante. Paralelamente emerge el rostro de la jerarquía política, representada por los discursos futuristas que presagian el fin de los males y el advenimiento de la justicia: nuevo control administrativo para evitar más robos.
El pasado no importa: queda sepultado en las promesas del mañana. Entre los discursos gubernamentales y la incomprensible tolerancia de las masas, queda la cotidianidad. Cada enfermo que acuda al IMSS en espera de ser atendido digna y adecuadamente, con celeridad y calidad, tendrá derecho a preguntar por qué las medidas correctivas no se instalaron antes del fraude. Será también pertinente, como digno ejercicio de autocrítica, honestidad y transparencia, bondades no enumeradas por mí sino por los gobiernos bajo los cuales se ha cobijado el IMSS, cotejar la opinión pública. En los últimos años nos hemos acostumbrado a ver y oír las estadísticas del Seguro Social. Cuando se encuesta a los usuarios, el porcentaje que considera que la calidad de la atención es muy buena es impresionantemente alto. Tan alto y poco creíble como la tasa de mortalidad infantil del estado Guerrero, la cual sorpréndase anónimo lector es igual que la de Suecia. Por todo lo anterior, y por respeto a la opinión pública sugiero que el IMSS continué sus ejercicios de estadística, esta vez sólo con dos preguntas. Las sugiero: Señor(a) trabajador(a): piensa que sus contribuciones han seguido buen destino?; y, considera que la atención médica y el salario de galenos y trabajadores mejoraría si no se robasen ``tanto'' dinero?