Los desplantes escénicos de encumbrados ``hombres de empresa'' (Peralta, Ricardo S. y Adrián S.) para justificar y ocultar sus trapacerías con Raúl Salinas, horadan el sistema de conducción de los asuntos públicos. El trafique de influencias y las complicidades aparecen en la penumbra de nebulosos días para los reales intereses de los mexicanos normales. No son casos aislados como ahora muchos tratan de interpretarlos. Fueron y son, regla general de un periodo por demás trágico en sus costos y pérdidas. El mismo ex presidente C. Salinas no puede ser sino actor íntimo de toda esa puesta en escena que trata, desesperadamente, de dejarse al nivel del hermano incómodo, pero que sube indetenible y arrasa, con su fangoso paso, las falsas honras y los prestigios inmerecidos de aquellos otrora privilegiados.
La soberbia mostrada por el señor Ricardo Salinas para tratar de convencer de sus argumentos al que prejuzga de incauto auditorio, es un destacable desuso de un medio de comunicación puesto bajo su mando. El efecto ha sido contrario, sobre todo en aquéllos que, para el caso preciso, son relevantes: la opinión informada y activa, el gobierno, otros empresarios, accionistas y factibles socios (NBC). El recuento del desaguisado puede enumerarse así. Primero, Raúl (y posiblemente el mismo Carlos) es un socio con derechos tan plenos como los 30 millonsotes que le transfirió. Segundo, a pesar de sus negativas infantiles y los intentos de desplazar las culpas a ``erróneas y mal intencionadas interpretaciones de los periodistas'', el hasta hoy director de TV Azteca, es un mentiroso probado. Tercero, pudo continuar en la puja por Imevisión y Cotsa, por el tráfico de influencias pues no cumplía con la más importante de las condiciones: la experiencia previa. No importa, por tanto, si ofreció 120 mdd más que los rivales para alejarse de los favoritismos o la información privilegiada. Cuarto, usa indebidamente el tiempo de sus noticieros para su propia defensa y para atacar a los que juzga como sus enemigos. Quinto, falsea información al decir que sólo él y sus socios, pagaron por una concesión de TV, cuando la verdad es que no recibieron sólo un título de uso de frecuencias, sino una empresa en marcha y con activos tan valiosos que, apenas dos años después, se cotizan muy por encima de lo originalmente pagado (se pasa de 650 mdd a un valor actual que fluctúa entre 1500 ó 2 mil mdd). La misma Elektra capitalizó a TV Azteca con 100 mdd, en una operación muy cuestionada por corredurías y accionistas, argumentando la compra (subsidios cruzados?), en concreto, de terrenos de viejos cines (Cotsa) muy bien localizados, para abrir futuras tiendas en ellos. Sexto, se pitorrea de la justicia en la figura de la PGR, arguyendo que pierde el tiempo y que el mismo procurador ``debió estar presente'' en su trascendente conferencia de prensa ante la nación. Lo que importa, sin embargo, es reconocer aquí la falta de posturas y juicios de autoridades. Los mismos diputados titubean en usar sus atribuciones para forzar al Ejecutivo a reconsiderar la concesión otorgada.
Aun cuando la estudiada calma y lejanía que mostró el presidente Zedillo en su entrevista televisada desde Monterrey, parece menospreciar el caso que nos ocupa, no puede quedarse al margen de todo ello. Las revelaciones de Aguilar Zínser sobre el diferendo entre Conasupo y Maseca que terminó en el, al menos discutible por injusto, pago de 7 mdd por intereses moratorios debido al retraso en el subsidio a la tortilla lo meten, se quiera, deba o no, en este horizonte de escándalos. No actuar sobre los tristes como vergonzosos trafiques de Peralta, de Ricardo Salinas y del director de Serfin (A. Sada), con todo y su desplegado a doble página para enredar todavía más sus dichos, contradicciones y erradas inversiones que no encontraron materia, sería arriesgar contaminaciones que rayarían en los olvidos y la secrecía que tanto daño causan. El contribuyente ha sido exprimido para salvar el sistema de pagos de la economía pero no para conservar a funcionarios involucrados con delincuentes, por hermano cercano que fuera de un ex presidente en fuga.
La manera del señor Pérez Jácome de responder al New York Times por la reciente publicación del artículo de su corresponsal en México (A. de Palma) es cuestionable en varias direcciones. De inicio porque, según afirma, ``la prensa'' no ha identificado al diputado Zínser como iniciador de rumores malévolos, sino sólo un conjunto de calumnistas que escriben bajo consigna. También porque en la réplica no se menciona la prolongada discrepancia al interior de Conasupo sobre la validez del pago. Además, un poder de la república parece, en la misiva, no respetar la dignidad de otro. Un diputado, por más o menos independiente que sea, no puede ser reconvenido en la forma desplegada en la respuesta al diario, pues se recurre a denostar su persona y opiniones, transparentando, de pasada, enojos que deben ser guardados con recato. De esta manera, difícilmente se contribuye a clarificar las actuales borrascas del espacio público y a testimoniar la voluntad justiciera del gobierno.