Bernardo Bátiz V.
Propuestas del Foro de San Cristóbal

Lo más importante, en mi opinión, del Foro Especial sobre la Reforma del Estado, que tuvo lugar en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, además de la gran cantidad de participantes y de ponencias encaminadas en verdad a transformar nuestra sociedad mexicana, está constituido por las declaraciones a la prensa del subcomandante Marcos, en las cuales fijó su posición frente a la guerra y la transición a la democracia.

A riesgo de repetir lo que ya se ha publicado, transcribo algunas de las respuestas que, a mi juicio, definen la posición del EZLN en especial, y de las comunidades indígenas de la montaña y de la selva en general, por voz de quien se ha echado a cuestas compartir su lucha por la dignidad en primer lugar, y también por la libertad y la supervivencia.

Lo que sigue son respuestas textuales de Marcos a uno de los reporteros que lo entrevistaron el 1o. de julio:''...La lucha armada es un método contradictorio. La vía armada implica una estructura antidemocrática, como lo es el decidir la vida o la muerte de alguien, que eso es la guerra. Nosotros llegamos a la vía armada por desesperación, no la escogimos como proyecto ni fin, como dicen ahora. Nuestro fin no era ser un ejército y perpetuarnos indefinidamente sobre una estructura militar. No quisimos ser soldados, tuvimos que hacernos soldados.

``Esto fue antes de 94. Después de 94 vimos que la lucha armada abría el espacio para hacernos escuchar. Esto es algo que no se puede cuestionar a lo que ocurrió con el EZLN en 1994: no hay duda de que hubo que armarse, que manifestarse, para que la nación recordara que había indígenas, recordara que eran su raíz y recordara que los estaba olvidando completamente. Y sirvió, también, para darse cuenta de la estructura antidemocrática del país. Por eso se abrió un espacio. Pero en el momento en que se plantea ya seriamente la transición a la democracia, en la que tienes que incorporar a otras fuerzas e incluir las armas, el hecho de ser un ejército comienza a convertirse poco a poco en un obstáculo. No creemos que las armas produzcan el tránsito a la democracia; creemos que tienen un papel en determinado momento, creemos que en nosotros lo tuvieron. Ahora están en un papel de defensa; somos ejército para la vida de los compañeros, pero ya en la vía política no usamos las armas. Estamos usando, pues, la política. Yo le veo a la lucha armada ese límite o esa posibilidad, esa virtud o ese defecto: puede abrir un espacio, pero obviamente ese espacio se hace chico y luego queda como una camisa en la que no puedes crecer o expandirte''.

La posición es impecable; la lucha armada es un último recurso para quienes no son ni quieren ser soldados, pero tuvieron que serlo forzados por la dura realidad que les arrebataba todo, al grado de obligarlos a lo que los maestros de derecho llaman legítima defensa, y los humanistas y teólogos españoles del Renacimiento denominaban, siguiendo los lineamientos tomistas, bellum justum, la guerra justa, la guerra justificada, que hay que diferenciar de la guerra arbitraria, de la promovida por ambiciones, injustificada y sólo explicable por la sinrazón del poder.

La actitud de Marcos y de todos los que por él hablan, es una lección para los malos gobernantes en primer lugar, que encarnados en Carlos Salinas saboreaban el 1o. de enero de 1994 junto con el triunfo del liberalismo el éxito de sus negocios personales, y que asombrados escucharon el manifiesto de los nuevos zapatistas declarándoles la guerra, pero también para otros, que hablaban de lucha de clases, de revolución, de cambio por la vía de los hechos, pero que nunca se atrevieron a ir más allá del discurso, del desplante y del mitote callejero.

``Las armas hay que sacarlas'', decía el gaucho Martín Fierro en el poema de Hernández, ``pero naiden sabe cuándo, y si han de salir, que salgan, pero que salgan cortando''. Los que tuvieron que hacer eso, lo hicieron; qué bueno que hoy de su parte están dispuestos a enfundarlas nuevamente; apoyados por una sociedad civil concientizada y activa, han sustituido las balas por el diálogo y ahora sólo falta que el gobierno responda, como sus interlocutores, con altura de miras y con patriotismo.