Luis González Souza
Seguridad nacional a debate

nseguridad antinacional es lo que parece distinguir al México de nuestros días. No parece haber la seguridad necesaria para continuar como nación unida y soberana; objetivo mínimo de toda seguridad nacional. Y, después de todo, ello obedece al comportamiento antinacional del grupo o grupos que sólo trabajan para su propia seguridad. Hay, así, seguridad tribal más que nacional al tiempo que la nación acrecienta su inseguridad: pública y privada, económica y política, interna y externa.

En todo caso, vale la pena debatirlo. Y urge hacerlo porque la solución en curso al problema apuntado, se parece más y más a la de echarle lumbre al fuego. A la mayor inseguridad tiende a responderse con más antinacionalismo. Y al desastre resultante tiende a responderse con el santo y seña del enfoque más viejo y contraproducente de la seguridad nacional: la represión, el militarismo.

Por donde se le vea, el surgimiento en Guerrero del llamado Ejército Popular Revolucionario (EPR) parece confirmar la ya aguda inseguridad nacional. Si resulta ser otra organización genuinamente insurreccional, sólo estaría corroborando la creciente inestabilidad del México moderno. Y acaso no sobre sugerir que la verdadera seguridad nacional comienza en la creación de las condiciones propias de una estabilidad legítima, duradera: desarrollo/bienestar, democracia/justicia, soberanía/independencia.

Si por el contrario el EPR resulta ser una mascarada provocadora, entonces estaría constatándose el ingrediente antinacional de nuestra actual inseguridad: la promoción de intereses grupales (de los grupos provocadores) por encima del interés nacional y aun a riesgo de concitar una intervención extranjera. He ahí las dos facetas del antinacionalismo, por cierto crecientemente entrelazadas o globalizadas: gobierno de un grupo contra la nación y/o entrega de ésta a las libres fuerzas del extranjero. He ahí, de paso, el(los) amenazador(es) moderno(s) de la seguridad nacional.

Pero el EPR es sólo la socorrida punta del iceberg. Ni la inseguridad ni el antinacionalismo prevalecientes en México, se agotan allí. Testimonios de inseguridad sobran y crecen: desde una criminalidad ahora expresada en el asalto a trenes con alimentos (Nuevo León) lo mismo que en el saqueo de tiendas (Baja California), hasta una crónica desconfianza en México expresada ya no sólo en la típica fuga de capitales sino en la extranjerización de élites intelectuales (y, desde luego, políticas y empresariales). Igualmente sobran y crecen testimonios de antinacionalismo. Podrían resumirse en el inédito nivel de corrupción política y empresarial, enfocado desde la frase célebre ``Después de mi reinado, qué importa el diluvio''. Ahora, las élites mexicanas parecen decir: después de mi ``tajada'', qué importa la quiebra del país.

Pocas cosas como la actual política económica permiten ensamblar los ingredientes de inseguridad y de antinacionalismo. Hasta el propio Banco Mundial comienza a admitir que dicha política (diseñada e impuesta por él mismo y el FMI) tiende a alimentar la pobreza y la violencia: es decir, los insumos básicos de toda inseguridad. Y respecto a lo antinacional, qué mejor indicador que la persistencia del gobierno mexicano en esa política económica, de plano siendo más papista que el Papa. Cierto es que ya se ha aceptado, verbalmente, la necesidad de debatirla. Igualmente cierto es que tal política continúa, con todo y su evangelio doctrinario. Prueba reciente? La oposición del gobierno mexicano, en la OMC, a incluir temas sociales en los acuerdos comerciales (La Jornada 2/07/96). O sea, la persistencia en impulsar un comercio libre... de la más mínima responsabilidad social.

No basta, pues, con debatir la política económica de México, aun si en verdad hubiera disposición a cambiarla. Junto a ella, porque están de veras juntas, urge debatir la propia seguridad de la nación. Y al enfocar ésta de manera profunda e innovadora, naturalmente aflorarán otros grandes temas: soberanía, desarrollo, justicia, bienestar y, desde luego, democracia. Lo cierto es que a muy pocos conviene el crecimiento de la actual (in)seguridad (anti)nacional.