En Ferronales, derechos a salvo y más poder al sindicato
Andrea Becerril /I Primer ejemplo de la nueva cultura laboral que se pondrá en práctica en el país, el viejo, sesentón, contrato colectivo de los trabajadores ferrocarrileros fue objeto de una transformación radical, a fin de adaptarlo a los requerimientos de la empresa en vías de privatización y dar así certidumbre a los futuros inversionistas.
Pese a que el nuevo contrato quedó exclusivamente con 211 cláusulas de un total de 3 mil 45, ya que eliminó mil 845 y pasó mil 200 más a reglamentos, no disminuyeron prestaciones ni derechos adquiridos y, por el contrario, éstos se incrementaron. Sin embargo, tampoco hubo cambios acordes al principio de libertad sindical, tan discutido en los últimos meses.
Los cambios de fondo son para fomentar una mayor rentabilidad de Ferrocarriles Nacionales (Ferronales). Para ello, se convino otra forma de pago de los trabajadores de la rama de trenes y un nuevo esquema de incentivos ligado a la productividad para todos los ferrocarrileros.
Es un esquema, que, de acuerdo con la cláusula 32, premiará la eficiencia antes que la antigüedad o la asistencia al empleo y que se complementa con la flexibilidad laboral en algunas áreas, como la de talleres.
Paralelamente se hicieron otras modificaciones torales encaminadas a asegurar al sindicato ferrocarrilero la titularidad exclusiva de la relación obrero-patronal, aún después de la privatización.
Se adicionó incluso un párrafo a la cláusula dos, donde se precisa que ''la empresa podrá concesionar uno o varios de los servicios conexos a particulares, tales como talleres, vía, zona de abasto, telecomunicaciones y señalización, en cuyo caso se incluirá en el contrato de concesión respectivo la condición de que se celebre contrato colectivo con el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), en las condiciones y términos que ambas partes convengan''.
Incluso, se posibilita al gremio para que, ''en igualdad de condiciones, tenga derecho de preferencia para adquirir la concesión de los servicios conexos''.
El sindicato conserva todas sus facultades, incluida la cláusula de exclusión, el control de admisiones, ascensos, descensos y despidos.
Víctor Flores, secretario general del STFRM, asegura que el contrato que comenzó a regir a partir del 15 de junio, le permitirá una mejor defensa de los derechos de los ferrocarrileros ante los nuevos patrones. ''No era posible seguir negociando con un documento de más de 3 mil cláusulas, muchas de ellas obsoletas o repetitivas''.
El controvertido dirigente advierte, asimismo, que tiene ''certeza absoluta'' de que los empresarios a los que se concesionarán los servicios de Ferronales van a firmar el nuevo contrato, ya que les garantiza una mano de obra calificada y orientada hacia la productividad y la modernización.
Desde 1992, las adecuaciones
Ya desde la revisión de noviembre de 1992, el contrato fue reformado con miras a la privatización. El entonces secretario general, Praxedis Fraustro Esquivel --quien fuera asesinado poco después-- convino en modificar la cláusula tres, adicionándole varios párrafos, unos de ellos con la posibilidad de concesionar el servicio, lo que abrió la puerta a la entrada de capital privado.
En esa revisión, Fraustro Esquivel aceptó que se mutilara la cláusula 171, para eximir a Ferronales de la obligación de destinar las extensiones de terrenos baldíos de su propiedad a la construcción de casas para los trabajadores, de acuerdo con lo estipulado en el decreto presidencial de julio de 1972.
Con lo obtenido por la venta de esos terrenos, Ferronales pagó las liquidaciones de cerca de 30 mil trabajadores que decidieron dejar de laborar a través del programa de Retiro Voluntario, entre 1990 y 1993.
Sin embargo, con el fantasma de la privatización cada vez más cerca y la experiencia de los siete talleres concesionados a empresas españolas y mexicanas, que pusieron muchas trabas a un contrato tan voluminoso como el que estaba en vigor hasta antes de junio de este año, Flores Morales decidió adelantar la negociación y modernizar el documento.
Raúl García Zamudio, asesor del STFRM en la 20 Convención Nacional Revisora del contrato ferrocarrilero, comenta: ''Podemos pelearnos con todo, menos con la realidad, y ésta nos estaba señalando desde hace mucho que requeríamos un nuevo ordenamiento laboral''.
Y así, durante más de dos meses, los comisionados del sindicato y de la empresa se dedicaron a revisar 3 mil 45 cláusulas, ya que el contrato provenía de 1933, cuando se unieron todas las fraternidades ferrocarrileras y cada uno integró sus propios reglamentos.
García Zamudio, un trenista de la División México, con 22 años de antigüedad, comenta que fue un trabajo difícil, ya que el contrato, en sus 33 años de vida, tuvo pocos cambios. ''Surgió en 1933, cuando se unieron todas las fraternidades ferrocarrileras y cada una integró sus propios reglamentos''.
''Era como la suma de varios contratos que se le fueron anexando''. Por ello, agrega, se decidió dejar en el contrato todos los derechos colectivos --prevenciones, se les siguió llamando-- de los trabajadores de las seis ramas de trabajo y su normatividad en nueve reglamentos.
Por ejemplo, el contrato señala que los ferrocarrileros gozarán de 30 días de vacaciones anuales y en el reglamento se especifica la forma de disfrutarlas, de acuerdo con cada especialidad. ''Igual se hizo con el derecho a la jubilación y las demás prestaciones. Quedó consignado incluso el derecho del trabajador a recomendar a un hijo o sobrino para ocupar una plaza''.
Otro ejemplo: la antigua cláusula 95, que normaba los procedimientos para investigar presuntas faltas de los trabajadores, se mantuvo y sus 16 fracciones pasaron al Reglamento Interior de Trabajo.
Asimismo, mantuvieron sus textos las cláusulas referidas a permisos --puede el trabajador gozar de 65 días por año, para atender asuntos personales o comisiones-- e igualmente la que reglamenta los despidos y posibilita que no sea causal de rescisión del contrato el purgar una condena de hasta 3 años.
Entre las mil 875 cláusulas eliminadas, agrega, una buena parte fueron de servicios ya desaparecidos, como el pullman o la locomotora de vapor.
Había cláusulas que se repetían 32 veces, como la referida a 10 minutos de tolerancia, o la que aludía a que ''el trabajador tiene derecho a decirle a su jefe inmediato superior las observaciones que considere para hacer su trabajo y su jefe lo escuchará atentamente. Esta última aparecía 11 veces en el contrato. Quedó una sola, reglamentada''.