$1,700 millones al año gastan capitalinos en refrescos
Julieta Lozano/ASIC La capital es una mina de sed. Datos de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos muestran que las gaseosas generan ventas anuales en la ciudad de entre mil 100 a mil 200 millones de pesos, cantidad que equivale a lo que la población capitalina gasta en arroz, tortilla y huevo juntos.
Los ingresos anuales de la industria refresquera equivalen también al gasto de los capitalinos en transporte público durante un año. Cuatro millones de personas se transportan cada día a través del Metro y otro tanto invierte en taxis y microbuses, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).
Los capitalinos comparten con regiomontanos y tapatíos los primeros sitios nacionales en consumo de gaseosas. El año pasado bebieron sólo de una marca 351 botellas. Los regiomontanos, 363. En 1995, un estadunidense consumió en promedio 343 botellas.
Blanco, negro o gaseoso
Durante el último año, el capitalino bebió 140 litros de refresco y 84 de leche, según datos de la Cámara Nacional de la Industria de la Leche y de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos.
El consumo de refresco --gas carbónico líquido-- casi duplicó al consumo del lácteo, aun cuando el precio más bajo de un litro de refresco es 4 pesos y el de un litro de leche, 3 pesos con 60 centavos.
Así, la industria láctea mexicana coloca en los comercios de la ciudad 40 por ciento menos de lo que comercializan los refresqueros: en un año la industria láctea comercializó 769 millones de litros de leche, frente a los mil 280 millones de litros de refresco que colocaron los productores de gaseosas.
Cada capitalino bebe al día 383 mililitros de refresco --más de una lata-- a un costo mínimo de 2.50 pesos, e ingiere 230 ml de leche --poco más de medio vaso común-- que costaría menos de un peso.
Pero en la capital se tiene una ``cultura del refresco'' que se fortalece con las condiciones higiénicas, el ritmo de vida y los hábitos, afirmó Leticia Marbán, nutrióloga y coautora del libro de próxima aparición Alimentación en la Salud y en la Enfermedad.
"En el consumo de refresco hay fuertes implicaciones publicitarias, pero los factores culturales son determinantes", dijo la Marbán.
Por el Metro con un bote de agua azucarada
Cuatro cucharadas soperas de azúcar y agua. En términos nutritivos, eso es un refresco. Si se elabora, su precio será de 50 centavos, cinco veces menos que cualquier producto gaseoso embotellado.
Pero de acuerdo con Marbán, el costo y simple elaboración de un ``refreso casero'', o de un agua de frutas con más nutrientes, queda rebasado ante factores como la higiene: "¿Cómo pedir a un habitante de los perímetros de la ciudad que prepare aguas frescas en casa cuando las condiciones higiénicas del agua son discutibles en ciertas zonas?"
El ritmo de vida: "Cargar con un envase lleno de agua simple o agua de frutas por la ciudad resulta poco práctico para los habitantes, o los viajeros en el metro, por ejemplo``. Y la costumbre: ''Tenemos una cultura del refresco desde la infancia, donde el refresco es la bebida que acompaña una comida", hábito que según Marbán tardará dos generaciones en modificarse.
El sermón
Cada litro de refresco contiene aproximadamente 11.6 gramos de hidratos de carbono, que equivalen a entre 100 y 120 gramos de azúcar. La cantidad recomendable de consumo de azúcar al día son 25 gramos. Un litro de refresco bebido cuatriplica la necesidad diaria de azúcar.
Los hidratos de carbono (equivalentes del azúcar) contenidos en una bebida gaseosa son ``simples'': proveen de energía por un corto rato y son absorbidos y digeridos por el organismo con facilidad, a diferencia de los hidratos de carbono ``complejos'', contenidos en otros alimentos, cuya absorción lleva más tiempo pero estimulan al organismo por un espacio de entre cuatro y seis horas.
De acuerdo con la entrevistada, el refresco es un alimento porque contiene nutrientes (hidratos de carbono) que de manera equilibrada puede consumirse sin angustia. Es un café frío con mucha azúcar.
Datos de la Procuraduría Federal del Consumidor precisan que los refrescos de cola contienen 355 mililitros de cafeína: un tercio de lo que contiene una taza de café. La cafeína del refresco, acompañada con gas, puede actuar más rápidamente en el cerebro.
Este alcaloide estimula la corteza cerebral, produce un pensamiento rápido y claro y aleja la pesadez y la fatiga.
Pero la cafeína contenida en el refresco, si se consume con abundancia, altera la presión de la sangre, el ritmo cardiaco y el diámetro de los vasos sanguíneos. En organismos sensibles estimula la secreción de ácidos gástricos que ocasionan las úlceras.
"En exceso, cualquier alimento es dañino. Beber dos litros diarios de jugo de naranja o leche ocasiona con el tiempo daños irreversibles. Al refresco no hay que satanizarlo porque proporciona los hidratos de carbono necesarios para un rato de actividad en esta ciudad", puntualizó Marbán.
No obstante, la corriente naturista de la nutrición sostiene que la ingestión de bebidas gaseosas provoca desnutrición, aunada a graves trastornos fisiológicos.