La Jornada 6 de julio de 1996

La de Monterroso, extraña literatura que se lee rápido

Angélica Abelleyra Entre las esculturas broncíneas de su tocayo Auguste Rodin, Tito Monterroso levantó los brazos y entrelazó las manos arriba de su cabeza para agradecer los aplausos por su coincidente y doble estreno: ganador del Premio de Literatura Juan Rulfo y responsable de una nueva publicación que reúne en un solo tomo la totalidad de sus cuentos, fábulas y su única novela.

Desde las 19:00 horas había visto desfilar a sus amigos en las salas del Museo Soumaya de Plaza Loreto, y sólo 40 minutos después de saludos y abrazos se situó en la pequeña sala improvisada para escuchar los comentarios en torno deCuentos, fábulas y Lo demás es silencio, volumen lanzado en México por Alfaguara y que en la velada fue rebautizado como el libro ``triportito'' donde revela las formas en que la estupidez ejerce sus juegos e inventa uno de los personajes más entrañables de nuestra literatura: ese Eduardo Torres que todos llevamos dentro.

``Brinco de un género a otro porque no manejo ninguno'' Foto: Guillermo Sologuren

El jueves por la noche acompañaron a Augusto Monterroso los escritores Guillermo Sheridan, Bernardo Ruiz, Alvaro Uribe y Sealtiel Alatriste como presentadores, y un buen número de artistas de la pluma y el pincel que desde las sillas traseras escucharon las frases del acalorado Premio Rulfo que pedía ``no estar muy solemnes'' en la velada y hacer parecer como naturales ``las vacilaciones e inmodestias'' que ensayaron el día anterior.

Sheridan tomó primero el micrófono para leer tres cuartillas y celebrar la ``extraña literatura'' del festejado que no resulta breve sino que ``se lee rápido''. Y recordó las palabras de Luis Cardoza y Aragón para definir a su paisano guatemalteco: ``Miel de Tigre'', para Sheridan el más afortunado y económico ejercicio crítico sobre el autor del que ahora se reúnen sus Obras completas (y otros cuentos), Movimiento perpetuo, La palabra mágica, La Oveja negra y demás fábulas y Lo demás es silencio.

Añadió Sheridan que la descripción de Cardoza --contenida en el Diario del poeta y que Monterroso desconocía-- es similar a la de Sergio Pitol en torno del hacedor de fábulas ``delicadísimas y atroces'' en las que lo bien hecho se refleja en la ``prosa parca hecha con escrúpulo de diamantista''. Concluyó que, en días como los nuestros donde la literatura toma visos de epidemia asumida como exceso, la de Monterroso es rara miel discreta entre los fulgores empalagosos de la dulcería.

Con algunos comentarios del celebrado autor sobre la felicidad, la ridiculez humana y el retraimiento que recordó de pronto, Bernardo Ruiz destacó ``la luz en la escritura'' de aquel ``tímido cada vez más afable''. Luego Alvaro Uribe planteó varias preguntas a su maestro sobre quiénes fueron sus tutores en la enseñanza y su ejercicio de los géneros literarios.

Con humor, el chapín --con 40 años en México-- respondió que si bien de adolescente tuvo un maestro que le enseñó a leer de cerámica griega y la poesía de Delille, los demás que le han enseñado ``están muertos y son portátiles''. Sobre la variedad de géneros que maneja --ensayo, cuento, crítica literaria, novela-- dijo: ``No sé mucho de definiciones en literatura y ando brincando de un género a otro porque no manejo ninguno''. Más en serio, finalizó que su temor a convertirse en ``repetidor de formas'' le ha hecho caminar diversos senderos. La sesión de apapachos verbales remató con los apretones cuidadosos de mano y espalda entre las piezas de bronce del Auguste Rodin.