Hace unas pocas semanas me llamó la atención una ingeniosa tira cómica del Rey Chiquito en la que el monarca tira un boomerang que un momento después regresa y le pega en la cabeza, mientras uno de sus súbditos trata de explicarle el fenómeno. El mensaje de la tira se me ha hecho presente con algunos de los hechos ocurridos en los últimos días, algunos relacionados con acciones y discursos del presidente Zedillo, y otros que, sin tener este origen, sí tienen un resultado similar porque todos terminan golpeando al Presidente.
Entre los lanzamientos directos del doctor Zedillo, están su discurso anticorrupción que suena bonito, pero que no está sustentado en nada, y sí se presenta en momentos en los que la sociedad mexicana ha sido impactada por el conocimiento de actos de corrupción en los niveles más altos del gobierno, sin que se sepa de acciones concretas para combatirlas y sí de algunas que la protegen como el triste caso de Aguas Blancas; no desvinculado del problema anterior es desde luego su desafortunada visita a Tabasco.
Pero lo más preocupante de esta situación es que aun hechos como los relacionados con el affair de Televisión Azteca y Televisa que parecieran alejados a la problemática actual del Presidente, en la realidad no lo son tanto. Efectivamente, casi todos recordamos que el doctor Zedillo obtuvo en 1994 poco más de 17 millones de votos en una victoria electoral sorpresiva para muchos.
La explicación de ese proceso fue dada en su momento en términos de una campaña electoral inequitativa, tal como el mismo Presidente lo tuvo que reconocer públicamente en el viaje que hizo a Europa a principios de este año.
La inequidad referida tuvo que ver, por una parte, con el uso inmoderado de recursos económicos puestos a disposición del PRI, y por la otra al muy desigual trato que recibieron los diferentes candidatos presidenciales en los canales de televisión de ambas empresas, tal como en su momento lo denunció Alianza Cívica con el apoyo de la Academia Mexicana de Derechos Humanos.
Los argumentos que se dieron entonces para justificar su conducta, fueron de carácter político o ideológico que, desde luego no convencieron a un amplio sector de la sociedad, hoy se constituyen en piezas de un rompecabezas, que parece llegar a su fin.
Las declaraciones de Raúl Salinas a las autoridades de la República Suiza, indican por una parte su participación en la operación de privatización y compra de Imevisión TV Azteca, que hoy está bajo sospecha y pendiente de investigación como un acto mafioso. La sociedad de Raúl Salinas con el joven Zabludovsky, una de las familias de capos de Televisa, deja en claro que lo que hicieron las dos televisoras, al margen de la Ley, tuvo una motivación de carácter turbio, de protección de intereses propios y de otros miembros del clan, y el beneficiario de todo, el mismo doctor Zedillo, hoy presidente de la República.
Cuántos de los 17 millones de votos que obtuvo el Presidente se deben a la televisión, y a la influencia corrupta de los Salinas, que apoyándolo pensaban obtener impunidad y protección. Si el proceso que llevó al doctor Zedillo a la presidencia tiene problemas de origen que dan lugar a sospechas y poca credibilidad, él mismo lo ha reforzado con acciones y emisiones propias.
Hoy nadie sabe a dónde va a parar todo esto, mientras la imagen del Presidente se desdibuja y se hace más pequeña cada día. Sano sería para él y para todos, su deslinde de los mafiosos o malosos, pero no a través de discursos de buen sonar, sino de acciones específicas para ponerlos en manos de la justicia; el primero y más grande de sus compromisos está con el pueblo que le demanda un cambio total de rumbo, antes de que sea tarde.