Ahora es, una vez más, el Seguro Social. Al mismo tiempo que siguen siendo descubiertas vías de facilísimo acceso a la corrupción, abiertas en Conasupo desde tiempo inmemorial y convertidas en elemento ineludible de las privatizaciones del patrimonio público. Y no hay que olvidar que éstas son la bandera principal de la Revolución Instituida en su fase más moderna, iniciada hace dos sexenios y convertida en teoría y moral política por el señor Salinas, sus intelectuales orgánicos y sus exégetas y propagandistas.
La corrupción y el engaño son formas estructurales de la política profesional y de las prácticas gubernamentales en todo el mundo. En México lo sabemos todos, tanto quienes estamos convencidos de que es necesario y posible desenmascararla y desterrarla, como quienes confían en que no existe o en que es fortuita; desde luego, no lo ignoran quienes de ella se benefician continuamente: funcionarios de cualquier rango, negociantes de las más variadas posibilidades, negociantes venidos a políticos, políticos venidos a negociantes...
Cada mexicano y cada mexicana es víctima de la corrupción que nos convierte en corruptos a todos porque nos vemos obligados a pagar, poco o mucho, para no ser perjudicados cuando las normas se aplican selectivamente y de acuerdo con el interés y la fuerza de quien debe aplicarlas. Pero además de la pequeña corrupción nuestra de cada día que hace temblar a cualquiera ante la presencia de policías o burócratas de pequeño rango, con una frecuencia increíble contemplamos las grandes corrupciones frecuentes e impunes. A veces éstas dan lugar a investigaciones a menudo también corrompibles.
Interpretar y manejar los textos jurídicos que supuestamente rigen las relaciones institucionales privadas y públicas al antojo de quienes tienen el poder de hacerlo, es la forma más generalizada de corrupción, y la más aceptada con mansedumbre por quienes volteamos la cabeza para simular que no vemos. Aunque no ignoremos que esto sucede tanto en el campo de las finanzas como en los de la política y de la lenta investigación de delitos y crímenes (alguna vez fue expedita?); también, desde luego, en el destino y uso de todo lo que pertenece a la ciudadanía en su conjunto y en la difusión de informaciones veraces, completas y oportunas. Quienes están situados en escalones medios y elevados de la nomenklatura revolucionaria mexicana, ejercen una copropiedad exclusiva de lo que en teoría pertenece a la nación, y sólo la comparte ocasionalmente con aquellos hombres de los grandes negocios a quienes distinguen o que los distinguen a ellos con su amistad y su asociación. La distinción no sólo es lucrativa sino que asegura también impunidad.
Sólo en la primera plana del diario de este primer viernes de julio se informa de las sospechosas adjudicaciones con que se cancelaron las posibilidades de una televisión ciudadana al alcance de todos, de los dudosos pagos autorizados por el gobierno a particulares en el bussiness de la tortilla, de la ruptura de compromisos oficiales para la ligera mejora de una tibia reforma electoral que amenaza con no darse si eso conviene a los jefes de sedicentes representantes populares, y sobre el significado de profunda corrupción que han tenido las privatizaciones.
Esto, desde luego, no se detendrá ahí.
Para la anécdota del momento, mencionemos que mientras Televisa y Televisión Azteca utilizan las ondas nacionales que tienen concesionadas deseando obligarnos a ver un espectáculo en el que se arrojan mutuamente la mierda que tienen a la mano, la SCT informa que en agosto habrá nuevas posibilidades de corrupción mediante la subasta para concesionar canales de televisión por microondas.
Para una reflexión de mayor alcance, podríamos reconocer que si en México la corrupción es más la regla que la excepción, ya sería hora de que la ley la admitieran como parte de nuestra estructura jurídica escrita, e incluso que castigara a quienes no la practican con suficiente frecuencia o para obtener privilegios o beneficios suficientes.
Tal vez si así fuera, una parte de la corrupción consistiría en no practicar la corrupción...