Ricardo Alemán Alemán
Itinerario político

En Tabasco, crisis de legalidad
Rebasó la protesta las previsiones

Cuando el presidente Ernesto Zedillo propuso las visitas oficiales a los estados de Jalisco y Tabasco, dos de las entidades que restaban por ser visitadas para anunciar los apoyos económicos que el gobierno central ha entregado al resto de las entidades federativas, los estrategas gubernamentales nunca calcularon que el efecto político llegaría al extremo de lo ocurrido en Tabasco.

Más aún, las dos visitas se programaron casi de manera simultánea, con la intención de mantener el equilibrio entre las dos principales fuerzas políticas de oposición: PAN y PRD. En el primer caso, donde el Ejecutivo federal ofreció su apoyo total al gobierno panista de Alberto Cárdenas Jiménez, pese a la severa crisis económica que enfrenta esa entidad, se puede decir que no pasó nada, y quienes en el primer círculo del poder realizan las estimaciones de los acontecimientos políticos, llegaron a suponer que en Tabasco las cosas no serían diferentes.

En realidad los acontecimientos y la respuesta perredista rebasaron todos los pronósticos y estimaciones gubernamentales elaborados en torno a la visita presidencial a Tabasco, en donde si bien existió un débil apoyo del Ejecutivo federal, se cuidaron todos los detalles, se quisieron ofrecer mensajes de bajo perfil y hasta se cambiaron algunos discursos locales, como el del propio gobernador Roberto Madrazo Pintado. Y es que a pesar de la crisis que enfrentan ambas entidades, la naturaleza de ambos conflictos es distinta. En Jalisco, un estado gobernado por el panista Alberto Cárdenas Jiménez, el desgobierno es producto de la impericia del Ejecutivo estatal y por la presunta vinculación de algunos de sus funcionarios en el narcotráfico. En el fondo la crisis del estado de Jalisco se ha producido en el interior de la propia estructura gubernamental y por la cerrazón del gobierno local para relevar a quienes no sólo los jaliscienses, sino la opinión pública nacional ven como involucrados en actividades relacionadas con la mafia de las drogas.

Cuando Ernesto Zedillo visitó Jalisco, fue evidente que desde la Federación se pretendió dar un importante espaldarazo a Cárdenas Jiménez, no sólo porque se trata de un gobierno en manos de la segunda fuerza política del país, y del principal aliado gubernamental, sino porque el de Jalisco es un estado estratégico para el equilibrio e impulso del desarrollo y de la estabilidad en la república toda.

De hecho, cuando el gobernador Cárdenas Jiménez dijo que su gestión era víctima de una campaña de infundios y calumnias, a la entidad ya habían llegado grupos de trabajo e investigadores de las secretarías de la Defensa Nacional, Gobernación y de la Procuraduría General de la República. Era importante mantener el apoyo de la federación hacia Jalisco, porque los ojos de la DEA por la desaparición de un informante de esa agencia y de otras instancias del gobierno estadunidense, están puestos en Jalisco. Y como la crisis político-policiaca de Jalisco es unilateral, es decir del propio gobierno panista, las cosas son manejables.

Pero Tabasco es otra historia. La de Tabasco es una crisis que involucra no solamente al gobierno estatal, encabezado por Roberto Madrazo Pintado, sino que se trata de un conflicto en el que está en juego uno de los bastiones perredistas, la tierra del futuro dirigente de ese partido, y el propio gobierno federal. Sólo como apoyo a la memoria, se debe señalar lo apretado de la disputa electoral que prácticamente partió en dos las preferencias políticas en la entidad.

Pero además, es importante recordar que en su primera visita no oficial, Ernesto Zedillo asoció al gobierno de Madrazo Pintado al suyo propio, en el tiempo. Esto es, le dio patente de permanencia, pese a las críticas sobre irregularidades en materia electoral y que existían evidencias de un poco transparente proceso electoral.

En el fondo el mensaje presidencial en Tabasco fue extremadamente cuidadoso, pero la sola visita en esa entidad significaba ya el apoyo a un gobierno que desde todos los puntos de vista ha sido severamente cuestionado. En Tabasco no estaba en juego sólo la presunción de irregularidades, sino la comprobación de un proceso electoral desaseado.

Y no es que el perredismo pretenda recurrir al expediente que desde todos los frentes le quiere adjudicar: el de la violencia. En realidad, igual que actuó Acción Nacional en el caso Huejotzingo, el PRD y quienes han criticado la visita presidencial a Tabasco, apelan al cumplimiento de la legalidad. Esa es la parte que no calculó el gobierno, y que metió en una mayor crisis al gobernador Roberto Madrazo Pintado. Ni Tabasco es Jalisco, ni el PAN es el PRD.