Carlos Bonfil
Del crepúsculo al amanecer

Dos asaltabancos huyen hacia México con un rehén en la cajuela del auto y con el ánimo de matar a quien se cruce por su camino. Seth Gecko, el bandido profesional (George Cloony) y Richard (Quentin Tarantino), su hermano psicótico: dos chicos muy malos que se toparán con otros chicos mucho más malos. Desde la violenta escena inicial en una licorería hasta el crimen y violación de la mujer secuestrada, los primeros minutos son el arranque esperado y eficaz de una cinta con el cronometraje y monitoreo de Tarantino guionista sobre Robert Rodríguez alumno y director. De entrada, un espíritu lúdico muy prometedor desde los créditos. Una revisión explosiva del género?Se dice que Quentin Tarantino escribió el guión de Del crepúsculo al amanecer en sus ratos libres, cuando trabajaba en una tienda de videos, antes de saltar a la celebridad con sus primeras dos películas. Al inicio se pensó en una cinta independiente de presupuesto bajísimo, con actores amateurs y locuras gore que ilustraran la irrupción del género fantástico en un thriller a su vez paródico. Una fantasía de cinéfilo que combinaría el cine de Don Siegel con el de Roger Corman. El proyecto quedó temporalmente abandonado. Vino luego para Tarantino su primer éxito, la estupenda Perros de reserva, y más adelante su internacionalización en Cannes con Tiempos violentos y su súbita reputación de ``autor'' de culto. En el caso de su amigo y colaborador Robert Rodríguez, la carrera fue también singular: un primer largometraje de éxito instantáneo, El mariachi, le gana el entusiasmo de la crítica internaconal y el interés de los productores hollywoodenses. Con su segunda película, Pistolero (Desperado), Rodríguez decepciona a periodistas y magnates. Y sin embargo, a pesar de su tono ya complaciente y su estilo rebuscado, Tarantino lo apoya para una tercera película y acepta incluso estelarizarla. Desafortunadamente, Del crepúsculo al amanecer confirma lo que Pistolero anunciaba ya aparatosamente: el recurso a la facilidad y a los clichés como estrategia comercial de un director (muy sobrevalorado) ansioso de sobrevivir en Hollywood.

En su primera parte, la nueva cinta de Rodríguez maneja con destreza la propuesta de Tarantino: Seth y Ricky secuestran al predicador Jacob Fuller (Harvey Keitel) y a sus dos hijos, Kate y Scott (Juliette Lewis y Ernest Liu) para cruzar la frontera mexicana escondidos en su camioneta trailer. Una vez en México, la cinta se derrumba estrepitosamente al elegir, a mitad de camino, un tono de comedia fantástica, con hemoglobina a raudales, cuerpos descuartizados, vampiros en mutaciones interminables, torsos que son cajas de guitarra, y un largo y macabro y tedioso etcétera. Una fantasía gore de adolescente acelerado, alejada por completo de modelos como El baile de los vampiros (Polanski, 67) o Al caer la oscuridad (Bigelow, 87), y muy en deuda con los videoclips gore estelarizados por Michael Jackson en los ochenta.

Al llegar los personajes al enorme antro llamado Titty Twister Festín de Tetas) en un rincón perdido en la frontera norte mexicana un shithole, un hoyo asqueroso, ``como tantos otros en México'', comienza un satánico pandemonio con personajes prófugos de los setenta, desde motociclistas candidatos al asilo hasta bailarinas exiliadas de la actuación. La Gran Cantina Mexicana, reducto de vampiros acelerados y gruesos, con chac-mool a la puerta y descomunal estructura oculta de pirámide maya. Robert Rodríguez ha pasado de la emulación de Quentin Tarantino al plagio involuntario del cine de Juan Orol. La galería de villanos que se sueña La pandilla salvaje (Peckinpah, 69) termina realizando acrobacias de Kung-fu y mutando en perros infernales o murciélagos gigantescos o portadas de lo Insólito o chupacabras de Alarma. La idea es recrear un poco el cine gore del neozelandés Peter Jackson (Dead alive, 92) o el de George Romero, pero Rodríguez carece visiblemente del sentido del humor de esos maestros, por lo que la cinta naufraga en la grotecidad y la autoparodia. La calidad del humorismo de Rodríguez, o de Tarantino, o de ambos en el autofestejo yuppie, asoma en los diálogos. (La vampiresa: "Quieres que te someta a la esclavitud?". La víctima: ``No gracias, ya tengo una esposa''). La familia secuestrada y humillada se vuelve cómplice de sus antiguos verdugos en la lucha contra los vampiros; el hermano psicópata se torna un monstruo enternecedor; Seth, el asesino despiadado, vociferante y racista, se convierte en héroe admirado por los hijos del pastor. En esta tontería descomunal que es toda la segunda parte de la cinta (casi una hora), caben todos los chistes que un México de greasers y exotismos y alcantarillas puede inspirarle al género del horror. Si esto es lo divertido, pronto será un privilegio carecer de sentido del humor.