La Jornada 29 de junio de 1996

Desde hoy, Escenarios de Vicente Rojo en El Colegio Nacional

Angélica Abelleyra Vicente Rojo y los juegos de volumen, luz y sombra que determinan a la escultura.

Antes del diploma que hace constar su pertenencia a El Colegio Nacional, Vicente Rojo sólo había tenido un documento que le acredita algún oficio, el de ``escultor tallista'' que obtuvo en Barcelona durante su adolescencia, antes de llegar a México en 1949. Pero la enseñanza resultó tan deficiente, que el joven alumno no produjo ninguna pieza porque nunca hubo madera para tallar. A ese intento se sumó otro, menos desesperanzador pero igualmente fallido, cuando ingresó como aprendiz de un taller de cerámica. Estas dos circunstancias se anidaron en Rojo como ``el gusanito'' que sólo 35 años más tarde se animó alimentar para saciar su inquietud.

Una veintena de esculturas recientes elaboradas por Vicente Rojo en madera, bronce y cerámica se exhiben desde hoy en el patio central de El Colegio Nacional. Es su segunda exposición escultórica --en la galería Expositum fue la anterior en 1991-- pero es la primera selección artística que ocupa los espacios del renovado inmueble en el Centro Histórico.

``En la antigua sede sólo había exhibido José Clemente Orozco pero me da pena decirlo porque siempre hay comparaciones y yo estoy muy lejos de querer plantearlo de esa manera'', comenta Rojo.

``Sucede que en el Colegio no hay condiciones para museografiar; los espacios no son lo suficientemente amplios, así que existe el proyecto de acondicionar una área como galería. Pero cuando vi el patio central del edificio con la fuente, pensé que era el contexto ideal para mis esculturas''.

Con el título Escenarios se despliega a partir de este mediodía una serie de maderas, bronces y cerámicas como productos de ese ``gusanito'' por la escultura que se mantuvo escondido en él hasta que en 1984, con la famosa serie México bajo la lluvia los cuadros comenzaron a expandirse, a adquirir otra dimensión.

``Las primeras esculturas son del 84, hechas en cerámica en el taller de Aurora Suárez y Hugo Velázquez en Cuernavaca. El hecho es que a mitad de México bajo... comenzaron a salir unas texturas muy gruesas, fuertes, y pensé que de ahí podía desprender, o no sé si matar o engordar el gusanito aquel de la escultura. Con esa serie empecé a retomar sobre todo el trabajo en barro, que me había gustado más.

--¿La experiencia fallida en Barcelona provocó que buscaras olvidar la escultura o querías dejar atrás tu vida en España?

--Al llegar a México quería hacer un corte definitivo con mi vida anterior, pero siempre mi intención fue pintar, antes que hacer escultura. Sólo que esos `estudiosÕ escultóricos los tomé porque mi familia no podía costearme la pintura y sus materiales. Coincidió con esto que tampoco tenía tanto tiempo y decidí dividir mi trabajo entre el diseño gráfico y la pintura. En otra época hice escenografía para teatro y tuve que dejarla porque las horas no daban para tanto. Y es hasta los años ochenta que retomo la escultura de forma más organizada.

--¿Qué fue lo que te jaló a la escultura nuevamente?

El surgimiento en México bajo la lluvia de obra pictórica que adquiría un volumen, más textura y relieve.

``Pensé que podía dedicarme a trabajar el volumen''.

--¿Qué significado tiene el volumen en la manufactura plástica?

--Es la posibilidad de que el cuadro crezca, que adquiera una presencia que la pura superficie del cuadro no puede dar, y la posibilidad de seguir estudiando y revisando los problemas de luz y sombra, que en definitiva es lo que define a la pintura y es lo que quizás más define a la escultura. Así que no es un problema de relieve o de volumen sino de juegos de luz y sombra que la escultura produce.

--¿Consideras que la escultura es un paso adelante en tu trabajo?

--El trabajo escultórico es una profundización o una continuación o un desarrollo de lo pictórico. Es un paso paralelo que no va ni más adelante ni más atrás.

--¿En esta otra ``línea'' que no es la pintura cómo te sientes?

--Me costó algún tiempo convencerme de que obtendría buenos resultados para mí, no sé para un posible espectador. Ahora son casi 15 años de venir desarrollando la escultura y me siento casi satisfecho. Además, por el proyecto ``Libertad en Bronce'' que coordina Isaac Masri he tenido la posibilidad de hacer la escultura en bronce que no había podido hacer.

--¿En 15 años, te observas como escultor o hacedor de escultura? Has dicho que es diferente hacer pintura que ser pintor.

--Supongo que hay diferencias, pero las definiciones no me inquietan. Otras personas hacen las definiciones, no yo.

--En la exposición trabajas con diferentes materiales, pero ¿cómo estableces relación con cada uno?

--El barro es más manual, lo manejo con más facilidad así que es más para la mano mía; las esculturas hechas en madera parten de un diseño que un carpintero realiza con mucha precisión pero que yo pinto y altero con una textura marcada, como puede tener un cuadro. Y los bronces también cuentan con una textura, con una pátina muy sobria, en oposición a la madera.

--¿Te sientes más cercano al barro?

--Posiblemente sí, recordando los orígenes. Sucede es que el barro tiene limitaciones de tamaño y me gustan los mayores.

En Los sueños compartidos, su discurso de ingreso a El Colegio Nacional --16 de noviembre de 1994-- Rojo se refiere a la escultura y a ese seguir ``dando vueltas y vueltas'' en torno de la obra creativa: pintura, dibujo, diseño o piezas en tercera dimensión. Allí se refería al ``reflejo'' en su escultura del trabajo de otros escultores que siente cercanos: Fernando González Gortázar, Sebastián y Ricardo Regazzoni.

--¿El gusanito por la escultura se sació finalmente?

--Sí, creo que el gusanito ha quedado satisfecho, tranquilo. Es ya mucho tiempo de trabajar la escultura y de haber dejado la pintura: tres años. Quiero volver a retormar el lienzo y ver qué le dará a la pintura mi experiencia escultórica.

(Luego de la apertura de Escenarios, esperamos tres muestras de Rojo para agosto: el 22, el MAM abrirá Una revisión, retrospectiva con más de cien pinturas y esculturas --de 1954 a 1996--, bajo la curaduría de Lelia Driben y la museografía de Fernando González Gortázar. Y para el 21, en dos galerías: la Juan Martín con una retrospectiva de obra sobre papel en pequeño formato, y la López Quiroga con la exhibición de un libro con poemas de José Emilio Pacheco y los dibujos en b/n del escultor que nunca talló de jovencito una madera aunque su único diploma advierta lo contrario).