A partir de diciembre de 1994 centenares de periodistas se lanzaron a la caza del eslabón perdido. Un estadunidense, Michael Jensen de la cadena televisiva NBC, asegura haberlo descubierto porque la semana pasada aseguró que Carlos Salinas de Gortari sabía de las transferencias millonarias del hermano Raúl. Aunque Jensen no identifica a su fuente su comentario muestra que entre la prensa estadunidense crece la convicción de que el ex presidente fue encubridor o cómplice.
De los géneros periodísticos, el de investigación es el más apasionante porque generalmente se dedica a documentar y exponer los abusos de los poderosos. En Estados Unidos existe una venerable tradición en ese sentido y por eso resulta tan notable que no utilizaran ese enfoque para observar más críticamente la realidad mexicana y sus presidentes. Van dos ejemplos.
Un editorial del Wall Street Journal (julio 15, 1988) decía que ``muchas de las maniobras en torno al conteo de los votos parecen ser intentos por desprestigiar a Salinas, que presionó a favor de elecciones limpias''. Por esas mismas fechas el experimentado Alan Riding legitimaba a Salinas en el New York Times describiéndolo como un ``economista de 40 años educado en Harvard'' que estaba comprometido con ``perfeccionar la democracia'' pero enfrentaba resistencias entre los ``jefes políticos de la vieja escuela'' que no querían hacer concesiones a la oposición.
Son afirmaciones sin sustento en la realidad. No existe evidencia de que Salinas hubiera presionado ``a favor de elecciones limpias'' antes, durante o después de 1988. Durante su larga carrera Salinas jamás demostró tener una vocación democrática porque era, es, profundamente autoritario y cuando pudo se alió a los dinosaurios que ahora critica. Lo único que le interesaba era llegar y mantenerse en el poder. Salinas representaba una nueva especie de político que clasificaría de ``tecnotario'': variedad que combina la sofisticación del tecnócrata educado en Estados Unidos, con las mañas y la corrupción de los caciques de la vieja escuela.
Carlos Salinas era (o es) un seductor cuyas carencias hubieran sido expuestas con un mínimo de investigación. La prensa estadunidense no lo hizo porque estaba dispuesta a creerle todo, especialmente esa imagen de intrépido reformador asediado por los populistas de la izquierda y los dinosaurios de la derecha.
1994 estremeció a los medios extranjeros y muchos periodistas que defendieron a Salinas se ofendieron por la manipulación de que habían sido objeto, y se avergonzaron por la credulidad que habían mostrado. Fue entonces que empezaron a aplicar las técnicas del periodismo de investigación a los gobernantes mexicanos y que se inició la búsqueda del eslabón pérdido: cuál fue el papel que tuvo el presidente Carlos Salinas en la corrupción que caracterizó su sexenio?En las últimas semanas diversos periodistas estadunidenses han agregado piezas al rompecabezas y parecieran adelantarse a sus colegas mexicanos. Para algunos, los reporteros de Anthony De Palma (New York Times), Andres Oppenheimer (Miami Herald) y Mike Wallace (CBS) mostrarían la superioridad del periodismo estadunidense sobre el mexicano.
Es indudable que los medios mexicanos tienen menos recursos dedicados a la investigación, y que muchos todavía no le dan prioridad a este género o simplemente temen incomodar a los poderosos. Sin embargo, en relación al caso Salinas los estadunidenses llevan la delantera porque tienen acceso a fuentes inexistentes en México. Me explico.
Un nutriente del periodismo de investigación es la información proporcionada por funcionarios, sobre todo en casos tan densos y difíciles como el de los Salinas. Si uno revisa las fuentes que citan es evidente que buena parte de sus revelaciones vienen de fuentes del gobierno de Estados Unidos que pareciera estar dejando a su suerte a quien fuera su favorito.
Ahí está una de las principales desventajas de la prensa mexicana que también se alimenta de filtraciones; el gobierno de México no investiga, ni llama a declarar, a Carlos Salinas. Es tanta su resistencia que dejan la impresión de que temen enjuiciarse a sí mismos porque resulta evidente que la corrupción de la familia Salinas fue tolerada por funcionarios que siguen en el poder.
Es probable que en la reconstrucción de los éxitos empresariales de la familia Salinas, los periodistas mexicanos debamos conformarnos con el papel de reproductores de lo que descubran (o crean descubrir) los estadunidenses. Pese a ello, el periodismo de investigación tiene de qué ocuparse en México: en lo referente a la corrupción y a los abusos de poder todavía nos quedan mundos, galaxias, que descubrir.