La Jornada 26 de junio de 1996

Enfrentamientos en Tabasco; 30 heridos

Jaime Avilés, enviado, Villahermosa, Tab., 25 de junio A las 8 de la mañana, la dirección estatal del Partido de la Revolución Democrática anuncia, a través de los célebres micrófonos de la XEVA, cómo protestará por la visita del doctor Ernesto Zedillo a Tabasco: bloquearemos en seis puntos las principales carreteras de la entidad, informa el diputado federal Octavio Romero Oropeza. Y ésta es la señal que miles de perredistas aguardan para entrar de inmediato en acción.

En un lugar del municipio de Macuspana llamado El Portón, sobre la carretera Villahermosa-Escárcega, los seguidores de Andrés Manuel López Obrador escuchan al diputado Romero Oropeza en el instante que señala: cada hora, daremos paso libre durante 20 minutos y luego volveremos a cerrar el tráfico. Y así, agrega, nos mantendremos hasta que el titular del Ejecutivo federal abandone el estado de Tabasco.


Simpatizantes perredistas buscan volcar un microbús
en donde se transportaban priístas, cerca de Santa
Cruz, localidad ubicada 45 kilómetros al norte de
Villahermosa.
Foto: Ap

La gente de El Portón consulta el único reloj que alguien tiene a la mano y saca cuentas: si empezamos el bloqueo a las 7 y ya son las 8, hay que abrir el paso los 20 minutos que acordamos. Y sin más, retiran los troncos y las piedras y continúan escuchando el radio. Entre las decenas de vehículos que vienen de Escárcega a Villahermosa, aparecen de pronto tres camionetas de la policía municipal, mientras que entre los carros que van de aquí hacia Escárcega, surge un autobús ADO repleto de porros embozados con paliacates. Y cuando policías y porros se encuentran ante El Portón, suenan las primeras detonaciones.

El desayuno

``Huele como si estuvieran friendo mojarras'', piensa Elder Hernández, un jovenzuelo que se refugia del Sol debajo de una palapa. Pero no es de mojarras el aroma que lo engaña, sino el hambre combinado con el vago tufo de gases lacrimógenos que porros y policías lanzan contra la multitud. Abstraídos en las palabras de Rafael López Cruz, el líder estatal de su partido que sigue hablándoles desde la XEVA, los perredistas son atacados por sorpresa.

Ante el embate, en consecuencia, echan a correr. Pero don Chole, un vecino del lugar que andaba en su camioneta, al ver la ofensiva mete reversa y contiene con su vehículo el avance de las camionetas de la policía. Este es el gesto de heroísmo ciudadano que reanima a los perredistas y los incita a reagruparse. Con palos, con piedras, pero también con machetes, se abalanzan sobre los policías y los porros, y entonces suenan las segundas detonaciones...

Como los gases lacrimógenos ya se han ido en la brisa del golfo, los policias disparan al aire con viejos rifles tipo máuser, que dejan un reguero de casquillos percutidos en el suelo, de la marca Aguila, calibre 22.3. Y mientras los tiros confunden a los perredistas, porros y policías derriban y patean sobre el asfalto a don Benito, un anciano de 75 años, que recibe puntapiés y garrotazos en las piernas, en los brazos, en la espalda.

Diez minutos eternos se prolonga el incidente, hasta que porros y policías entonces se sabe, comandados por José Eduardo Cuco Rovirosa, huyen en desbandada. La gente, sin pensarlo mucho, incendia el autobús ADO de los porros, en represalía por la destrucción de la camioneta de don Chole. Y 20 minutos más tarde, cuando el diputado Romero Oropeza y los dirigentes Rafael López Cruz y Alberto Pérez Mendoza se acercan a El Portón, temiendo lo peor, porque ahora la XEVA habla de ``cuatro heridos graves'', el verde jubiloso del paisaje contrasta con la gruesa columna de humo negro que brota de las llamas del autobús y, de golpe, situándome 17 años atrás, no sé por qué, pienso en Nicaragua...

Al ver a sus líderes, la gente corre a quejarse del ataque, pero también a presumir de lo valientes que todos fueron: que si las mujeres de San Carlos son las más bravas del mundo, que a ver si ahora sí Madrazo entiende que nadie lo quiere, que el verdadero culpable fue Cuco Rovirosa, que, miren, aquí están los cartuchos quemados y acá las granadas lacrimógenas, y después de oír decenas de historias inconclusas y ver la sangre en la ropa de éste y de aquél, echo a andar con otros periodistas para recorrer los dos primeros kilómetros de la cola de vehículos detenidos bajo el Sol.

Mientras se reúne con Madrazo ante miles de acarreados en el Centro de Convenciones, los periodistas confirmamos que el PRD tiene seis bloqueos: además del ya descrito en El Portón, los restantes se ubican en el famoso campo petrolero Sen (municipio de Nacajuca), en el puerto de Dos Bocas (municipio de Paraíso) por donde sale todo el petróleo que se exporta; en la petroquímica La Venta; en la carretera que une a Coatzacoalcos con Mérida, a la altura de la ciudad y municipio de Cárdenas, a 50 kilómetros de aquí, y en el municipio de Centla, sobre el camino de Villahermosa a Puerto Frontera, donde Zedillo será agasajado con un banquete.

En lo que el Presidente vuela en helicóptero al municipio de Huimanguillo, sus invitados se dirigen por tierra a Puerto Frontera, en una peculiar formación: al frente van agentes del Estado Mayor Presidencial acompañado por centenares de porros, igualitos, por su aspecto y por su atuendo, a los de Macuspana; luego, siguen las camionetas de los personajes más distinguidos el presidente del Congreso local, los empresarios de cúpula y presuntos narcos, etcétera y, por último, nuevas fuerzas de choque.

El motivo de tales precauciones estriba en que, en un sitio llamado Santa Cruz, cientos de perredistas cierran el paso desde temprano. De modo que, en primer lugar, llega al bloqueo un convoy de cuatro vehículos del Ejército Mexicano, que se retira a las 11:20. A las 11:25 aparece una avioneta del empresario Francisco Rubio Solís, que sobrevuela el punto hasta las 11:50. Y a las 12:30 comienza el choque, cuando los porros cargan con garrotes, chacos y gases lacrimógenos contra los perredistas.

La violencia explota con repentina furia: decenas de autobuses son apedreados, un camión placas WL 30534 cargado con una dotación de sillas para el almuerzo es incendiado, al igual que uno de los microbuses de los porros y una camioneta Van. Mario Trujillo García, ex gobernador de Tabasco, según los perredistas, saca un revólver y comienza a disparar por la ventanilla de su camioneta Suburban: los campesinos contratacan con una lluvia de piedra y lo hieren en la mejilla izquierda.

De pronto, el empresario Francisco Rubio, el supuesto dueño de la avioneta, es obligado a descender del mismo auto en que iba Trujillo y la gente lo corretea hasta un pantanito cercano, donde el cacique de esas tieras tropieza y cae en el lodo, y con un odio y un rencor insospechables los campesinos literalmente lo pisan una y otra vez.

Y entonces deciden salvarlo.

Cuando algunos hombres y mujeres gritaban ``échenlo al fuego'' del camión de sillas, otros prefieren llevárselo a la agencia del Ministerio Público, en el vecino poblado de Vicente Guerrero, y ahí lo entregaron a las autoridades en compañía de un porro de nombre Eutimio de la Cruz Cruz, de 45 años, que parecía, sin embargo, de 70.

La amarga cena

Con un saldo negativo de inmensas pérdidas económicos y materiales, la visita de Zedillo termina antes de lo previsto. A las 16:40, el avión del Ejecutivo federal emprende el vuelo y regresa al instante la normalidad: es decir, el tráfico vuelve a fluir y por todas las estaciones de radio se reanudan los ladridos de los periodistas ``independientes'' contra Andrés Manuel López Obrador. Unos lo tachan de fanático, otros de enfermo obsesivo, todos de malnacido, malvado y malandrín.

Pero en la cárcel de Villa Vicente Guerrero a 10 kilómetros de donde el camión de las sillas, hecho cenizas, prosigue ardiendo y el calor del fuego y del aire es tan grande que hasta el asfalto se ha carbonizado y derretido bajo el armatoste, con leves escoriaciones en pecho y espalda que constato cuando el hombre me pide que le alce la camisa, el empresario Francisco Rubio, propietario de mil cabezas de ganado, gerente de una compañía constructora que hace carreteras aquí, en Chiapas y en Guatemala, pero socio y protector de la cooperativa de pescadores por él bautizada como El Terror de los Mares, recibe atenciones especialísimas en las oficinas del Ministerio Público, mientras la gente, afuera, celebra que esté preso y lo proclama con tal satisfacción como si acabara de capturar al Chupacabras.