Y es que en los 18 meses transcurridos del régimen, ningún producto básico o de uso generalizado ha quedado sin aumentar.
Los reportes de precios elaborados por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) detallan que en este sexenio los básicos se han elevado de la siguiente forma: frijol, 240 por ciento en promedio e incluso tuvo que intervenir Conasupo con las reservas de este alimento para impedir que su precio se fuera aún más arriba; pan blanco (bolillo) se incrementó en 50 por ciento; azúcar en 68.5; aceite comestible se ha elevado hasta en 70.0 por ciento en algunas marcas; la tortilla -con tres aumentos- se encareció en 86.0 y la leche pasteurizada ha sufrido un incremento promedio del 45 por ciento.
Algunos básicos se volvieron prácticamente inaccesibles como la carne de res, que pasó de tener un precio de entre 13 y 14 pesos el kilogramo a 28 pesos en promedio, según los mismos reportes de la Procuraduría del Consumidor, lo que significa un incremento de más de 100 por ciento. De este modo, hoy en día un salario mínimo apenas alcanza para adquirir 800 gramos de carne de regular calidad.
Los datos de la Profeco señalan que en el periodo de referencia se incrementó el jamón entre 54 y 63 por ciento, según marca y tipo; la leche evaporada aumentó en 113.0; mantequilla entre 112 y 123.0; miel industrializada, 92.0; pan de caja, entre 76 y 102.0, y las sopas de pasta incrementaron su precio entre 80 y 102 por ciento, dependiendo de la calidad de las mismas.
También se encareció la leche en polvo por arriba del 80 por ciento; salsas preparadas, en un 85; queso de puerco, 58.0; chiles de lata, 193.0; galletas de todos tipos entre 76 y 163; harina de trigo, 305.0 y la de arroz en 115.0; huevo, 42.0, y los alimentos infantiles preparados aumentaron por arriba del 40 por ciento.
Tanto en los básicos, como en los productos sustituibles ha sido lo mismo. Los refrescos se han elevado en promedio en 60 por ciento, después de varios aumentos derivados de la liberalización del precio del azúcar; papel higiénico, hasta en 57.0; jabones de tocador, 48.0, y en los detergentes se han dado tantos aumentos como marcas hay, según advierte el boletín Quién es quién en los precios, de la Profeco.
En esta carrera, los salarios han quedado atrás, muy atrás. En enero de 1995, el salario mínimo diario general del país ascendía a 16.34 pesos, ahora es de 22.55 pesos. Nominalmente esto significaría que las remuneraciones de los minisalarios se han elevado en un 38 por ciento en el sexenio y sin embargo, en términos reales, los aumentos al salario han quedado nulificados, pues la inflación se elevó en 1995 en 52 por ciento, y entre enero y mayo en 13.46, según el Banco de México.
Además, no se tiene que perder de vista que la canasta de precios de productos que mide el Banxico para determinar al inflación, ya está desfasada, según consideran economistas privados, ya que se toma en cuenta por ejemplo los precios de los huaraches como calzado, así como sólo algunas ciudades y precios promedio.
Así, el ascenso social y el bienestar se vieron severamente afectados en esta primera parte del sexenio, por el triple efecto combinado de crecimiento de los precios, desempleo y la caída del poder de compra. A ello se suman la caída del consumo generalizado, con el descenso del 22 por ciento en el rubro de construcción, del 96.0 en la adquisición de vivienda y de 59 por ciento en la compra de vehículos familiares en el periodo de referencia.
Más tiempo de trabajo y menos satisfactores
El constante -y en ocasiones acelerado- crecimiento de los precios de los productos elementales de la dieta de los mexicanos y el consecuente deterioro de los niveles de consumo de la población, no empezaron con este sexenio.
La política de liberalización de los precios -necesaria e irreversible, como la consideran los actuales funcionarios de Comercio- arrastra desde hace dos sexenios un movimiento generalizado hacia el alza, como lo demuestra un análisis elaborado por la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco) sobre los precios y su equivalencia en horas de trabajo, comparado con los reportes actuales.
El mercado es el fiel de la balanza.
Estos documentos demuestran que actualmente un kilogramo de tortilla es equivalente a 35 minutos de trabajo con salario mínimo. En 1982, al inicio de la política de cambio estructural y de modernización de la economía, se requería de 15 minutos de trabajo lo que significa que hoy, en junio de 1996, se necesita 130 por ciento más de trabajo que hace casi 14 años para consumir lo mismo.
En el caso del pan blanco -bolillos de 80 gramos-, el incremento en tiempo de trabajo para la compra de este producto aumentó más del doble, ya que ahora se precisa de 15 minutos de trabajo para adquirir un bolillo y en 1982 apenas se requerían sólo 2.6 minutos.
La misma comparación se puede hacer con la leche. Hace 14 años se precisaba de 32 minutos de trabajo, ahora su precio equivale a una hora y media. El triple.
En el caso del frijol y maíz estamos peor que hace dos sexenios, pues en ese entonces un kilogramo de este alimento significaba 42 minutos de minisalario y hoy en día para conseguirlos se deben laborar 3 horas 45 minutos.
Por lo que hace al azúcar, cuando los ingenios no habían sido privatizados ni las refresqueras participaban directamente en el control de la producción, el precio de un kilogramo era equivalente a 40 minutos de trabajo; su compra exige ahora de 3 horas y 45 minutos de labor.
La carne de res paulatinamente ha desaparecido de las mesas familiares, en particular del 30 por ciento de la población con más bajos ingresos que participan del 8.02 por ciento del ingreso nacional, cifra referida en la Encuesta Ingreso-Gasto de los Hogares del INEGI.
Se trata de más de 27.5 millones de habitantes para los que la cotización de este alimento ha alcanzado una alza de ``vacas locas'', ya que en 1982 un kilogramo de carne de res podía comprarse en las carnicerías a un precio equivalente a 5 horas con 16 minutos de salario mínimo, pero hoy un día de labor resulta insuficiente para adquirirla, se necesita de 11 horas con 39 minutos para comprar la misma cantidad del producto.
De esta forma, en materia de consumo, la población mexicana está peor que hace dos sexenios y de que México fuera merecedor de pertenecer al grupo de naciones altamente industrializadas y socio cercano de Estados Unidos y Canadá.
El desquiciamiento del mercado
Información de la Asociación de Estudios para la Defensa del Consumidor (Amedec) refiere que a pesar de las versiones oficiales que refieren la baja de la inflación, el mercado nacional continúa determinado por:
-Constantes y fuertes incrementos de productos básicos que tan sólo entre enero y mayo de este año fueron del 10 al 50 por ciento, en artículos como jugos, frutas, sopas de lata, gelatinas, mermeladas, cremas, yogures, bebidas alcohólicas, diversas legumbres, pan de caja, semillas, etcétera.
-La distorsión de precios, que hace que un mismo producto en una misma presentación, marca, contenido y calidad tenga diferente precio ``según la tienda donde se expenda'' y que llega a ser de hasta 200 por ciento la diferencia entre el lugar más caro y el más barato.
-El encarecimiento de servicios médicos, rentas y otros aledaños.
-La desaparición de algunas presentaciones de productos. Por ejemplo, algunos productores de conservas han dejado de elaborar variedad de mermeladas y la mayoría de los industriales han vuelto a producir presentaciones muy pequeñas de productos o han cambiado por envases y contenidos más económicos.
Sólo uno de los puntos presentados por la Amedec, el referente a la distorsión de precios, merece análisis aparte. Baste señalar que las diferencias de precios en frutas, verduras y hortalizas entre la Central de Abastos -al menudeo- y los autoservicios, es en promedio del 90 por ciento, ``aunque en algunos casos llega al 400 por ciento'', según el más reciente análisis del organismo.
Vienen más aumentos
Habrá más incrementos por dos vertientes, según informó el subsecretario de Comercio Interior de la Secretaría de Comercio, Eugenio Carrión Rodríguez: ``Los precios de diversos productos básicos se incrementarán en México al nivel que tienen en el mercado internacional, pues se están importando en grandes cantidades para complementar los faltantes nacionales''.
El Consejo Nacional Agropecuario, por su parte, advirtió en el mismo sentido que ``las perspectivas para los precios de los alimentos son muy desalentadoras por la sequía y la caída de la producción, por lo que numerosos alimentos frescos mantendrán altas cotizaciones en el mercado, particularmente en granos''.
Quizás nada caracteriza más lo que está sucediendo en el mercado como la frase escuchada recientemente en una tienda de colonia, donde una ama de casa pidió al tendero: ``un cuarto de litro de aceite y dos huevos, por favor''.