Y he aquí un tema más para esta segunda mitad del año. El gobierno de Estados Unidos acaba de declarar su no disponibilidad para apoyar a Boutros Ghali por un segundo término al frente de la Organización de las Naciones Unidas. Así que la búsqueda de una alternativa comenzará desde ahora a ser un nuevo elemento de debate y (presumiblemente) de confrontación entre países y regiones del mundo.
Con el nombramiento del futuro secretario general de las Naciones Unidas, muchos países intentarán posicionarse para obtener los mayores beneficios posibles. Tres grandes temas resultarán ineludibles en las negociaciones para encontrar un candidato viable después de Boutros Ghali. En primer lugar está el problema de la reforma interna de las Naciones Unidas. Desde hace tiempo varios países han manifestado su insatisfacción con el excesivo poder del Consejo de Seguridad limitado a cinco países (Estados Unidos, Francia, Rusia, China e Inglaterra). De una parte está la propuesta japonesa y alemana de ampliar el Consejo de Seguridad a estos dos países; que, dicho entre paréntesis, son el segundo y tercero aportantes de fondos a la organización. De la otra está una propuesta italiana, que recoge crecientes consensos, que pide una mayor democratización interna de la organización, además de una profunda revisión del derecho de veto del actual Consejo de Seguridad. Una sola cosa es segura: el nombramiento del futuro secretario general estará asociado a cambios en un sentido u otro de una organización que requiere serias transformaciones en sus estructuras fundamentales.
El otro tema es el del financiamiento. La ONU viven desde hace años al borde de una peligrosa parálisis operativa debido a la acumulación de pasivos. Y aquí tenemos a EU que debe mil 500 millones de dólares y que sigue sin honrar a sus compromisos, como forma para presionar a la reducción del aparato burocrático de la organización. Es posible que la actitud de Estados Unidos no implique solamente una voluntad de saneamiento financiero sino un deseo de reducción del peso político internacional de las Naciones Unidas. O, cuando menos, del grado de involucramiento de EU, en las acciones internacionales de la organización.
El tercer tema es el de las grandes directrices políticas de las Naciones Unidas, la redefinición de la estrategia de las operaciones de paz, la orientación de las iniciativas de las agencias, etcétera.
Muchos nudos se anudan en el presente anunciando decisiones inusualmente importantes y difíciles. Es posible que varios países europeos, africanos y asiáticos apoyen a Boutros Ghali por un segundo periodo. Entre las potencias, el actual secretario recibirá el apoyo de Rusia, Francia y China. Y es posible que en estos momentos la mayoría de los 185 países miembros apoyen esta actitud.
A favor del diplomático egipciano está la tradición. Hasta ahora todos los secretarios generales cumplieron dos periodos a la cabeza de la organización. Además de que la mayoría de los países del tercer mundo considera a Boutros Ghali un interlocutor genéricamente favorable a sus necesidades. China ya declaró que no aceptaría un nuevo secretario que viniera de Europa. Y el argumento tiene puntos de fuerza, siendo que de seis hasta ahora tres han sido europeos.
Si Boutros Ghali mantuviera su declarada voluntad de reelección podría crearse una situación inédita. Podría ocurrir que, aunque el Consejo de Seguridad alcanzara el consenso alrededor de un nombre, llevada la propuesta a la Asamblea General, ésta podría ser derrotada. Y este es el fantasma que agita el vocero del secretario general, declarando que el veto (estadunidense) puede ser vetado.
Pero como quiera que evolucionen las cosas, algo debería ser objeto de preocupación. Ninguna reforma de las Naciones Unidas será sostenible en el tiempo si no va asociada con un reconocimiento y una necesidad. El reconocimiento se refiere al hecho de que la complejidad de los problemas y las tensiones internacionales ya no pueden dirigirse enteramente a las Naciones Unidas. El riesgo es demasiado elevado y supone la posibilidad de una creciente inhabilidad operativa de la organización. La necesidad es la imagen especular del riesgo y apunta al fortalecimiento de organizaciones políticas regionales que hasta ahora han hecho muy poco, como la Organización de los Estados Americanos, la Organización de la Unidad Africana o la Liga Arabe. Para no hablar de la Unión Europea, cuyo perfil político sigue por debajo de las ambiciones económicas de los países miembros.
Esperemos que a alguien le caiga el veinte y que los próximos debates no se limiten a Boutros sí, Boutros no.