Una de la principales características del actual momento mexicano es la construcción de los nuevos parámetros para calcular, jerarquizar y ubicarse frente a la política. Cuando los viejos sistemas de credibilidad y de legitimidad se están transformando, sin tener otros nuevos, tenemos un país o una región sometidos a la incertidumbre propia de rumores y campañas de desprestigio que impiden construir alternativas y pactos políticos para salir de la crisis.
Cuando las principales noticias políticas de un país tienen que ver con el mundo de los delitos y la impartición de justicia, es probable que se deba a explicaciones mezcladas de este tipo: se están debilitando los muros de la impunidad; la sociedad se ha vuelto más demandante frente al gobierno; los medios de información procesan, amplifican y construyen la realidad de modo diferente a como lo hacían; el sistema político se está liberalizando, como etapa previa a una transición; se han intensificado las redes de la criminalidad y el narcotráfico y contaminan la vida pública; la lucha por el poder pasa por las urnas y al mismo tiempo se juega en pistas clandestinas, y muchas otras más.
Estos rasgos sirven para enmarcar un fenómeno que se repite en México: las campañas de desprestigio y golpeteo hacia actores políticos de oposición, hacia gobiernos de alternancia o hacia lo que pueda considerarse como amenazante para el conglomerado del autoritarismo político y de los grandes intereses económicos. Es una expresión diferente a la que rodea a los grandes crímenes y delitos pendientes de resolver. A pesar de que se pueden mezclar, no sólo por la temporalidad, sino porque puedan estar al mismo tiempo en un noticiario o en las primeras planas de la prensa, los efectos políticos son muy diferentes: unos son golpes a la política que anuncia el futuro, los otros son reacomodos de una estructura fracturada que ya no tiene reparación.
Es necesario distinguir este complejo problema: mientras el país espera los resultados de las investigaciones sobre el caso Colosio o la resolución del expediente de Raúl Salinas y las implicaciones de su hermano el ex presidente, existe un discurso social ampliamente compartido, en el cual, sin tener las pruebas y por pura sospecha, se da un juicio condenatorio que sólo espera la formalización penal. En este proceso no importa quién diga o afirme, porque se trata de versiones que casi todo el mundo comparte.
En el otro modelo la explicación es al revés, y el punto de partida tiene una premisa distinta: porque sé quién eres, puedo saber qué dices, cómo y cuándo. En este caso se encuentran los rumores sobre la renuncia del Presidente Zedillo o el reciente caso que afecta al gobierno panista de Jalisco. Son campañas orquestadas para debilitar; el caso más similar es el que se hizo sobre Cárdenas y el movimiento que generó el surgimiento del PRD. El operativo fue la construcción de una imagen de violencia que se difundió desde la televisión privada y la prensa que expresa los deseos del aparato gubernamental. Así, una opción política moderada y legal se ``transformó'' en algo violento y sin legitimidad. De igual forma, en estos días el gobierno que encabeza Alberto Cárdenas en Jalisco, ha sido objeto de una campaña de desprestigio. A una opción de gobierno que se ha empeñado en la lucha contra la corrupción se le quiere construir un clima de rumores y desinformación para vincularlo al narcotráfico. Como con el cardenismo, un movimiento que no rompió la legalidad, pero que se le hizo una leyenda de violencia a su alrededor para debilitar su fortaleza; ahora, al panismo, que se perfila como una opción importante de alternancia, se le quiere debilitar en su principal capital político, su lucha contra la corrupción.
Cuando una campaña se mueve en el nivel de identificación de la fuente, ya sea de los grupos, actores o interesados en dar el golpe, puede ser neutralizada mediante una activa defensa. En cambio, cuando una campaña deja de tener emisores localizados y se transforma en el fenómeno de Fuenteovejuna, lo más probable es que exista un triunfo, una eficacia completa, se trata de los consensos amplios a los que llega una sociedad. En el mismo caso se libró una batalla entre los dos modelos: en días pasados grupos organizados de la sociedad civil de Jalisco, panistas y no panistas, hicieron una justa defensa pública del gobierno y de su procurador de Justicia, Jorge López Vergara, con lo cual se demostró que, a diferencia de gobiernos de corte autoritario que tienen su fortaleza en el control del aparato y de los medios de información, un gobierno de alternancia tiene su fuerza en el apoyo que pueda tener de la sociedad y su legitimidad en el consenso que logre edificar.
En el actual debate político se necesita reforzar la construcción de los referentes que anuncian el futuro, es decir: alternancia, democracia, tolerancia, bienestar, derechos humanos, porque de otra forma nos podemos confundir como sociedad y pensar que es lo mismo la actual descomposición que nos ha dejado este sistema político que se resiste a morir, que los nuevos gobiernos de alternancia que están en la batalla del futuro por consolidarse.