La muerte no es solución de nada. Por el contrario, es el mayor testimonio de incapacidad: es la antítesis de la creatividad. Y cuando se trata de la muerte sistemática de grupos completos es decir, genocidio entonces estamos frente al mayor testimonio de inhumanidad.
Creíamos que el genocidio había quedado en el ataúd del mundo primitivo. Pensábamos que, cuando mucho, el genocidio registraba sus últimos vestigios en masacres como las recientes en la ex Yugoslavia, en pos de la limpieza étnica; o las de Somalia, a causa de disturbios internos. Sin embargo, nos equivocamos.
Mucho se parece a un genocidio silencioso, a cuentagotas lo que está ocurriendo hoy con los trabajadores migratorios en Estados Unidos (EU). Ciertamente, no estamos en presencia de una masacre de inmigrantes mexicanos en ese país. Pero sí están muriendo éstos en proporciones crecientes, ya casi de manera sistemática, por conductos ahora tan variados como las innovaciones tecnológicas.
Respecto a los tradicionales ahogados en su intento de cruzar el Río Bravo, ahora nos enteramos de acciones oficiales orientadas a provocar la volcadura de lanchas cargadas de inmigrantes (denuncia del Comité Independiente de Derechos Humanos de Chihuahua, La Jornada, 21/06/96). Igualmente nos enteramos de disparos a las llantas de automóviles que transportan presuntos trabajadores indocumentados, ocasionándoles lesiones, cuando no la muerte. Alcanzados esos extremos, o el de sheriffes de plano tirando a matar, sale sobrando la discusión acerca de accidentes automovilísticos provocados o no por la persecuciones de la migra. Accidentes también en ascenso, por cierto. A ello hay que sumar un mayor número de muertes a causa de deshidratación en el desierto de Arizona, o por picaduras de víboras de cascabel, o por caídas en las barrancas de California, y así por el estilo.El caldo de cultivo para todas esas muertes es uno y el mismo: los crecientes riesgos de la migración, derivados de un clima antiinmigrantes tan acentuado, que ya se le llama histeria. Un clima al que se le nutre más y más, sea por acción o por omisión de las autoridades norteamericanas.No son éstas las únicas responsables de esta especie de genocidio moderno o embrionario, si se prefiere: pero sí, las principales en lo inmediato. La cadena de responsables, incluidos los indirectos, es muy larga. Comprende a quienes han hecho de la migración un lucrativo negocio (polleros, enganchadores). Incluye a quienes, alimentados por el racismo o la xenofobia, han hecho un deporte, o su única manera de autoafirmación, la cacería de inmigrantes. Incluye, desde luego, al gobierno de México; por su incapacidad para ofrecer una vida digna a los emigrantes lo mismo que para defender sus derechos elementales, comenzando por el derecho a la vida.
En rigor, el virtual o incipiente genocidio de migrantes no se limita a México y EU. Bajo una óptica moderna, lo que presenciamos es un genocidio escalonado, o a plazos, por cuenta de la globalización neoliberal. Antes de morir, primero se excluye a los migrantes de la llamada fábrica mundial (y, por lo mismo, no tan mundial): se les avienta a las filas del desempleo. Enseguida, cuando quieren probar fortuna en otro país, se les excluye del mercado global: mientras que los agentes del mercado de capitales y mercancías circulan por todo el mundo con menos y menos obstáculos, éstos crecen y crecen para los trabajadores migratorios (agentes del mercado laboral). Luego, si logran traspasar los obstáculos migratorios, entonces se les excluye de la nueva sociedad, con una variedad de estigmas: extranjeros, despatriados... delincuentes. Y si aun así insisten en su necedad de vivir, entonces se les deja morir (en el desierto, por ejemplo); o se les aumentan los riesgos de muerte (persecuciones); o, de plano, se les mata. Si la muerte es a balazos o a golpizas, es lo de menos. Lo cierto es que el migrante moderno muere desde antes: como un vegetal repudiado por sus viejas y nueva patrias.
Hoy por hoy, sin embargo, el genocidio migratorio exhibe su mayor avance en la frontera México-EU. Por lo tanto, de lo que hagamos o no aquí, dependerá en mucho el desenlace global de esa peste moderna. Advertirla y denunciarla, es lo menos a hacer ya; aun si todavía no es un genocidio literal.