Así pues, el sueldo del Presidente es de poco más de 59 mil pesos mensuales. Se dice que a la suma exacta no se le agrega un solo centavo (aunque se llegó a ella con el reciente aumento de más de 3 mil pesos obtenido por los sindicatos de los empleados públicos). Esta es información de la oficina del señor Zedillo, conseguida mediante el amparo que obtuvo Alianza Cívica (AC) ante el ilegal silencio de un año por parte de esa dependencia.
Es posible que por concepto de salarios el señor Zedillo sólo reciba la cifra que dio a conocer el gobierno. También es posible que el mismo alto funcionario se haya reducido el sueldo en 52 por ciento, como dicen. Pero no es claro cómo al reducirle ese porcentaje a unos 14 mil pesos mensuales (salario asignado al Presidente de la República en 1994) resulten casi 60 mil pesos. Para la Presidencia es muy sencillo: Salinas ganó 124 mil 372 pesos con 75 centavos netos hasta el 30 de noviembre de 1994 (cuando el dólar estaba a 3 pesos 45 centavos). Pero, quién decidió, cuándo lo hizo y con fundamento en qué textos jurídicos, que el sueldo del señor Salinas se elevara de menos de 14 mil pesos netos asignados en el Proyecto de Presupesto de la Federación de 1994, a los casi 124 mil pesos realmente pagados, según la oficialidad? Mientras esto no se explique, es legítimo pensar que un salario que debió ser de unos 14 mil pesos en 1994 y hoy es de casi 60 mil pesos, aumentó más de 300 por ciento, unos 46 mil pesos por mes.
El salario del señor Salinas (que debe seguir percibiendo hoy, pues parece que los ex presidentes reciben vitaliciamente los ingresos del puesto que han dejado) fue durante 1994 de 432 mil 600 dólares netos, es decir, de más de 36 mil dólares mensuales. Salinas no logró empujar a México hacia el Primer Mundo y el Club de los 7, pero si se pagó a sí mismo más del doble de los 200 mil dólares anuales brutos que percibe el presidente de Estados Unidos.
En dólares de hoy, los casi 60 mil pesos mensuales que la ciudadanía le paga al señor Zedillo (sin haberlo decidido ella misma) es de sólo un poco más de 8 mil dólares mensuales, o de unos 97 mil dólares anuales. Qué pena que los informadores de la Presidencia no dijeran que en realidad Zedillo se redujo su salario en dólares en casi 80 por ciento tras los errores de diciembre del 94.
Es cierto que a algunos (a mí no) puede parecerles descabellada la idea del Tonto del Pueblo de que el presidente y sus ministros (también los legisladores, propone el Tontísimo del Municipio) no cobren ningún sueldo por tener el honor de servir a la ciudadanía, a la República y a la Patria. Pero sí parece aceptable que se le paguen algunos gastos derivados de sus funciones. Aunque vale la pena recordar que en las comunidades indígenas de las que tanto se enorgullece hoy el gobierno, quienes ocupan un cargo público no sólo no cobran por ello, sino que se arruinan por la carga que ese cargo les representa durante un año. Ellos no dudan en hacerlo, más bien suelen desearlo, porque eso representa el prestigo de haber hecho su contribución al grupo que les da identidad.
El Presidente podría no cobrar por el trabajo que realiza: como lo recordó hace poco Jaime Avilés, no tiene que pagar prácticamente por nada, y además, como lo ha señalado insistenetemente AC, dispone discrecionalmente de 650 millones de pesos anuales, o sea más de 86 millones de dólares (casi un millón 800 mil pesos o casi 238 mil dólares diarios) del Programa de Gastos Contingentes comúnmente conocido como Partida Secreta.
Sin contar que, además, en el ramo 00023 dispone de 19 mil millones de pesos (unos 2 mil 533 millones de dólares anuales, más de 52 millones de pesos o casi 7 millones de dólares diarios) para la protección de su propio salario y de los sueldos y aguinaldos de los altísimos funcionarios a su cargo y cuidado.
De estos gastos nadie informa nunca nada, y quienes debieran hacerlo son propensos a usar para ello palabras y gestos al estilo de un dirigente panista o del pastor de la diputación oficial.
Los ciudadanos de cualquier país suficientemente democrático (en Francia hasta los extranjeros) son informados de cómo se gastan sus impuestos. Podemos aceptar que algunos gastos presidenciales (cuáles?) puedan ser temporalmente confidenciales. Pero la forma de ocultar en México la información sólo puede generar la sospecha de que nuestros gobernantes utilizan buena parte del erario público de manera más inconfesable que secreta. Esta sospecha persistirá mientras no haya información completa, transparente y oportuna.
De todo esto habló AC esta semana. Pero casi toda la prensa se centró en la respuesta parcialísima de la Presidencia. Es que Alianza es sólo una organización ciudadana...