Ugo Pipitone
Política exterior USA

No hablemos de doble moral. Sería una forma de condena ética que tal vez estrecharía la capacidad de entender. Y sin embargo es notable en los últimos días la diferente forma en que Estados Unidos se puso frente a dos procesos democráticos: Colombia y Rusia. En el primer país el presidente Samper fue exonerado por el Congreso colombiano de los cargos de colusión con el narcotráfico. Y aquí EU muestra un rostro agresivo que lo lleva a involucrarse en la política interna de Colombia. A Washington no gusta Samper y no pierde ocasión de decirlo. Hablar de intromisión es hasta trivial.

Sin embargo, en referencia a otro acontecimiento democrático (las elecciones presidenciales en Rusia), Estados Unidos asume una posición responsable. Incluso teniendo frente a sí el espectro de una posible (e improbable) victoria electoral del comunista Ziuganov, Washington se apura a declarar que la cooperación militar con Rusia seguirá el rumbo trazado en los últimos años.

Cómo compaginar entre sí actitudes tan diferentes de la política exterior de EU? La respuesta fácil frente a esta evidente contradicción sería que mientras Rusia es y seguirá siendo uno de los grandes poderes mundiales con el cual más vale encontrar fórmulas de cooperación, Colombia es uno de los traspatios latinoamericanos del cual EU no está dispuesto a tolerar manifestaciones graves de indisciplina o sea, de autonomía. Y es probable que algún elemento de verdad haya en esta interpretación.

Pero, como ocurre a menudo en los espacios de la historia, las verdades nunca son absolutas, y menos aún definitivas. Hay algo más. Qué? Si quisiéramos decirlo con una palabra, tal vez la más adecuada sería: desconcierto. Estados Unidos aún no encuentra la fórmula para asumir un papel reconocible y coherente en el contexto de las grandes transformaciones del mundo en este fin de siglo. Y esa mezcla de antiguos reflejos imperiales con respecto a la soberanía de otras naciones es la mejor prueba del trastorno actual de la política exterior estadunidense.

Estados Unidos es un país con historia, no mucha para decir la verdad. Pero han sido dos siglos independientes a lo largo de los cuales el país intentó combinar la pujanza de su economía con el reto de establecer con el resto del mundo relaciones de algún tipo. Entre fines del siglo pasado e inicios del actual, la política de EU fue eminentemente imperial. Theodor Roosevelt es el gran símbolo de la voluntad expansionista de un país que acababa de consolidar a su propia revolución industrial, que flexionaba los músculos con vigor y confianza en su nuevo papel mundial. La arrogancia fue entonces la clave del naciente poder mundial estadunidense.

Vino después otra época, que va de Woodrow Wilson al Plan Marshall, en la cual EU asumió, con grandes costos, un papel de responsabilidad y sacrificio en el contexto mundial. Muchos miles de jóvenes estadunidenses murieron en los campos de batalla europeos y asiáticos, para conservar abiertas las posibilidades de una democracia amenazada. A conclusión de la última guerra, el Plan Marshall confirmaba una voluntad de sacrificio nacional en beneficio del bienestar y la capacidad de desarrollo de otros países.

El tercer ciclo (para razonar en una forma muy gruesa), en el contexto de la guerra fría, vio el renacimiento de actitudes imperiales de la política exterior de Estados Unidos. El gran símbolo de este periodo es, evidentemente, el binomio Nixon-Vietnam. Esta nueva oleada llegó a uno de sus puntos altos con las intervenciones militares en Granada y Panamá bajo el presidente Reagan.

La gran pregunta es dónde estamos ahora? Y la única respuesta posible es que estamos en las fases preparatorias de un nuevo acomodo en lo que concierne a las relaciones entre EU y el resto del mundo. Una fase confusa y cargada de contradicciones. Y tenemos así, de una parte, la intervención USA (mediada por la Naciones Unidas) en la ex Yugoslavia, o la actitud a favor del proceso de paz en Medio oriente y, de la otra, sin embargo, la Helms-Burton o la reciente actitud estadunidense frente a Colombia.

Estados Unidos está destinado a diseñar una política de cooperación y entendimiento con el resto del mundo, y sin embargo los resabios de un pasado que no termina de morir obstaculizan el diseño de un nuevo perfil internacional de EU. No queda sino esperar que Clinton (o quien sea) pueda, en los próximos años, entender que el ciclo imperial estadunidense se ha cerrado y que un nuevo ciclo debe abrirse. Mientras más pronto lo descubra Washington mejor será para todos.