Murió Ella Fitzgerald: voz, alma y primera dama del jazz
Arturo García y Agencias, Los Angeles, Cal., 15 de junio Fue una de las mayores voces del jazz contemporáneo, ``la primera dama del jazz'', una verdadera reina negra del canto. Y sus interpretaciones de los grandes autores estadunidense de canciones Greshwin, Kern, Porter, Berlin son considerados entre los documentos más duraderos de la música de Estados Unidos, el legado excepcional de quien ayer pasó a la inmortalidad. Tenía 78 años.
Ninguna otra cantante como Ella Fitzgerald decían los críticos, y casi ningún otro músico de jazz dominaba tan vasta gama de música con su voz de ``soprano estática'', su ``sonido puro y brillante, que abarca una escala amplísima'', y su estilo ``suave y claro''. Pero no era sólo voz: era genio, era alma, tenía ese espíritu y ese sentimiento que se mantuvo intacto a lo largo de los años.
Murió en su casa de Beverly Hills, California, apaciblemente y rodeada de familiares y amigos. Desde 1993, tras padecer múltiples complicaciones derivadas de la diabetes, había sufrido la amputación de las dos piernas. En el verano de 1985, tuvo que interrumpir un concierto para ser internada de urgencia en un hospital afectada por un edema pulmonar. Ya en 1986 sobrevivió a un ataque cardiaco que marcó el inicio de un gradual deterioro físico. A decir de un amigo de la familia de Fitzgerald, Lady swing murió ``mientras dormía, rodeada por sus amigos''. Sus funerales se realizarán en la más estricta intimidad.
Nacida en Newport News el 25 de abril de 1918, llegó al mundo con la música en las venas. ``Sorprendentemente comencé como una bailarina'', recordó Fitzgerald en sus memorias. Demasiado tímida para cantar, aprendió desde muy joven a ganarse la vida bailando por las calles, mientras su primo cobraba a los paseantes.
Con toda la sencillez y franqueza de sus 16 años, se animó a participar en un concurso en el Teatro Apollo de Harlem, Nueva York. Arriba del escenario, de pronto perdió su timidez y en lugar de bailar su rutina habitual se lanzó a interpretar las canciones ``Judy'' y ``Objet of my afection''. El premio que ganó fueron 25 dólares y un breve contrato con la banda del baterista Chick Webb, El Jorobadito, célebre por los cambates musicales que entablaba contra otras orquestas.
Ni más ni menos que con ese acompañamiento inició Ella su carrera profesional. Tras la muerte de Webb en 1939, cinco años después del ingreso de Fitzgerald, la cantante se puso al frente de la banda durante un tiempo. De sus inicios con la banda de Webb, Joachim E. Berendt cita en su libro El Jazz el testimonio de la pianista y arreglista Mary Lou Williams: ``Cierta noche andaba yo vagando por Harlem y llegué finalmente al Savoy (Ballroom). Después de bailar algunas piezas, escuché una voz que me produjo verdaderos calosfríos en la espalda... Corrí hacia el escenario para ver a quién le pertenecía esa voz, y descubrí a una muchacha de aspecto agradable y piel morena, parada ahí con toda modestia y cantando esas cosas maravillosas. Me contaron que se llamaba Ella Fitzgerald y que Chick Webb la había sacado de un show de aficionados''.
Originalmente destacada como una excepcional vocalista de swing, su gran triunfo en los años 30 fue ``A-Tisket, A-Tasket'', una canción escribió Berendt ``ingenuamente juguetona, envuelta en los sonidos del swing de la época''.
Luego de abandonar lo que había sido la banda de Webb, durante decenios Ella actuó con tríos acompañantes (Oscar Peterson, Paul Smith). En los 40 ``sus vocalizaciones improvisadas sobre temas como ``How high de moon'' o ``Lady be good'' condujeron al corazón de bop''.
En la década de los 50, formó parte de la compañía de conciertos Jazz at the Philharmonic, de Norman Granz. También grabó con Duke Ellington, Count Basie, Louis Armstrong y Frank Sinatra. Fue en esa época que desarrolló una madura concepción de la balada. Entre los 60 y los 80, en medio del cisma musical que representó el encumbramiento del rock y la sucesiva aparición de otros ritmos y géneros, Fitzgerald ``conservó un dominio supremo de todos los distintos estilos por los que ha vivido y cantado''.
Antes que la amputación de sus piernas pusiera fin a su larga y prolífica carrera, ofreció un concierto en el Civic Auditorium de San Francisco con el que clausuró el ``Festival Pop'' acompañada por la Orquesta Sinfónica de esa ciudad. Narró en aquella ocasión el periodista Jorge Brignole: ``Ya con 70 años y frágil estado de salud, la 'joya del jazz', como muchos la llaman, avanzó por el gran escenario enmarcado por la Sinfónica de San Francisco luciendo un vestido negro y tratando de ver a través de sus gruesos anteojos a una multitud que la aclamaba de pie, gente de todas las edades, gente que acudió al espectáculo más para verla que escucharla, porque todos tienen su voz en casa, en discos. Se medio sentó en un desnivel y explicó en voz baja, como una confidencia, 'me lo aconsejó el médico', después se sumergió por 65 minutos exactos, en el canto, su mundo''.
En 1993 las complicaciones de la diabetes, con la amputación, prácticamente habían puesto fin a una larga carrera en la que dominó medio siglo de jazz vocal, con el tratamiento instrumental de una voz de tesitura amplia, cargada de expresividad. Será recordada siempre por sus interpretaciones, mezcla de soprano con ritmo de swinging.
Ganadora de trece premios Grammy, en 1994 la Universidad del Sur de California le entregó el doctorado Honoris Causa por ser ``una redentora de los intelectuales de nuestra era'', como la calificó Steven Sample, presidente de la institución.
Desde entonces se convirtió en la intérprete más prolífica del jazz, con más de 250 discos y múltiples galardones a lo largo de su carrera.
Entre ellos se encuentra la canción ``A-Tisket, A-Tasket'', situada en el ``Grammy Hall of Fame'', dedicado a los temas musicales más importantes de la historia. La canción, escrita cuando tenía 20 años como regalo para Chick Webb, que se encontraba en el hospital, no consiguió devolverle la vida al músico pero situó a Fitzgerald en la ``realeza de la música'', como decía Duke Ellington.
Según la crítica internacional, Ella consiguió demostrar que una mujer era capaz de cantar swing con tanta dureza como un hombre e incluso mejor.
Si Cole Porter siempre ha sido considerado como el erotismo de la música y George Gershwin como su idioma, Ella consiguió por méritos propios convertirse en ``la reina del blues''. El camino no fue fácil; el reconocimiento internacional le llegó hasta que aprendió ``bebop'' del maestro Dizzy Gillespie, técnica que mejoraría y a la que aportaría su estilo personal.
Entre sus creaciones de antología figuran ``Bassin Street Blues'', ``Oh, Lady be good'', ``How high the moon'', ``Air mail special'', ``Flying home'', ``Ella hums the blues''. También incursionó con maestría en el repertorio de la bossa nova brasileña con ``Desafinado'' y ``Corcovado''.
Fitzgerald se casó dos veces: entre 1941 y 1943 estuvo al lado de un trabajador portuario, y de 1948 a 1952 se unió al músico de jazz Ray Brown. En 1950 nació su único hijo, Ray Brown Jr.
Entre las primeras reacciones por la muerte de Ella Fitzgerald está la del presidente estadunidense William Clinton, de marcada afición por el jazz, quien dijo que ``su voz fenomenal estará siempre cerca de los corazones de las futuras generaciones de norteamericanos'', y dirigió un mensaje de condolencia a la familia. ``El mundo del jazz y la nación han sufrido una terrible pérdida con el fallecimiento de una persona de ese enorme talento, gracia y clase'', dijo.