Jorge Esquinca
Borges : Two english poems, una versión
En el último de sus Nueve ensayos dantescos. Borges repasa las distintas lecturas que los comentaristas han hecho en torno a la figura de Beatriz, luz en el túnel de la Divina Comedia. Menciona, entre otras, la hipótesis de Guido Vitali quien se pregunta si Dante, al crear el Paraíso --el canto tercero de su obra-- no tuvo más propósito que fundar un reino para su Dama. Quienes tengan presente la Vita nuova, la espléndida obra del entonces joven poeta florentino, recordarán el momento en que Dante, aludiendo a Beatriz tiene que callar pues sabe (o espera) que le será dado decir de ella lo que de ninguna mujer se ha dicho. Borges añade: ``Yo iría más lejos. Yo sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz. Mejor dicho, los círculos del castigo y el Purgatorio austral y los nueve círculos concéntricos y Francesca y la sirena y el grifo y Bertrand de Born son intercalaciones: una sonrisa y una voz, que él sabe perdidas, son lo fundamental''.
La sonrisa, la voz, la pérdida. Hace más de 60 años, en 1935, Borges publica un libro de cuentos. Historia universal de la infamia, cuentos que --y cito aquí la Biografía literaria de Emir Rodríguez Monegal-- ``fueron escritos y pensados para un público popular''. Pero no son estos relatos lo que me interesa --ya que hemos de hablar de Borges el poeta-- sino la dedicatoria del libro. ``Memorable --dice Rodríguez Monegal-- porque es el primer ejemplo publicado de prosa de Borges en inglés. Todos sabemos que merced a Frances Haslam, su abuela inglesa, Borges aprendió desde niño a pensar y sentir en inglés, al mismo tiempo que aprendía el español. ``Un idioma --dice Borges-- es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos''.
Esta dedicatoria, a una mujer inglesa a la que Borges sólo menciona con las letras iniciales de su nombre, dice en inglés lo siguiente: I offer her that kernel of myself that I have saved, somehow the central hart that deals not in words, traffies not with dreams, and is untoched by time, by joy, by adversitu.
Bien. 29 años después, Borges publica el que es para mí uno de sus más entrañables libros de poemas, su título: El otro, el mismo. En el acostumbrado prólogo, dice que ``la raíz del lenguaje es de carácter mágico'', que la poesía actúa de un modo ``vacilante y osado, como si caminara en al oscuridad''. El primer poema de este libro --una descripción dolorosa y desencantada de los arrabales de Buenos Aires-- se llama ``Insomnio''. El segundo es doble. ``Two english poemas''. ``Dos poemas ingleses'', fechados en 1934, escritos en inglés, incluidos en el volumen sin ninguna explicación. No se sorprendan si les digo que esa bellísima dedicatoria que he citado es la parte central de estos poemas. Pero ahora --30 años después-- hay otro nombre de mujer en la dedicatoria: Beatriz Babiloni Webster de Burlich, ni Rodríguez Monegal, autor de la minuciosa biografía literaria acierta a identificarla y más bien lanza una conjetura: Borges habría jugado con un nombre, ``desgraciado y solitario'' como nos refiere que fue en esa epoca de su vida, Borges habría encubierto tras la máscara de otro idioma un sentimiento auténtico, una emoción que dedica a la mujer que reúne en su nombre a la mujer por excelencia: Beatriz, ella misma disfrazada por la sofisticación de sus apellidos: Babiloni Webster de Burlich: máscara sobre máscara.
Sin embargo ese par de poemas nos habitan. Son los únicos que Borges publicó en inglés. No dejo de ver en ellos el fraseo de los poetas que admiraba: Whitman y Blake, algún eco modernista y, ya en plan de polémica, cierto Neruda. Qué tentación traducirlos. Entre nosotros David Huerta cita, como epígrafe de uno de sus poemas, las primeras líneas y José Emilio Pacheco hace una limpia traducción de ambos. Aquí ofrezco la mía. Las versiones difieren, aunque parten quizá de la misma premisa: Borges sintió estos poemas en inglés y los escribió en ese otro idioma que amaba: imaginó entonces que algún día nos haría entrar en el laberinto de traducirlos, de imaginar en ellos la inevitable derrota del traductor, la sombra que arrojan unas palabras al repetir, como Dante, como él mismo, el nombre, el inalcanzable nombre de Beatriz?