A los certificadores de conducta antidrogas,que ya afilan de nuevo sus navajas.
A la salud de los niños.
Para sorpresa del mundo, todavía podría descubrirse algo peor, inmensamente peor que el chupacabras. Algo que, además, es más hábil, mucho más hábl que el mismo Fantomas, ratero famoso por nunca dejar rastro de sus fechorías.
Ese algo es el chupadrogas. El chupacabras se ganó el pánico de mucha gente sólo por succionar la sangre de uno que otro animal. En cambio el chupadrogas succiona la vida misma, a cambio de un placer efímero. Y no de unos cuantos animales, sino de millones de drogadictos. El chupadrogas ataca a toda suerte de mortales: niños y ancianos, hombres y mujeres, ricos y pobres; blancos, negros y amarillos.
Y los ataca de manera incansable. Es capaz, inclusive, de inventar drogas muy baratas (cemento, crack) para que ni los marginados queden fuera de su dominio. Es capaz de instalarse en las propias escuelas de primaria a fin de ganar adeptos, desde muy pequeños. Y de ganarlos a base de trucos de plano crueles, como el de mezclar la droga con tal o cual dulce. Dulces que primero se regalan y luego, cuando el niño ya es adicto, se cobran más y más caros (ya no como dulces).
En definitiva, el chupadrogas es superior al chupacabras. Mientras que éste ya casi desaparece, el chupadrogas no deja de crecer. Y mientras que el chupacabras fue descubierto apenas en un puñado de países, el chupadrogas ya tiene presencia en todo el mundo. En suma, pese a ser mucho más malo que el chupacabras, se las ha ingeniado para pasar despacito, sin que nadie lo note; sin ocupar jamás la primera plana de ningún periódico.
Para los más exigentes, puede encontrarse una muestra aún mayor de la singular habilidad del chupadrogas. Por artes de quién sabe qué extraña magia, ha logrado superar el ingenio de quienes suelen señalar a otro como el ladrón, cuando ellos son los ladrones. Primo de los zorros, el chupadrogas se las ha ingeniado para dejarse descubrir precisamente en el país donde más adictos ha ganado y, por lógica, donde menos peligro corre. Ese país es Estados Unidos.
Ahí, el récord del chupadrogas es en verdad impresionante. Ya logró convertirlo en el principal consumidor de drogas en el mundo; y, de paso, en un gran narcoproductor, tan sagaz, que se la vive liquidando a sus competidores (cárteles) en otros países. Además, los adeptos del chupadrogas ya habitan en todos los rincones de la gran potencia: desde los barrios más bajos, como Harlem en Nueva York o los Projects de Nueva Orleáns, hasta las colonias más lujosas, como Beverly Hills en California o Potomac en Maryland, para no hablar del mismísimo Washington D.C., sede del gobierno norteamericano; ni de Wall Street, sede de las cúpulas empresariales.
Obviamente, el descubrimiento del chupadrogas en un lugar así, no amenaza su vida en lo absoluto. Al contrario, es la mejor garantía de que su persecución siempre será infructuosa. Es la misma lógica del ratero descubierto por su padre: tal vez lo regañará, pero jamás lo entregará a la policía. O la lógica del cómplice por instinto de sobrevivencia; ya está tan extendida la drogadicción (y los narconegocios) en Estados Unidos, que la vida misma del país depende en mucho de la vida del chupadrogas. Si éste muriera, tal vez se paralizaría buena parte de la economía, y de la política, y aun de la cultura norteamericanas.
Pero falta otra habilidad, digamos la habilidad suprema del chupadrogas. Con su magna audacia también conocida como simple cinismo ha logrado que sólo haya un juez en la lucha contra el narcotráfico. Y, para colmo, ese juez es ni más ni menos que el gobierno de Estados Unidos; vale decir, un narcojuez. Si hubieran más jueces, o sólo uno, pero juez en serio, entonces sí peligraría la vida del chupadrogas.
Aquí llegamos a nuestra única y sencilla propuesta: crear un Consejo Mundial Antidrogas que, al integrarse por personalidades elegidas en los más diversos países, realmente pueda encabezar con eficacia la lucha contra las drogas. Porque si el gobierno de Estados Unidos insiste en ser él quien expida los certificados de conducta antidrogas, sólo concitará más y más repudios. El chupadrogas seguirá vivito y creciendo; y Estados Unidos, con todo y su enorme pueblo, drogándose y muriendo.