A Carlos Payán. Por el arte de abrir las manos
El informe emitido el 3 de junio por Juan Ramón de la Fuente, secretarío de Salud, en relación a la creación de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CNAM) invita a la cavilación e impone la siguiente pregunta: qué tan distinta es la rama de la medicina de otras profesiones? Arquitectos, contadores, literatos o pintores carecen de comisiones de arbitraje, y, hasta donde sé, no existen iniciativas para constituirlas. Es ése el ámbito en donde debe contextualizarse la génesis, necesidad y labor futura de la CNAM: las interacciones entre enfermos y doctores requieren de transparencia y eficiencia ``absolutas''. De ahora en adelante, en medicina, la importancia de los árbitros será similar a lo que sucede en el deporte: en el futbol llanero, en donde los jueces son infrecuentes, corre más sangre. De ahí que la conclusión sea gratuita: entre la ciudadanía y la profesión médica hay querellas insalvables que requieren de un tercero para ser dirimidas. Incluir jueces en el ejercicio de la medicina parece ser un mal necesario.
Inmunes por años a los malos hábitos de la medicina estadunidense, en donde la parafernalia es tan avasalladora como ausente el cariño entre galeno-paciente, nuestra profesión ha seguido cultivando la transferencia de sentimientos entre uno y otro como piedra angular para el éxito de este milenario arte. Sin embargo, los males se contagian más facilmente que las virtudes: en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, los reclamos de enfermos son una de las quejas principales. La génesis de los desencuentros son demasiados y enlistarlos es ocioso. La negligencia es el común denominador y es ahí en donde tendrá que bregar la naciente comisión. Lo que sí sería erróneo soslayar es que la negligencia suele tener más de una cara.
En sociedades tan maltratadas como la nuestra, los innumerables desaciertos políticos, acumulados con tesón durante las últimas seis décadas, son el primer rostro de la negligencia. Ejercer la medicina en pacientes crónicamente desvalidos, sin drenaje, sin agua, en quienes la prevención de patologías y la calidad de la nutrición no son adecuadas, es faena compleja. Otros lastres complican aún más la labor: cobertura insuficiente, usuarios que acuden con enfermedades ``avanzadas'' y material médico escaso. El segundo semblante de la negligencia es la calidad promedio ``no óptima'' de la mayoría de los hospitales, así como los errores médicos atribuibles, o no, a la preparación enjuta de algunos galenos en el país. Las ópticas múltiples de la CNAM deberán incluir los avatares previos antes de emitir juicios, pues practicar la medicina en tales circunstancias es complicado.
Dice De la Fuente: ``No hay duda, la garantía del derecho a la protección de la salud consolida nuestro sistema de justicia social. Para fortalecer esa garantía, para mejorar la calidad de los servicios médicos en nuestro país, para contribuir a la resolución oportuna de conflictos suscitados entre los usuarios y los prestadores de servicios médicos, y en respuesta a las demandas que la sociedad ha formulado sobre el particular, el Ejecutivo Federal ha dispuesto la creación de una Comisión Nacional de Arbitraje Médico...''. Asimismo, en el Diario Oficial de la Federación del 3 de junio, en el artículo 4o. se acota, la Comisión Nacional tendrá los siguientes atributos: ``Intervenir en amigable composición para conciliar conflictos derivados de la prestación de servicios médicos por alguna de las causas que se mencionan: a) Probables actos u omisiones derivadas de la prestación del servicio, b) Probables casos de negligencia con consecuencias sobre la salud del usuario''.
Acorde con las reflexiones del secretario de Salud, la dependencia de marras fortalecerá la alianza entre galenos y pacientes. Agrego que la medicina es una disciplina imperfecta, inexacta y que está sometida a innumerables circunstancias y múltiples influencias ajenas tanto al enfermo como al médico; la calidad de los fármacos, la veracidad de los exámenes de laboratorio y gabinete, la eficiencia de servidores públicos, la disponibilidad de recursos, etcétera, son tan sólo algunos de los elementos que decoran el complejísimo tinglado de la enfermedad. De la mayoría de ellos, el responsable es el gobierno. Aclarado esto, queda el fenómeno de la negligencia. La negligencia, aislada de las condicionantes sociales antes mencionadas.
Todo paciente y todo médico, toda enfermedad y toda institución conllevan muchas historias. Ese enrejado de circunstancias deberá disecarse bajo las múltiples realidades que conforman los universos englobados dentro de la dinámica enfermedad, actuar médico y negligencia. En ese tamiz, medir desaciertos es tarea infinitamente compleja. El éxito de la CNAM dependerá de la sabiduría que tengan el comisionado y los consejeros médicos de ese organismo, así como de sus destrezas clínicas.