La Jornada Semanal, 9 de junio de 1996


Seis coordenadas del planeta Lezama

Ernesto Hernández Busto

Lezama Lima, dueño de un lenguaje único, que quizá le deba tanto al barroco como a su asmática respiración y a los puros fumados en el trópico, sigue deparando sorpresas. En 1992, se publicó su luminosa y divertida correspondencia con Rodríguez Feo, y en 1993 apareció en Cuba el volumen de inéditos Fascinación de la memoria. Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968), quien publicará en Aldus el libro Perfil derecho, ofrece el vocabulario clave para viajar al planeta Lezama.



Imagen: Es el centro, el concepto básico de toda la poética de Lezama (poética que es también una metafísica, una erótica, una política...). Lezama usa pocas veces la palabra "imagen"; prefiere el término imago, que utilizaron, entre otros, los discípulos de Avicena y los poetas del Dolce Stil Nuovo. La imago es sinónimo de la sustancia, encadenada a una extraña fisiología. Pero es, sobre todo, el alcance supremo de la Poesía y el logro parcial al que aspira el poema. Es además "la unidad más profunda conocida entre lo estelar y lo telúrico", la hipóstasis, el continuum que se alterna con la "causalidad metafórica". La imagen es un atributo del mundo, y no del poeta,como a menudo se dice que dice Lezama.

Súbito: "Conocemos el sonido de la palmada de dos manos, pero cuál es el sonido de la palmada de una sola?" El texto es el de un antiguo koan de la escuela budista Chang o Zen, cuyos seguidores buscan alcanzar el estado de iluminación mediante el empleo controlado de lo que Lezama llamó súbito, experiencia de revelación poética por medio de un nuevo nexo causal entre sucesos aparentemente distantes. Miro un objeto muchas veces, decía Joyce, y cada mirada captará un instante, un ángulo de ese objeto; un día, una mirada logrará enredar, en un relámpago de la visión, la total summa (que no la suma aritmética) de esos ángulos o instantes: se ha cumplido, al mismo tiempo, el regalo supremo del objeto y de la visión.

Vivencia oblicua: El Súbito procede casi siempre por medio del tejido, de los nexos ignorados, inalámbricos, ensartando por "gravitación" o magia simpática dos hechos cuyo recorrido era y seguirá siendo paralelo. Un ejemplo: entro a mi cuarto habitual dice Lezama en alguna carta y al apretar el interruptor de la luz, revienta una cascada en el Ontario. Al Súbito Lezama lo llama "Caballo de San Jorge", porque, según la leyenda, cuando San Jorge mata al dragón de un lanzazo, muere también por qué?, el caballo, de muerte no causada. Este principio parece ser más familiar a los científicos que a los poetas: la famosa mariposa que desata tormentas cósmicas, o la extraña idea de Walter Tritsch, quien en una conferencia en el Instituto de Altos Estudios Económicos de Sankt Gallen habló de fenómenos paralelos, pertenecientes a mundos de distinta estructura, y puso un ejemplo que hubiera complacido a Lezama: "Supongamos que se observa que cada vez que un determinado vendedor de diarios vende en Zurich una determinada revista, en los desiertos de Libia un determinado camello balancea la cabeza." Dentro de ese universo regido por analogías, figura también el principio de sincronicidad, que C.G. Jung usó para explicar la filosofía china y un texto fundamental que Lezama consultaba constantemente: el I Ching o Libro de las Metamorfosis.

Teleología Insular: Ya desde su temprano Coloquio con Juan Ramón Jiménez (1937) Lezama consigue afirmar el tema de la isla como una realidad no sólo natural o cultural, sino indicadora de una posibilidad menos restrictiva que la puramente geográfica. "Nosotros dice Lezama allí obligados forzosamente por fronteras de agua a una teleología, a situarnos en la pista de nuestro único telos..." La frase propone una misión interior, una vocación monástica que se comunica quizás con la aspiración del Padre Félix Varela a una insularidad mimética, donde la política debía emular la geografía: "Desearía ver a Cuba tan isla en lo político como lo es en naturaleza" decía el presbítero. Esta condición monádica de la ínsula propicia para Lezama el carácter de una fundación por la imagen encarnada en el tiempo histórico; eso que luego, en una carta a Cintio Vitier, Lezama bautiza como "Teleología insular, algo de veras grande y nutridor". En muchos países de Latinoamérica, la síntesis resultante del mestizaje criollo había facilitado la creación de una imagen integradora de la nación. Pero la teoría de la expresión mestiza, que, según Lezama, ofrece "múltiples tangencias a lo político", es enfrentada en el Coloquio... a la "expresión insular", una Kultur de médula política, un diseño de la polis cubana. "Creo que lo que usted me ofrece es un mito" replica en su momento Juan Ramón, sospechosamenteparco. Lezama aclara que se sitúa en lo poético porque, presentada de otra manera, la idea de un privilegio de la cultura insular (opuesta a la cultura del mestizaje) alcanzaría, sin duda, "una limitación y un rencor exclusivistas". "Yo desearía nada más termina que la introducción al estudio de las islas sirviese para integrar el mito que nos falta."

La necesidad del mito está, pues, sostenida en el vacío de una historia incompleta, y por ello el proyecto fundacional de Lezama, su política de la imago, se compone siempre sobre un fondo dominado por la omnipresencia del fragmento perdido, desligado, sumergido en el sinsentido histórico. Lezama y Orígenes tenían la certeza de que la Teleología Insular, el intento de conectar la isla con el cosmos, permitiría a la cultura cubana saltar sobre el vacío histórico de una historia de frustraciones sucesivas. Según el balance que hace Lezama en 1956, la Teleología Insular fue la manera de evadir los disfraces de la síntesis criolla, de "lo popular turístico" y del folkore nacionalista. "Desechando ahora dice en su ensayo sobre Guy Pérez de Cisneros el desarrollo de esa expresión [la Teleología Insular], bástenos subrayar que le daba a su generación un sentido hímnico, whitmaniano, buscaba el cantabile optimista, para diferenciados afluir a lo universal... Creíamos que cada forma alcanzada artísticamente tenía que lograr, por una nobleza más evidente, una claridad para el Estado, entonces, como ahora, indeciso, fluctuante, mediocrísimo.No confundíamos la nación, que es acarreo, trabajo madreporario formado por el bandazo de la marea, donde el azar extrae un destino y lo evidencia, con el Estado, que es toma de poder, irrupción, estreno de una generación, chispa energética que contrae la masa y la cruje..."

Eras Imaginarias: Casi siempre que se habla de las relaciones entre Lezama y Heidegger se acostumbra contraponerlos: el primero habló del "ser para la muerte", mientras que el segundo hizo del poeta "el ser para la resurrección". Pero hay afinidades más profundas entre ambos, como la teoría lezamiana de las Eras Imaginarias, versión culturalista de la filosofía de la historia heideggeriana:la imagen es el ser que se hace tiempo, es un "tiempo" que cae en el tiempo histórico. La lista más completa de las Eras Imaginarias está en el ensayo "A partir de la poesía" (de La cantidad hechizada), y por su extensión, el lector curioso deberá buscarla allí. Es muy probable que le ofrezca más argumentos de posibles novelas que una idea de la historia, pero, a fin de cuentas, casi todos los novelistas importantes de nuestra época (Joyce, Proust, Mann, Musil...) han hecho consideraciones parecidas. Una aclaración: Lezama practicó, como muchos otros escritores cubanos, la duda ontológica nacional, se hizo muchas veces la pregunta por la realidad del Ser cubano. Y la resolvió con una petición de principio: incluyendo la tradición cubana, encarnada en la Revolución, dentro de las Eras Imaginarias que él mismo había inventado. Por eso, la última Era es cubana: condensa la tradición y se abre hacia "la posibilidad infinita" que parecen anunciar las revoluciones.

Martí: Lezama y Orígenes creyeron en el mesianismo de la imagen y en las conjunciones entre el Mito y la Historia. Quizá lo más interesante de esa propuesta era que permitía abarcar, de un vistazo, toda la tradición cubana. Lezama, como el Kafka de Borges, reinventó a sus antecesores. Su Martí es resultado de una constitución histórica progresiva, de la creación de un sujeto ideal que resume la historia americana y sus mejores tradiciones, hasta entonces aisladas en fray Servando Teresa de Mier, Francisco Miranda o Simón Rodríguez. Esta figura salvadora es, además, el Mesías por excelencia de la historia cubana. Su muerte, interrupción prevista de su Misión, es el punto decisivo en una historia de frustraciones, porque marca a su vez otro punto fundamental en una historia imaginaria de posibilidades. Paz y Brading, entre otros, han hablado del modernismo como variante latinoamericana del romanticismo. De Martí, de su fusión no siempre lograda entre el poeta y el político, Orígenes heredó también ese impulso romántico que propone la identificación de vida y arte, o, dicho de otra manera, de poética y poema. Cierta crítica académica ha insistido en el vanguardismo de Orígenes; Vitier ha refutado este enfoque tomando distancia "de las superficiales cabriolas del efímero y desvaído vanguardismo cubano". Pero aunque no pueda hablarse propiamente de una poética vanguardista, sí hay en Orígenes un voluntarismo equivalente que busca superar la dicotomía entre poesía e historia. Lezama pone este intento bajo la advocación del potens: "lo imposible, al actuar sobre lo posible, engendra un potens, que es lo posible en la infinidad". José Martí, su imagen histórica, engendra lo que en Cuba parecía imposible: una tradición.