Guillermo Almeyra
Nota roja neoliberal

Una atroz nota roja proveniente de Italia arroja luz sobre nuestra época: 27 jóvenes secuestraron y violaron durante dos días a una muchacha etíope de 24 años, cerca de Nápoles. Según la gente del barrio, incluidas las madres y hermanas de los violadores, los victimarios eran ``buenos muchachos''.

Este hecho no se explica solamente por la degeneración particular de cada uno de los verdugos de la chica.

Es, en primer lugar, resultado de la difusión mundial del racismo que hace que no sólo los negros sino también todos los demás diferentes (gente de color diferente al predominante en determinado país, extranjeros, gente de otra religión que la dominante, inválidos, gente con otras costumbres o inclinaciones sexuales que las admitidas por la moral oficial local, enfermos mentales, etcétera) sean considerados menos que personas y enemigos potenciales, sobre todo por los sectores más pobres y culturalmente más atrasados de las zonas marginales de las grandes ciudades.

En segundo lugar, es el resultado de la absoluta insensibilidad ante la injusticia y la violencia desarrollada por los medios de masa: si en la pequeña caja infame de la televisión se ve diariamente y en directo, a la hora de comer y entre avisos brillantes sobre productos de lujo, cómo mueren de hambre millares de africanos o cómo se cortan cabezas en la ex Yugoslavia o en Liberia o cómo mueren los balseros albaneses o nordafricanos o cómo son reprimidas las manifestaciones o apaleados los negros y mexicanos, se crea un callo moral y a escala de masa se banaliza un sistema criminal.

La educación para el éxito, el hedonismo, el egoísmo personal y social, la destrucción de la idea misma de solidaridad y de pertenencia a una sola y misma Humanidad, al mismo tiempo, destruyen la obra de 2 mil años de civilización cristiana (con su universalidad del género humano, su idea de la caridad, de la fraternidad) y todas las conquistas morales del Humanismo y del Siglo de las Luces que fueron también la base de la democracia y de su expresión extrema, las ideas socialistas.

El neoliberalismo está atacando las raíces mismas de la civilización con la introducción de la ley de la selva y del darwinismo social que incrustan en las cabezas de los sectores más desprotegidos y despolitizados la idea de que, para ascender, deben pisar las de otros aún más pobres o colocados aún más bajo en la escala social.

Los que arrojan piedras desde los puentes sobre los automovilistas que no conocen pero a los que desean matar -eso sucedió también en el norte de Italia- o los que prenden fuego a un vagabundo que duerme en un parque, o lo matan a golpes, sólo por divertirse, (como ha sucedido en Nueva York, Londres y París) o los que violan en masa a una joven responden a una locura colectiva desarrollada por el neoliberalismo. El odio a los pobres o a los más ricos que uno, el sentimiento de impotencia que lleva al sadismo colectivo para sentirse viril y realizado surgen directamente de una ideología que lleva a la completa alienación y la inseguridad cotidiana, porque promueve el éxito económico como único valor en la vida y ese éxito está fuera del alcance de la inmensa mayoría y, para los pocos que lo alcanzan, es algo efímero, fugitivo, que debe ser conquistado con enorme esfuerzo y tensión día a día para no perderlo para siempre y que, incluso así, depende de fuerzas que nadie entiende ni controla.

La transformación radical y práctica ruptura de la familia, de la unidad campesina o barrial, de los Estados mismos y de la unidad nacional dejan a la gente sin puntos de referencia, a la deriva y sólo le da seguridad la agrupación en bandas, en el barrio, en los estadios, en los partidos fascistas o las sectas, y la violencia contra los demás para afirmar la banda y la propia personalidad. Un régimen senil, egoísta, sin valores, conduce a la crueldad y a los temores de la infancia a amplísimos sectores de la sociedad. Y las ideas hedonistas que proclama el llamado establishment niegan los valores de la civilización y dan los falsos valores del mundo neoliberal, en el cual no existen comunidades sino individuos que se unen sólo por el mercado y que aceptan los valores fascistas que les llegan desde el alto de la pirámide dominada por los financieros.

La idea de Benjamin según la cual la revolución no es la locomotora de la historia sino el freno para evitar que la historia vaya a parar al precipicio de la barbarie tecnologizada pone el énfasis en un problema central: si no destruimos al neoliberalismo con sus valores aberrantes, será destruida la civilización. Entonces sí podría terminar la historia, para retornar a la prehistoria, en la que cada grupo cazaba y devoraba a todo y todos los que se le cruzaban en el camino