Para Aurelio González Sempe
Esta semana de negra vergenza para Tabasco se cumplen 27 años de la muerte de Don Carlos Madrazo. A pesar de que fue el gobernador más constructivo que ha tenido ese estado (1959-1964), es llamado por sus coetáneos el Huracán del Sureste. El mote le viene por su energia sobrehumana para generar cambios. No se le agotó en poner las bases del desarrollo de Tabasco. Fue Presidente del PRI durante menos de un año en el que intentó modernizar a fondo las estructuras del partido y democratizar sus elecciones internas.
Cuando uno hace el recuento de todos sus hechos en ese brevísimo periodo, no podemos dejar de sentir asombro. Madrazo no pudo ponerle fin a su reforma porque los caciques, gobernadores y ``grupos'' hicieron presión sobre Díaz Ordaz hasta que éste le pidió la renuncia. Al dejar el PRI, Don Carlos empezó a reunirse con grupos de jóvenes, campesinos, profesionistas y estudiantes en toda la República para generar una agrupación democrática. Tuvo un eco importante lo que lo convirtió en un peligro para el ``sistema''. Fue acusado sin pruebas de querer desestabilizar al gobierno y de ser un promotor del Movimiento Estudiantil de 1968.Muchos jóvenes de aquella época colaboramos con Madrazo. Más que un gran promotor político y administrativo era un excelente maestro del arte de la política, un hombre recto y un patriota. En 1969 decidió detener temporalmente sus actividades para evitar la represión de sus seguidores.El 4 de junio de aquel año murió en un accidente aéreo. El avión que se dirigía a Monterrey desvió su trayectoria y se estrelló en la sierra alta que rodea la capital regiomontana. Murieron 150 personas. Hubo testigos de una explosión previa a la caída del aparato. Nadie exigió una investigación del desastre. Hay indicios de que Carlos Madrazo fue condenado a muerte por ``razones de Estado''.
En este momento, todos los que nos embarcamos en la reforma democrática deberíamos volver la vista hacia este personaje, hoy casi olvidado por los jóvenes.Quizás su mayor legado fue un concepto de patriotismo, distinto a la idea edulcorada que habíamos aprendido en la juventud. Madrazo concebía el patriotismo como un motor para la acción. Partía del reconocimiento crítico de nuestras carencias y adversidades. No se complacía con la imagen del ``milagro mexicano'' tan popular en aquella época. Mostraba a sus auditorios, crudamente, con datos duros que él manejaba a detalla gracias a su prodigiosa memoria, los grandes problemas del país: autoritarismo, pésima distribución del ingreso y de las oportunidades, una estructura educativa decadente, bajísima producción agropecuaria, explotación de los grupos indígenas y concesiones cada vez más injustas a los poderes extranjeros.
Para Madrazo la patria no era el pasado sino el futuro. Algo que todavía no existe y que no podrá existir mientras no pugnemos enérgicamente para realizarlo por nosotros mismos. La patria era para él un conjunto de potencialidades y virtudes que existían en semilla y que era necesario desarrollar.
Nos enseñó a que nos doliera lo que México podía haber sido y no era, pero también nos capacitó con optimismo para ver lo que podía ser. Así el patriotismo que abrevamos en él era una tarea por cumplir.
Creo que se acerca un reverdecimiento del patriotismo. Debemos identificar lo fundamental que nos une y reconocer nuestras diferencias. Nuestra pluralidad. Si queremos tener un proyecto nuevo de Nación independiente, próspera y justa es indispensable construir instituciones libres y democráticas como su basamento. El establecimiento de un verdadero Estado de derecho y las nuevas reglas para competir limpiamente por el poder y para eliminar la impunidad son condiciones necesarias, aunque no suficientes para que México pueda convertirse en lo que ya es potencialmente; para que llegue a los niveles de bienestar, desarrollo y autonomía que nos merecemos.
Las ideas de Don Carlos Madrazo han esperado demasiado tiempo para volverse contemporáneas. Es una tragedia para México que su crítica siga vigente 30 años después. Todavía tenemos una oportunidad. Para aprovecharla necesitamos la frescura, la enjundia, la capacidad visionaria que tuvo Don Carlos Madrazo.