Sergio Aguayo Quezada
Los agridulces de la libertad

Los enojos presidenciales con los periodistas críticos, algunos desencuentros entre el periódico Siglo 21 de Guadalajara y gobernantes panistas y los problemas de un grupo de periodistas de Saltillo a quienes deseo éxito en su acto, ejemplifican dificultades que enfrenta esa prensa que ejercita cotidianamente la libertad de expresión que se celebra el próximo viernes.

En las democracias la prensa tiene, entre otras funciones, la de vigilar la gestión gubernamental y la de educar a la sociedad con información objetiva, veraz, oportuna y plural. Durante la época de oro del autoritarismo mexicano, la mayor parte de la prensa dejó de cumplir con esas responsabilidades porque, aunque hubiera querido hacerlo, no la dejaron. La élite gobernante dedicó mucha atención y recursos a controlar a quienes producen y transmiten información e ideas.

Exhibir los mecanismos con que sometieron la independencia ocuparía un tianguis de buen tamaño: complicidades con los dueños, monopolios de distinto tipo, corrupción de periodistas, publicación de propaganda que aparece como noticia, intimidaciones, asesinatos, etcétera. Puesto gráficamente sería como un arcoiris en un extremo del cual está una olla con oro y privilegios, y en el otro el hacha del verdugo.

El resultado fue una prensa caracterizada por la homogeneidad en la presentación de la noticia y por este hábito de darle la categoría de noticias a todas las declaraciones de funcionarios, aun a las más intrascendentes. El control gubernamental nunca fue total; siempre hubo periódicos, como el Diario de Yucatán o el Siglo de Torreón, o periodistas, como Julio Scherer o Manuel Buendía que practicaron la libertad de expresión. Muchos de ellos, como Verónica Ortiz, pagaron un costo por intentarlo.

Con tiempo, paciencia y trabajo la sociedad fue arrancando espacios de libertad al régimen. En la prensa y la radio empezó a generalizarse la aparición de ideas y se generaron los debates que han nutrido la acción transformadora de partidos y movimientos sociales. Los avances de esta prensa tuvieron que ser aceptados pragmáticamente por los gobernantes que sólo intentaron conteniendo su crecimiento e influencia, y preservando lo que pudieron del pasado.

En estos tiempos se manifiestan nuevos retos. Uno de los más difíciles de vencer es la creencia, heredada del autoritarismo, de que los periodistas independientes critican a los que gobiernan porque son cómplices de los opositores. Es una lectura que viene de aquellos tiempos en que todos los elogios y todas las críticas se dictaban desde el poder.

Esta interpretación se alimenta de otro fenómeno que debemos aceptar: una parte de la prensa independiente pierde el filo crítico que muestran ante el gobierno cuando se trata de la oposición a la que le exaltan las peripecias y le ocultan sus debilidades y errores. En algunos casos esto se debe al trabajo de algunos opositores para los que la democracia termina cuando ocupan ellos el poder; entonces quieren gobernar con los mismos métodos, privilegios y márgenes de impunidad de los priístas.

Siglo 21 de Jalisco es un periódico joven que ha peleado por mantener una distancia crítica frente al poder y han seguido criticando a los gobernantes del Partido Acción Nacional. La reacción de algunos miembros de ese partido, escribe el director de Siglo 21, Jorge Zepeda, ha sido la de considerarse agraviados por lo que consideran es ``mala leche en la cobertura informativa'', sin entender que la prensa independiente no repara en los colores del que gobierna. Dicho eso, tampoco puede negarse que se cometen excesos en nombre de la independencia.

Vigilar responsablemente al gobernante desde la independencia, y que éste lo acepte como uno de los costos de gobernar, es difícil en cualquier país. Tal vez avanzaríamos más rápido si se generalizara la costumbre de vigilar el profesionalismo de la prensa independiente. Aún son pocos los medios, como la revista mensual Este País, que tienen un ``defensor'' de los derechos del lector, todavía se ven mal las críticas entre colegas.

Con todo y los enojos de quienes gobiernan, y de las limitaciones de quienes criticamos, no hay duda que la prensa independiente está contribuyendo a construir una cultura política mejor. En el último de los casos, se trata de los agridulces sabores que vienen con la libertad de ejercer un periodismo independiente. Eso es lo que celebraremos el próximo viernes.