(Segunda y última parte)
Iniciamos este recorrido por el sureste diciendo que el problema del agua no es sólo un asunto de cantidad. Hablemos entonces de la calidad. Los estudios más recientes nos indican que 29 de las 37 cuencas hidrológicas del país están en grado severo de contaminación. Uno de los casos más dramáticos es el de la cuenca Lerma-Chapala, donde el establecimiento de importantes complejos industriales, el crecimiento de la población urbana y el uso desmedido de agroquímicos en las zonas de riego, ha tenido consecuencias importantes en el orden de la calidad del agua y de su impacto ecológico. Un síntoma de este mal, es la proliferación del lirio acuático a todo lo largo de la cuenca, en los cuerpos de agua, presas e incluso en los canales de riego y de drenaje agrícola. Gran paradoja: Monet pintó los nenúfares del estanque de su casa y exaltó la belleza de la flor acuática; en México el lirio está ``matando'' la capacidad productiva de muchos de nuestros lagos. La explicación es relativamente sencilla: en una cuenca hidrológica, todo lo que pasa aguas arriba`` se refleja y expresa ``aguas abajo''.
En el caso de la cuenca Lerma-Chapala, ``aguas arriba'' encontramos la producción de grandes desechos industriales, domésticos y de origen agrícola, cargados de los nutrientes preferidos del lirio acuático. A lo largo de la cuenca, las aguas se van haciendo ricas en desechos; si estas aguas desembocan en algún cuerpo de agua con presencia de lirio, éste se reproduce rápidamente e invade el espejo de agua. La cama de lirio impide el paso del sol al fondo del lago e impide que otras plantas hagan la fotosíntesis, mueran y azolven el lago. Asimismo, la falta de producción de oxígeno provoca la muerte de peces, anfibios, etcétera. El lirio viaja además ``aguas abajo'' y va infestando el resto de la cuenca.
He aquí la maldición del lirio que nuestros expertos aún no saben cómo enfrentar. Algunos textos sobre los lagos y las presas de México han sido compilados en esta colección por Guadalupe de la Lanza y José Luis García bajo el título Lagos y presas de México.
Según la Organización Mundial de la Salud, la calidad del agua es uno de los indicadores del desarrollo de un país y de su calidad de vida. En México, sólo se aprovecha el 50 por ciento del agua potable, ya que 35 por ciento se pierde en fugas y el 15 por ciento se desperdicia en el consumo doméstico; sin embargo, aún hay 15 millones de mexicanos que no tienen agua potable. El aspecto de la calidad del agua lo analizan en detalle Julio Flores, Sergio López y Lilia Albert en La contaminación y sus efectos en la salud y en el ambiente. El asunto del acceso a los servicios básicos en las zonas urbanas lo trata María García Lascuráin en Agua y calidad de vida en Chalco y Ecatepec. ``Cada semana compro cuatro tambos de 200 litros de agua y una tina del no. 4 a la que le cabe una raya del tambo. También muchas veces nos hemos quedado sin agua y hemos andado pidiendo hasta allá, con las vecinas de abajo. ¡Tres días sin nada agua! y ha habido ocasiones en las que sólo me han podido dar nueve litros, porque a los demás también les falta''.
Ahora sí, coloquémonos en el lugar de las víctimas del caos urbano. Jorge Legorreta en su libros Efectos ambientales de la expansión de la ciudad de México y Transporte y contaminación en la ciudad de México nos expone el panorama desalentador que sufrimos todos los días los habitantes de la ciudad de México. En esta ciudad, que representa el 1 por ciento del territorio nacional, vivimos (o morimos lentamente) 18 millones de habitantes y desde hace 10 años, 700 personas más se incorporan cada día. Se prevé que dentro de 10 años seremos 28 millones de habitantes y consumiremos 87m3/seg de agua (contra los 63 de ahora).
Al explicar el problema del transporte, Jorge Legorreta nos da algunas cifras significativas; mientras en 1940 existía un vehículo por cada 36 habitantes en 1990 había un auto por cada 6 personas. Para 1993 circulaban 3.5 millones de autos transportando sólo al 20 por ciento de la población y ocupando el 70 por ciento de la vialidad. Desde el inicio del programa de ``Hoy no circula'' hasta 1994 se habían incorporado al menos 820 mil unidades más. En cuanto al transporte público: si en 1974 había 2 mil 500 taxis, en 1994 había más de 200 mil; el metro, en horas pico, transporta hasta 260 pasajeros por carro, diseñados originalmente para 170 personas (40 sentados y 130 parados). ¡El tiempo promedio que dedicamos para desplazarnos de nuestra casa al trabajo, rebasa las tres horas diarias!
Encontramos finalmente en la colección un Diccionario de la contaminación cuyos autores son Lilia Albert, Sergio López y Julio Flores. Es de agradecer el esfuerzo por que todos empecemos a entender qué es lo que pasa en nuestro entorno, y emprendamos acciones colectivas, desde la sociedad civil (como diría Monsi), para enfrentar el problema ambiental en nuestro país. Me gustaría encontrar algún diccionario en el que se explicara cómo las autoridades toman las decisiones respecto de nuestro capital natural.
Es imposible no señalar, al término de esta presentación que los trece libros están muy bien diseñados y las portadas son de Rufino Tamayo, Georges Braque, Carlos Mérida, Rodolfo Morales, Vicente Rojo, el pintor sinaloense Antonio López Saenz, José Zúñiga, Angelina Beloff, Francisco Toledo, Rosa Luz Marroquín y otros. Javier de la Maza tomó la fotografía de las mariposas monarcas. Estos libros ecológicos son tan agradables a la vista y al tacto que dan ganas de buscar en su interior la información que a muchos nos inquieta, ahora que estamos por llegar al año 2000. ¡Felicidades al Centro de Ecología y Desarrollo y a su director Iván Restrepo!