Los incrédulos, desenmascarados: Rivera; unidad y perdón: el abad
José Antonio Román Al hacer una férrea defensa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y de la existencia histórica del beato Juan Diego, el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, dijo ``comprender y compadecer'' a todos aquellos católicos que no comparten la seguridad del milagro guadalupano.
Ante miles de feligreses que abarrotaron el templo del Tepeyac, el prelado señaló que el pueblo de México se ha ``inquietado'' porque a las muchas crisis que enfrenta, ahora también se ha puesto en duda la presencia milagrosa de la virgen.
Previamente, también en una ceremonia religiosa, y desde el altar de la Basílica el abad Guillermo Schulenburg pidió a los católicos ``no dar mal ejemplo de divisiones, de separaciones, de improperios, de faltas de caridad, sino que todos nos amemos y nos perdonemos''.
En un extenso mensaje, leído casi al final de la misa, Rivera Carrera se refirió a la polémica generada en torno a la virgen de Guadalupe. ``Gracias porque estos acontecimientos han desenmascarado a aquellos que quisieran vernos divididos, sin fe y sin esperanza, sin símbolos patrios y en camino de absorción por otras culturas y otros poderes''. Nunca aclaró a quién o a quiénes se refería.
Insitió en que la virgen de Guadalupe es quien ha encomendado al arzobispo de México la ``custodia'' de su imagen. ``Gracias por los trabajos de construcción y mantenimiento de tu nuevo santuario, que por tantos años ha querido encabezar el señor abad de la Basílica; gracias también por su disponibilidad y obediencia que le ha ofrecido al obispo que Tú encomendaste la custodia de tu imagen''.
En los agradecimientos a la virgen, Rivera Carrera mencionó de manera especial al cardenal Ernesto Corripio Ahumada, quien emprendió la causa para llevar a los altares al indio Juan Diego; al ``escrupuloso cuidado'' que puso el Vaticano en investigar la autenticidad del indígena de Cuautitlán para declararlo beato y a la profesión de fe que recientemente hicieron los obispos del Episcopado Mexicano, en un comunicado formal suscrito por el Consejo de Presidencia y el mismo arzobispo primado.
``Gracias por tantos nuevos y asombrosos conocimientos que nos has otorgado descubrir! Gracias por la libertad que nos atorgas a tus hijos para creer y para no creer en tu aparición; gracias por la honestidad de los que no creen, y gracias por tu generosidad en concedernos creer a todos los que invocamos tu nombre dulcísimo de Guadalupe'', señaló en su mensaje de cinco cuartillas.
De manera sorpresiva, el arzobispo Rivera decidió trasladarse a la Basílica de Guadalupe para oficiar la celebración religiosa del mediodía, que tradicionalmente preside en la Catedral Metropolitana. El abad, según su costumbre, ofició la misa de las nueve de la mañana. En ambos casos, la parte baja de la Basílica estuvo llena de feligreses.
En su mensaje dirigido a los sacerdotes y fieles de la arquidiócesis de México y a ``todos los mexicanos de buena voluntad'', Rivera Carrera dijo que, como millones de personas, ``me he sentido lastimado en mi sensibilidad de hijo y de mexicano'' por la polémica que se ha reflejado en los medios de comunicación en torno al milagro guadalupano.
Aclaró que esto no ha mermado su fe de católico: ``De ninguna manera me considero insultado o agredido porque otros hermanos míos se hayan servido de su derecho a discrepar en un punto en el que todos gozamos de plena libertad de conciencia para creer o no, según las razones que se nos expongan''.
Dijo ``compadecer'' a aquellos que no creen, no porque se crea ``bueno'' ni porque los considere ``inferiores o menos ilustrados'', sino porque le duele que no disfruten ``de algo tan bello y maravilloso que es el poder gozar de la ilimitada seguridad y felicidad que da el creer en la virgen de Guadalupe''.
``Este amor de madre añadió es el que nos impulsa, nos hace creer, nos hace profundizar en nuestra fe, nos lleva a buscar el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz y nos hace disfrutar de nuestros logros aunque éstos sean pequeños''.
Subrayó que esta fe se ha reforzado, pues durante años ``muchos de los mejores talentos de la Iglesia, severos profesionales de la Historia y de la Teología'' examinaron, discutieron, juzgaron y aprobaron los testimonios con motivo del proceso de canonización del indio Juan Diego. Además, con base a todos estos análisis, el Papa lo refrendó.
Dirigiéndose a la virgen de Guadalupe, el arzobispo Rivera dijo: ``No vengo, sin embargo, señora y niña mía, a quejarme de nada ni de nadie, puesto que estos acontecimientos han servido también para proclamar tu existencia. Con tu misericordia espero defender y creer hasta mi muerte en tus apariciones en este monte bendito, tu Tepeyac, que ahora has querido poner bajo mi custodia espiritual''.
El abad Schulenburg, en tanto, se refirió en su homilía al misterio de la Trinidad, la cual ``es una expresión de gracia, amor y comunión entre todos los cristianos, a los cuales pido no dar mal ejemplo de divisiones, de separaciones, de improperios o de falta de caridad, sino que todos se amen y se perdonen''.