Elba Esther Gordillo
Un partido para las luchas sociales

Vivimos una época singular. Estamos en una etapa de redefinición en los diferentes ámbitos en lo económico, político, social y culturalque exige a todos, pero especialmente a los partidos, nuevas formas de abordar los problemas, hacer las preguntas necesarias y procurar las mejores respuestas.

De dónde podemos extraer las lecciones para enfrentar este duro tiempo, quizás el momento más difícil que le ha tocado vivir al PRI a lo largo de su historia? De los principios, los valores, los compromisos esenciales y sus jornadas históricas. En 1929, el Partido Nacional Revolucionario nace para institucionalizar la lucha política y encuentra sus bases de sustentación en las fuerzas populares en ascenso. Con la transformación del PNR en Partido de la Revolución Mexicana se incorpora a su estructura a las clases sociales organizadas, y se acelera el programa social de la Revolución. Al convertirse el PRM en PRI, se acentúan las vías institucionales y cobra relevancia el papel de los estratos medios emergentes y la conciliación entre las clases.

Sin embargo, el escenario en que el PRI se manifestaba como la fuerza hegemónica ha cambiado radicalmente. Por eso hoy requerimos una visión innovadora que entienda los nuevos rasgos del país; una sociedad más urbanizada e informada, avances educativos y culturales, expansión de los sectores medios, industrialización y ampliación del sector servicios, consolidación de una franja empresarial altamente concentrada, creciente protagonismo de los medios de comunicación, surgimiento de organizaciones sociales con amplio margen de autonomía, etcétera. Estos cambios se producen en el marco de la crisis económica y la modernización estructural, la reforma del Estado y el cambio político, y la inserción necesaria e ineludible de México a la economía mundial.

Esto no significa que el PRI deba comprometerse en apoyo de una modernización a cualquier precio, sin principios y sin brújula. Por el contrario, implica que debemos recomponer y fortalecer los vínculos con quienes siempre han sido nuestros mejores aliados. Quienes con su trabajo y su esfuerzo han edificado los triunfos del partido: las organizaciones de las mayorías nacionales.

La acumulación de demandas sociales que se presentan hoy en día, acentúa las tensiones y pone en riesgo la conducción política, porque tiene lugar en un contexto de creciente debilidad del sistema político y de conjunción de diversos procesos que llevan sus propias cuotas de desestabilización. Lo anterior exige conjuntar y reencauzar los recursos del sistema y, de manera particular, diseñar una política partidista que le permita al PRI recuperar su protagonismo para constituirse en un frente de concertación nacional.

Por eso, es imperativo que el PRI recupere terreno y participe como actor principal en el debate y en la definición de los grandes temas de la agenda nacional y en las políticas públicas. Es urgente que los priístas retomemos la iniciativa para contribuir a recomponer el tejido social, movilizando un apoyo crítico y propositivo, y generando y articulando nuevas bases de apoyo social y político. Para enfrentar esta enorme tarea debemos revisar las relaciones de nuestro partido con sus organizaciones afiliadas, pero, también, con las organizaciones sociales no partidistas.

Ha sido una realidad que nuestro partido ha recogido las demandas de sus organizaciones para incorporarlas a su oferta programática, pero muchas veces no ha asumido en la gestión política la defensa de las causas de sus organizaciones, lo que ha dejado desaliento en quienes, en momentos difíciles, no han visto traducidos en hechos los compromisos contraidos.

Hoy coexisten en el país formas comunitarias tradicionales con una creciente reivindicación del ciudadano y diversas expresiones colectivas de intereses concretos e inmediatos, muchas veces portadoras de prejuicios en contra de los partidos políticos y, en general, de las instituciones. Asumir esta tendencia a la organización de las comunidades y los ciudadanos al margen de los partidos, obliga al PRI a definir una estrategia que fortalezca tanto al partido como a las organizaciones sociales. Es de primordial importancia formular una estrategia adecuada de alianzas con organizaciones sociales que no militan en partido alguno, pero cuyos orígenes y propuestas coinciden con las nuestras. No podemos eludir la necesidad de convocar, concertar y sumar a nuestro proyecto social una extraordinaria red de fuerzas populares emergentes.

El PRI tiene que ir a las organizaciones sociales para construir con ellas la propuesta social e impulsarla para que se convierta en políticas públicas y en ejercicio de gobierno. El PRI está siendo rebasado y lo seguirá siendo si no recupera su condición de foro de expresión social que abandere las causas nacionales, que las conduzca y que les ofrezca respuestas que fortalezcan las instituciones de una gobernabilidad democrática y las estructuras de una modernización económica para el bienestar general. Entonces nuestro partido volverá a ser el articulador de una formidable base social de apoyo a un gobierno comprometido con los mexicanos y con la Nación.

En consecuencia, la organización que necesitamos, el partido que queremos es democrático: por el origen incuestionable de dirigentes y candidatos, por las prácticas y usos internos, y por la cercanía con sus bases; incluyente: por la participación de los líderes naturales de las comunidades y de quienes comparten nuestro proyecto; vigilante del ejercicio gubernamental; de avanzada; por su compromiso con las causas populares, con una distribución equitativa de la riqueza social, y con una Nación más justa y solidaria.

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