Mea culpa. Los sentimientos y los deseos ofuscaron mi razón, aunque la pobre me llevaba inicialmente a prever el triunfo del Likud. Sobrestimé el deseo de paz de lo que creía era la mayoría en Israel (y que, de todos modos, es casi la mitad de la población); sobrestimé la politización e inteligencia de los votantes judíos (los árabes votaron en general por los progresistas), que creí que después del asesinato de Yitzhak Rabin tomarían conciencia de la alianza infernal que existe entre la ultraderecha judía fundamentalista y el terrorismo fundamentalista islámico, y subestimé, en cambio, dos cosas que ya se habían visto durante la Guerra del Golfo.
La primera consiste en el factor ``hijo de Frankestein''. O sea, la relativa independencia de los fascistas judíos respecto a la voluntad de Washington. Bill Clinton, en efecto, había ``votado'' por Peres, ya que Washington no tiene ya a Israel como su principal instrumento en la región, sino a Turquía, que antes de la Primera Guerra era la potencia colonial e imperial en Irak, Siria, el Líbano, la península arábiga y hoy, como entonces, tiene una política de influencia en el Asia central ex soviética. Pero los intereses geopolíticos de Estados Unidos, y su presión para imponerlos, e incluso la opinión de los dirigentes del lobby judío estadunidense, no obligan a sus clientes y protegidos. Por el contrario, la derecha israelí ha sacado varias veces la conclusión de que Estados Unidos de todos modos deberá seguirla porque no tiene otra opción, incluso si ella no obedece a Washington. El hijo de Frankestein, como siempre, actúa por su cuenta...
La segunda es aún más grave. Durante mucho tiempo los israelíes están siendo moldeados por una propaganda fascista. Muchos de ellos se sienten amenazados de muerte sin motivo por todo el entorno árabe ya que, por supuesto, la ocupación y la colonización de Palestina les parece normal y justificada. Temen que el maxiguetto que es Israel sufra un maxiprogrom, un nuevo Holocausto. Edificaron, no el Estado laico y sionista socialista que querían los fundadores de Israel, sino un Estado religioso y racista basado en el desprecio a los árabes, incluidos entre éstos a los ciudadanos árabes de Israel (que en su mayoría son cristianos y no pueden ser acusados de ser fundamentalistas islámicos). Durante décadas se les clavó en la cabeza la idea de que Arafat, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y todos los independentistas árabes son meros terroristas, criminales.
Israel, por lo tanto, desde el punto de vista ideológico, es un Estado fascista de masas aunque tenga una estructuraconstitucional y entre los judíos Ðcomo sucedía entre los esclavistas en la antigua GreciaÐ se apliquen las reglas del juego democráticas (si se exceptúa el caso Rabin). Centenares de miles de ciudadanos han sido ``educados'' en la ocupación de las tierras árabes, el terrorismo de Estado contra mujeres, niños, ancianos, las matanzas como las del Líbano, desde Sabra y Chatila hasta hoy. Lo sorprendente, pues, no es la victoria de Benjamin Netanyahu hoy y ayer la de Menhamen Beguin o Yitzhak Shamir, terroristas internacionales declarados, sino la fuerza creciente de los que rescatan el honor de los ciudadanos israelíes y tratan de lograr la paz con los palestinos y los sirios.
¿Y ahora qué? Aumentará el peso del racismo y del fundamentalismo religioso judío y de los partidos que los representan. Los colonos israelíes que ocupan tierras palestinas contarán con el apoyo del gobierno derechista israelí y se negarán a irse. Las alturas sirias del Golán probablemente seguirán ocupadas (y, por lo tanto, Siria seguirá en el Líbano, donde también permanecerá Israel ). Yasser Arafat estará más débil que nunca y será acosado por el régimen sirio y sus aliados, que lo acusarán de debilidad, y por los terroristas fundamentalistas, que reanudarán sus ataques bajo la presión de la desesperación. El terrorismo de ambos bandos y la guerra amenazarán constantemente la paz. Los regímenes árabes dictatoriales, comenzando por el sirio, respirarán aliviados porque la paz los condenaba mientras la amenaza de Israel les permite hablar de unidad nacional para ``defender la patria en peligro'' aplastando a sus opositores. La derecha israelí establecerá nuevos lazos con la ultraderecha estadunidense que recibirá nuevos estímulos para su política troglodita. A menos que los actuales gobiernos de Europa, Rusia y Estados Unidos y la comunidad internacional presionen fuertemente a Tel Aviv entraremos en una fase aún más trágica que las conocidas en el pasado.