La Jornada 1 de junio de 1996

La conducta de unos y otros, certificada ``notarialmente''

Jaime Avilés ``Aquí cero seis, cambio... Aquí cero seis''. ``Adelante, Pistache, cambio''. ``¿Ya supieron quiénes son los líderes? Cambio''. ``Negativo, mi Pistache: parece que traen su propio círculo de seguridad. Cambio...''.

Son casi las tres de la tarde en el puente peatonal que atraviesa la calzada Chivatito, a pleno rayo del sol. A mano izquierda, mirando hacia Tacubaya, un contingente de soldados permanece en posición de firmes y un oficial les dirige una arenga al pie de un asta bandera, en uno de los patios del fortín destinado al Cuerpo de Guardias Presidenciales, junto a la residencia oficial de Los Pinos.

La novedad es que es viernes y la hora es pico, pero ni automóviles ni personas circulan por ahí. ``Aquí cero seis, cambio'', acomete de nuevo la voz del Pistache en el invisible tronqui de un agente de inteligencia militar situado en el puente junto a mí. Y es que a mano derecha, mirando hacia Polanco --más allá de las dos vallas de 500 granaderos cada una, que taponan la vía pública-- las cabecitas de miles de maestros en lucha comienzan a moverse entre un desorden de cámaras de video y gritos al megáfono que claman: ``¡Calma, compañeros! ¡Es una provocación!''.

``Pistache, Pistache: para informarte que los líderes todavía no se ponen de acuerdo. Y en cuanto a lo otro, te comento que los monos son periodistas y como se dieron cuenta de que los estaba oyendo, bajaron la voz''. ``¡No mames, está temblando!'', chilla simultáneamente una preparatoriana al sentir que el puente se pandea bajo las pisadas de un gordito. Un policía de ínfimo grado sonríe acusando el miedo. Pero el agente situado junto a mí, entregruñe: ``Nostén vacilando escuinclas; sistuviera temblando se moverían los semáforos''.

Todos, entonces, nos dedicamos a observar los semáforos. Firmes en sus verdes postes marcan el alto, el siga, la flecha que otorga la vuelta hacia el Auditorio Nacional, y otra vez el rojo, el verde, el ámbar, la flecha. Pronto se cumplirán tres horas desde el momento en que Chivatito fue cerrada al tránsito vehicular. Y pasarán muchas más antes que vuelva a ser abierta.

Los otros granaderos

A las once de la mañana, viniendo por el Circuito Interior hacia la Condesa, es imposible llegar a Reforma. La marcha de los maestros ha salido del Zócalo una hora atrás y en esos momentos permanece detenida en la glorieta del Angel. A lo largo de Reforma, por instrucciones del Ejecutivo, se encuentran apostados 200 representantes del Colegio de Notarios, con instrucciones de ``dar fe de la conducta de policías y manifestantes''.

En ausencia de su titular, que vacaciona en Turquía --y cuya renuncia es férreamente exigida por los maestros--, el Departamento del Distrito Federal divulga en los diarios matinales un comunicado sueco: Los responsables de la seguridad pública establecerán los dispositivos que aseguren: ``1) El ejercicio libre de los derechos individuales y colectivos de los manifestantes; 2) El desarrollo pacífico de la manifestación; 3) El respeto a la integridad física de los manifestantes, (y) 4) La protección a los derechos de las personas que habiten, transiten o trabajen en las áreas de la manifestación'', explica el texto en versos pareados.

Ante la residencia de Los Pinos, era evidente que allí el DDF había puesto singular empeño en hacer valer el punto número cuatro del mensaje. Además de la mínima dotación de granaderos dispuesta ante la puerta que da a Constituyentes, había un contingente apenas mayor delante de la Gran Reja instalada en Parque Lira, a fines de 1994, por Zedillo. Sin embargo, sólo un metro detrás de la propia Gran Reja, comenzaba una impresionante concentración de granaderos de otro tipo. Aunque a primera vista no llevaban armas de fuego, estaban igualmente provistos de macanas, escudos, toletes y --a diferencia de sus colegas los azules-- llevaban al cinto granadas de gases lacrimógenos y el brazalete de la Policía Militar.

Salvo aquellos que sudaban detrás de la Gran Reja, el resto de los granaderos militares resultaba imperceptible para los choferes obsesionados por el embotellamiento en Chivatito, pero estaban codo a codo, a lo largo de todo el perímetro de Los Pinos, semiocultos tras los arbustos.

Paradójicos autobuses

Después de superar el obstáculo de la glorieta del Angel, la marcha continuó hasta la esquina de Reforma con el Museo de Antropología y se detuvo gentilmente ante una valla del Agrupamiento Femenil de la policía: una doble hilera de uniformadas con sombreritos y guantes, que entrelazando los brazos ostentaban una manta con aspecto de carta abierta: ``Al Magisterio Nacional: señores maestros, los exhortamos a nombrar una comisión para dialogar''.

En esos momentos --13:20 en el reloj de un vendedor de refrescos--, el dispositivo especial había clausurado el Paseo de la Reforma, desde la glorieta del Cine Diana hasta el Periférico; la avenida Parque Lira, desde Tacubaya y la breve calzada Chivatito hasta su desembocadura, debajo de Reforma, en Arquímedes, junto a la zona hotelera de Polanco. Pero, asimismo, había cerrado el zoológico de Chapultepec, debido, según los guardabosques, a ``una falla técnica''.

Aparte de los granaderos militares, dentro del fortín de los Guardias Presidenciales había numerosos individuos de civil, tipo Halcones, que jugaban, de puro aburridos, con unas varas de acero pintadas de negro que si algo tenían en común es que todas eran iguales. Luego venían las dos vallas de 500 granaderos de la policía, sobre Chivatito, cara a cara ante los maestros, y por último, a espaldas del Auditorio Nacional, sin armas pero con cinturones repletos de balas había alrededor de 500 agentes más, de la corporación T-2000, que son la versión mexicana de los carabineros de Pinochet, la llamada ``policía modelo'' importada de Chile por el regente Espinosa Villarreal y que, según se supone, opera exclusivamente en el Centro Histórico.

Era curioso observar que mientras los maestros más pobres del país inundaban el Paseo de la Reforma, detrás del Auditorio Nacional y alrededor de Los Pinos había decenas de camiones amarillos, de ``transporte escolar'' de las escuelas más caras de México --entre éstas, el Colegio Madrid-- que habían servido para trasladar a los granaderos.

Sensato reclamo

Y a las 13:45, ante el nerviosismo de los vendedores de refrescos y el congestionamiento de helicópteros sobre el Bosque de Chapultepec, los dirigentes de la marcha llamaron a todos los los periodistas disponibles, dejaron que éstos los envolvieran y usándolos como concha atravesaron la frágil valla del Agrupamiento Femenil, para que decenas de miles de maestros echaran ordenadamente a correr hacia Los Pinos.

Tras casi hora y media de discusiones con los representantes de la casa presidencial --mientras Pistache preguntaba a cero seis si ya estaban identificados los líderes--, una comisión negociadora fue llevada en dos camionetas hasta la residencia de Zedillo, donde pronto se agotaría el espíritu sueco del desplegado del DDF y comenzarían las humillaciones y los insultos, porque el personal de la oficina de Audiencias Presidenciales recibió el pliego petitorio y dijo que no podía hacer nada al respecto porque nada sabía del problema. Entonces cero seis informó: ``Pistache, con la novedad que la comisión ya está en el 59''.

Muchas horas después, pero antes de la lluvia que se soltó a las seis y media, Reforma continuaba bloqueada por los maestros, pero miles de ellos deambulaban por Polanco y Chapultepec, buscando el lugar más barato para comer o ir al baño. Y al ver a los que se alejaban aunque fuese nada más por un rato, un pequeño grupo ante el Museo de Arte Moderno, empezó a corear canturreando: ``No nos dejen solos, porque nos van a madrear...''.