Luis González Souza
De soberanías y autonomías

Por fin se hace evidente que la globalización no es todopoderosa. Tiene límites e inclusive contratendencias desglobalizadoras: fragmentadoras, diversificadoras, descentralizadoras. Y es que el mundo actual es mucho mundo, como para reducirlo a los dictados uniformadores de nadie; llámese el mercado, el neoliberalismo, o la propia globalización.La mayor contratendencia desglobalizadora radica en la balcanización, tribalización o feudalización de los Estados nacionales. Denominaciones todas, con un sentido peyorativo ligado a lo arcaico. Pero, aun así, aluden a una especie de anticuerpo mínimo para no sucumbir ante la actual globalización tan antidemocrática como depredadora.

Por el momento, tal anticuerpo más bien se ha expresado de manera primitiva, fundamentalista (como en ex Yugoslavia). Pero nada impide que, poco a poco, las reacciones ante la globalización adquieran un sentido civilizatorio, democratizante. Un sentido que comience por escuchar y encauzar el trasfondo de la tribalización: una demanda de identidad propia, de reconocimiento y desarrollo como un sujeto más. Es decir, una demanda de soberanía, concebida ésta de una nueva manera: ya no sólo soberanía de las naciones, sino también de las comunidades, sean étnicas, indígenas o simplemente regionales. Soberanía comunitaria, le llaman algunos.

Cómo encauzar, con espíritu democrático, los reclamos de más y mejores soberanías? He allí, a nuestro entender, una de las cuestiones clave de nuestro tiempo.

En lo fundamental, las opciones democrática se reducen a dos: la del separatismo y la del genuino federalismo. Ambas dependen de la correlación entre la madurez del reclamo autonomista y la (in)capacidad del Estado en cuestión. Cuando se conjugan la determinación de la comunidad reclamante de autonomía y la incapacidad estatal para preservarla dentro de su jurisdicción, entonces la salida democrática es obvia: dejar que nazca el nuevo sujeto soberano. No hacerlo equivaldría a retener a un hijo ya adulto y, peor aún, cuando los padres han perdido toda capacidad para brindarle un clima familiar estimulante. La opción federalista, en cambio, sólo procede cuando todavía existe tal capacidad, o cuando el reclamo autonomista carece de bases sólidas.

Todo esto viene a cuento por el discurso del presidente Zedillo, pronunciado el pasado 23 de mayo, al recibir las conclusiones de la Consulta Nacional sobre Derechos y Participación Indígena. Sin duda es un buen discurso, en el que (por fin) se reconoce que el reclamo de autonomía (notablemente de los indígenas de Chiapas) ``no atenta contra la soberanía de la nación ni contra su unidad''. Antes se intentó descalificar la lucha de los indígenas chiapanecos como una amenaza para la soberanía, entendida como simple integridad territorial de la nación.

En el mismo discurso abundan planteos plausibles, como el de asegurar que ``las comunidades indígenas sean sujetos activos y no objetos pasivos de un desarrollo fincado en su diversidad cultural, sus tradiciones y sus costumbres''. O el de que: ``Gobierno y sociedad tenemos un compromiso histórico con las comunidades indígenas. Es hora de honrarlo(...)''.

El primer problema radica en que la capacidad para encauzar democráticamente los reclamos de autonomía, no se construye a base de discursos. Y el segundo problema es el ya crónico desfase entre la palabra oficial y los hechos. El mismo día en que se publicó el discurso presidencial, aparece un comunicado del subcomandante Marcos, asegurando que (una vez más) la escalada militarista en Chiapas imposibilita el diálogo por la paz. Diálogo que, por lo demás, tiende a convertirse en un silencio gubernamental, similar al del verdugo antes de degollar a su víctima.

La represión es lo mejor para que las comunidades indígenas finalmente sean ``sujetos y no objetos'' en la historia de México? La hora de la guerra, otra vez inminente, es la ``hora de honrar el compromiso histórico'' con esas comunidades? En lugar de paz, se busca que México agregue su nombre al de Yogoslavia y otros, en la lista de los incapaces para evitar que los legítimos reclamos de autonomía degeneren en la peor de las violencias fundamentalistas? En fin, puede esperarse una política democrática hacia las comunidades indígenas, cuando la represión avanza desde Aguas Blancas hasta Tepoztlán, y cobra víctimas lo mismo entre periodistas que entre maestros?