Como cada año desde hace dieciocho, un ventarrón de música contemporánea sopla sobre nuestra ciudad: el Foro Internacional de Música Nueva, que sigue siendo nuestra mejor opción para escuchar música del siglo XX. Y como en años anteriores, el inicio del Foro 1996 ha sido precedido de una antigua polémica. Varios compositores se quejaron del programa del Foro, manejando argumentos que pueden resumirse en una sola expresión: ni están todos los que son ni todos los que están. Tienen razón, pero lo cierto es que ahora que el Foro tiene dimensiones menores y ya no es el maratón de otros años, hay un número limitado de obras y autores que pueden tener cabida en una semana de conciertos, y el proceso de selección realizado por la Comisión de Programación ha estado sujeto, necesariamente, a consideraciones de todo tipo, incluyendo sin duda las preferencias personales de sus integrantes. Un debate abierto y mesurado sobre éstas y otras cuestiones podría evitar la mala sangre que corre por ahí cada vez que arranca el Foro.
Así pues, mientras tal diálogo se establece, va una breve crónica de las tres primeras sesiones del Foro, que ahora se desarrolla en los espacios del Centro Nacional de las Artes. La primera sesión fue protagonizada por la siempre bienvenida Orquesta Sinfónica de Xalapa, bajo la batuta de Francisco Savín. Después de la sólida, concreta, seria y bien diseñada Obertura lírica de Manuel Enríquez, la OSX interpretó el Concierto para violín de Gonzalo Castillo, compositor mexicano entrenado en las tierras de la ex Unión Soviética. Formalmente prolijo y bien construido, este concierto parece por momentos atado todavía a las raíces rusas de la educación de su autor, aunque hay en él destellos de un moderno lirismo que le dan cierto atractivo. Del ucraniano Sviatoslav Luniov se ejecutó Letargo, obra con interesantes acotaciones expresivas, pero hasta cierto punto carente de desarrollo. Para finalizar, una confusa partitura del japonés Toshiro Mayuzumi, Bacchanale, pieza que parece ser una multitud de estilos en busca de autor y que no encuentra su centro de gravedad.
En el segundo concierto del Foro se presentaron un quinteto de maderas y un quinteto de metales, formados por miembros de la Sinfónica de Xalapa. La música mexicana estuvo representada por María Granillo, Alfredo Alva y Manuel de Elías. De María Granillo se interpretó Asaselo (metales), extrovertido y bien escrito homenaje a un demonio, concebido sin tremendismos ni misticismos artificiosos. Alfredo Alva presentó un Quinteto (maderas), bien ensamblado y bien escrito en cuanto a la búsqueda de sonoridades, algunas de las cuales apuntan hacia ciertos parámetros de la música del medio siglo. Por su parte, Manuel de Elías asistió a la ejecución de su Introducción, fanfarria y danza (metales y percusiones), pieza inesperada en su catálogo ya que, al ser un trabajo de encargo, transita por terrenos de la cita de materiales populares, con referencia a sonidos que conocemos a través de Copland en ElSalón México. De entre las piezas extranjeras destacó la Mini obertura de Witold Lutoslawski (metales), brevísima obra de contornos claros y de una austeridad expresiva y armónica sorprendente. Morning music (metales) del estadunidense David Sampson, no logró del todo su cometido nostálgico y reflexivo, sobre todo debido a una profusión de ideas no desarrolladas a plenitud. En cambio, Frost fire (metales) de su compatriota Eric Ewazen, concebida bajo parámetros más identificables y con numerosas referencias a modelos clásicos, resultó más apreciada por un público que se sintió identificado con esta pieza. Para finalizar, el Quinteto No. 2 (maderas) de Jean Franaix, un clásico del siglo XX, obra llena de una nitidez que sólo podía provenir de una pluma francesa.
En la tercera sesión del Foro lució con especial brillo el Quinteto de Joaquín Gutiérrez Heras, interpretado espléndidamente por el Cuarteto Latinoamericano y el clarinetista Luis Humberto Ramos. Obra diáfana y fresca, de una lógica impecable, es una de las mejores muestras de la posición preeminente de Gutiérrez Heras en nuestro panorama musical. El Cuarteto Latinoamericano acompañó también a la arpista Lidia Tamayo en la ejecución del Concierto del argentino Luis Jorge González, obra muy coherente, de texturas muy homogéneas y rítmicamente muy atractivo, con una estilizada pero disfrutable carga latina que nunca llega al aspaviento dancístico per se. De espíritu similar, el Cuatro para tango de Astor Piazzolla, ya un clásico del género, interpretado por el Cuarteto Latinoamericano con una asombrosa disciplina rítmica y un oído infalible para los efectos Piazzolla, indispensables en el mundo del nuevo tango. Desde el punto de vista de la exploración sonora, la obra más atractiva del programa fue Folk songs, del iraní reza Vali, muestra de una de las mejores opciones para la abstracción y decantación de la raíz vernácula de la música. Especialmente interesante, el empleo que hace Vali del ámbito microinterválico. Este soberbio recital del Cuarteto Latinoamericano y sus invitados se completó con el Cuarteto de cuerdas del estadunidense Richard Felciano, bien escrito pero menos satisfactorio que otras obras que ha presentado en anteriores ediciones del Foro.