Si la función del lenguaje verbal o cinematográfico ``es significar y comunicar los significados''. Si el lugar ubicado ``para hablar con el cuerpo y convertir el lenguaje en un cuerpo'' otra vez Octavio Paz es, a mi entender, los foros de ayer y de hoy, recojamos en este texto a propósito del XVI, los espacios en los cuales el verbo se hizo carne y la carne verbo por una simple y singular preocupación, porque a cada lugar corresponde una actitud gestual precisa para encarnar la palabra. Ejemplos, los movimientos y entonaciones con los cuales se expresaron los personajes de Yim Ho en aquella lejana aldea oriental, los que usaron en Groenlandia los actores del noruego Hans Petter Molan; los que manipularon los clasemedieros capitalinos en El anzuelo de Ernesto Rimoch.
Entonces, y más acá de la cinemática, repasemos los espacios de nueve filmes que han iluminado las pantallas de la Cineteca Nacional para encuadrar la diversidad de acciones/reacciones de los humanos que alentaron en sus entrañas.
Iniciemos describiendo los espacios de dos películas chinas: El día que el sol se volvió frío de Yim Ho y Ermo de Zhou Xia Owen. La primera se ubica como escribimos líneas arriba en una aldea de la China continental donde sus misérrimos pobladores discurren acerca de su problemática (amor, infidelidad, celos, muerte) en idioma mandarín cuyos ecos rebotan siempre en espacios azules permanentemente cubiertos por blancos caudales de nieve. Asimismo, los espacios que fatiga Ermo (encarnada por Ailiya Alia) son los de una aldea pobrísima cercada por áridas montañas. Sin embargo ellas/ellos pronto escaparán de la claustrofobia que les impone la naturaleza y van a alentar en el mundo próximo (mercados, fondas, tiendas de autoservicio) y lejano (noticiarios, telenovelas, video-homes) con la ayuda de un destartalado camión y una carísima televisión. Así, la aldea mínima se transforma de pronto en la Aldea Global, cuyo último destino será la nada, acorde con la postrer toma de la película llena de luminosas (enjambre de puntos blancos) que aparecen displicentes en la Tv pantalla. Si esos fueron los rincones desde los cuales hablaron los maestros chinos, el cinedirector noruego en Cero grados Kelvin situó el verbo trastabillante de sus tres protagonistas (Larsen el poeta, Randbeck el cazador, Holm el científico) a propósito de la insoluble solución entre la paciencia y la neurosis, bajo el cielo raso de una cabaña circundada por los hielos permanentes de Groenlandia que de mil maneras diferentes influyeron en el drama fílmico. Más allá de aquella isla gigantesca lacerada por los hielos que resucitó en el celuloide Moland o de las aldeas de Yim Ho y de Zhou Xia Owen, enfrentemos otros espacios, otras voces, otras aventuras eróticas y necrofílicas provenientes de un lugar en donde la modernidad (mecánica, devastadora, cruel) se ha cancelado para siempre: Cuba, tropical y humana reflejada en una comedia rodante plena de lecturas físicas y metafísicas a cargo de quien fuera el cronista de una irremplazable realidad Tomás Gutiérez Alea.
Y para continuar describiendo espacios insulares acerquémonos ahora al país que retrata Ken Loach en Lady Bird: Inglaterra, para dar testimonio de aquellos días soleados que cobijaron en diversos sitios externos (jardines, plazas, calles) e internos (``pubs'', discotecas, buhardillas, tribunales, manicomios) las verídicas tribulaciones (True History) que desquiciaron acción/relación de una pareja marginal: ella (Crissy Rock) una madre iracunda y prolífica; él (Vladimir Vega) un extranjero ilegal, paciente y amoroso; ellos, la insatisfecha burocracia en el poder, insatisfacción que de nueva cuenta tomó cuerpo ante nuestros ojos a través de las inarmónicas pulsiones (paranoia, venganza, asesinato) que movieron/conmovieron a los personajes protagónicos que transitaron los espacios típicos de la burguesía occidental (billares, bares, cárceles ``elegantes'') en Justicia del alemán H.W. Geissendorfer, transvase del verbo obsesivo de una novela de Friedrich Drrenmatt. No sólo de occidente nos llegaron resonancias, también de Japón a través de Sonatine, pero esta vez bajo la responsabilidad de las armas de fuego y de sus impasibles manipuladores que cumplieron su misión en las otroras ensangrentadas playas de Okinawa cuántos marines murieron en aquellas ardientes arenas que ahora recrea Takeski Kitano con el visto bueno de Quentin Tarantino?Continuemos describiendo los espacios que recrearon dos directores mexicanos: Rimoch y Urrusti. Nuestra megalópolis fue el insaciable lugar que encuadró al primero, precisamente durante un acto íntimo y ritual (boda) en cuyo contexto sus clasemedieros participantes ``dan rienda suelta'' a redundantes actitudes. Urrusti también eligió un día axial de nuestra católica tradición (12 de diciembre) para recoger en la Basílica de Guadalupe con sobrecogedora puntualidad las pulsiones míticas, mágicas, reales, de nuestro pueblo. Y hasta aquí la descripción harto escueta de los espacios de nueve filmes que engalanan el Foro XVI de la Cineteca Nacional.