Los esfuerzos de algunos ciudadanos y políticos por crear una alternativa que ocupe el centro del mapa de partidos carece de un sustento social en la realidad. Mientras las propuestas se circunscriben a las reuniones del Grupo San Angel y los Compromisos con la Nación o, incluso, a la promoción de las carreras personales de Vicente Fox, Manuel Camacho o Porfirio Muñoz Ledo, el centro aparece como una fórmula política, ingeniosa y sugerente que le apuesta a las expectativas de la gente.
Más difícil resulta satisfacer, desde el centro, las demandas de la población, pues rara vez éstas coinciden con los planteamientos de aquellos que hacen política sólo a través de las ideas. En la mayoría de los temas de la agenda nacional la sociedad se encuentra a la izquierda o a la derecha en cada asunto, no en el centro. El punto medio del espectro político e ideológico simplemente no existe, excepto como una ficción retórica o, bien, como una proposición estrictamente electorera; en un caso es impráctica y, en otro, oportunista.
Así se explica por qué los principales políticos de centro han dejado pasar a un lado, sin comprometerse y menos aún arriesgarse, cada uno de los momentos decisivos que han definido a la política actual. Qué hacía David Ibarra, ex secretario de Hacienda bajo José López Portillo, durante el sexenio de Carlos Salinas cuando se diseñó y puso en práctica el modelo neoliberal que ahora critica? Dónde está Manuel Camacho, regente de la ciudad de México en el sexenio pasado, cuando la sociedad sale a las calles para protestar contra las políticas de Ernesto Zedillo? A partir de qué momento comienzan a ser consistentes los políticos?La idea de que en la política existe ``un centro'' se deriva precisamente de la falta de congruencia y continuidad que priva en el análisis y el quehacer de muchos de los que buscan ocupar dicho espacio. Sólo así se puede pretender que fuerzas opuestas y hasta antagónicas actúen para un mismo programa y movimiento; o que las propuestas para el futuro no estén vinculadas con la experiencia del pasado. Desprovista de contenido y compromiso, la política así no pasa de ser un mero instrumento para acceder al poder. Los políticos de centro no pueden ser consistentes o, si llegan a serlo, es por que no se encuentran en el centro, sino en la derecha o en la izquierda.
Esto se ha manifestado con claridad en el caso de la industria petroquímica, en el que centristas como Vicente Fox, Manuel Camacho y Jesús Reyes Heroles, expresan posiciones divergentes sin que, al mismo tiempo, estén dispuestos a comprometerse de manera definitiva con los objetivos y medios que han adoptado las fuerzas que están a favor o en contra de la privatización. La razón es que la propuesta política del centro es precisamente eso: una propuesta política que no está ligada con un programa de desarrollo específico. Los referentes a los que recurre el centro no son de carácter económico o social, sino político.
Es muy distinto definir las tareas y metas que se persiguen en la política a partir de los problemas que enfrentan los grupos sociales, que hacerlo con vistas al calendario electoral la diferencia es la misma que existe entre la oportunidad y el oportunismo. Desde la perspectiva que priva en el centro, las fechas que aparecen como importantes son 1997 y el año 2000; en cambio, para el resto de la sociedad todos los días son igual de importantes. Los conflictos en que han estado inmersos los deudores de El Barzón, los trabajadores de Ruta-100, los pobladores de Tepoztlán, las comunidades campesinas de Guerrero o los indígenas zapatistas no marchan al ritmo de la política institucional.
Existe, sin embargo, una razón adicional, poderosa y, por lo tanto, también peligrosa, por la que la idea del centro político parece atractiva a tantos. Hasta ahora los partidos han sido incapaces de proponer, desde de su esquema formal, soluciones eficaces a los problemas que aquejan a la sociedad. El gobierno, como causante y cómplice de las crisis que han hundido al país, carece de la credibilidad necesaria para aportar salidas convincentes. En este contexto se ha creado un enorme vacío en la política, y el centro como negación de todas las ofertas tradicionales parece llenarlo.
Pero ésto sólo sería posible si, en la práctica, los opuestos se cancelaran entre sí, existiera un justo medio en la política y se alcanzara un equilibrio en todos y cada uno de los conflictos que hay en México. La realidad es muy distinta: Más allá de la polarización a la que las acciones de políticos pragmáticos han empujado a la sociedad en los últimos años, subsisten problemas fundamentales con la propuesta de un centro amplio. Sus contradicciones más evidentes emergen cuando las ambiciones personales chocan con las alianzas colectivas o, de mayor trascendencia, cuando los políticos de centro tienen que tomar posiciones concretas sobre asuntos estratégicos.