La política nacional de la semana pasada presentó dos hechos relacionados con el panismo: las declaraciones de Vicente Fox en una mesa redonda en Nueva York, en donde se manifestó a favor de la privatización de Pemex; por otra parte, el caso de Huejotzingo, Puebla, que se resolvió mediante la salida del alcalde priísta y el nombramiento de un alcalde panista. Estos dos acontecimientos, sin aparente relación, pueden servir para analizar varios nudos claves del momento político por el que atraviesa México.
A pesar de que los últimos tres gobiernos (De la Madrid, Salinas y Zedillo) se han encargado de poner en operación una política muy agresiva de privatizaciones, con la cual el sector público mexicano perdió la obesidad que llegó a tener, todavía existen ciertas áreas que forman parte de la mitología y la realidad del nacionalismo. Cualquier discusión sobre estos temas tiene una fuerte carga ideológica incorporada, entre esos temas se encuentra en primer lugar el destino de Petróleos Mexicanos. Con el amplio proceso de privatización de los últimos 14 años, también se modificaron otras referencias que entraban dentro de la misma categoría de mitos: como el artículo 27 y las nuevas posibilidades de venta del ejido o la relación entre el Estado y las iglesias. A estas alturas es necesario plantear los problemas y discutirlos sin grandes cargas ideológicas y con un sentido más apegado al mundo real y a los problemas profundos, que no necesariamente están cruzados con las viejas alforjas ideológicas.
Fox en Nueva York señaló que ``el camino es privatizar'' la industria petrolera, pero que se tendría que esperar a tener condiciones democráticas. Mostró así su vena empresarial y perdió su perfil político. No se hizo esperar el escándalo que se provocó en el mundo político mexicano, desde los que se rasgaron las vestiduras, hasta los que simplemente mostraron su desacuerdo. Fue, sin duda, un tiro de varias bandas: mostró las diferencias internas en el panismo; sirvió para medir un espectro de nacionalismo que todavía existe en México, y que tiene su talismán en Pemex; se logró darle un golpe al declarante y exhibirlo como un político impulsivo y vendepatrias.
Sin embargo, el escándalo nubla el debate y la discusión sobre un tema muy importante, las ventajas y/o desventajas de una política privatizadora. El gobierno de Zedillo tiene entre manos planes firmes para privatizar la petroquímica secundaria, pero algo ha detenido el proceso. En el fondo, lo que está en cuestión es el proyecto de país, que está más allá de las apreciaciones inmediatas de que una empresa sea manejada por el gobierno o por particulares, de números negros o rojos, o de manejos honestos o corruptos. Pero, al parecer, ni en el gobierno federal ni el PAN existe esa dimensión en la que se necesitan discutir los problemas.
El otro caso es el de Huejotzingo, municipio poblano ganado originalmente por el PAN, impugnado por el PRI y que mediante la anulación de algunas casillas, le dieron la vuelta al marcador. Con el pretexto de esa afrenta los panistas abandonaron en febrero pasado la Mesa de Barcelona en Gobernación, en la cual se discutía la reforma política. En el proceso estuvo presente una vieja rivalidad entre el gobernador Bartlett y el panismo, que tuvo su punto más alto de confrontación en torno a la capital poblana, la cual al final se pintó de azul; se cruzaron también el reacomodo de la sucesión interna del PAN y una recomposición de los vínculos del gobierno zedillista con los panistas; y sobre todo, estuvo de por medio la reforma electoral que quedó como rehén de este conflicto. Como en el sexenio pasado, los panistas hicieron una causa nacional de un conflicto local y, al final de cuentas, lograron un resultado similar, lo que algunos analistas y reporteros han llamado ``la primera concertacesión'' del sexenio, la cual quedó magistralmente ilustrada en la caricatura de Helguera en La Jornada del pasado 17 de mayo. Al igual que en el sexenio pasado, queda el mal sabor de boca de estos arreglos en los cuales todos pierden: los partidos, los ciudadanos, el gobierno y sobre todo, la legalidad democrática. Hoy es una prioridad de primer orden lograr una reforma que desarticule las ventajas del partido de Estado en las urnas, ciudadanice por completo la organización de los comicios y construya la certidumbre necesaria que necesita tener el país para generar la alternancia y la transición. Ahora que se ``arregló'' Huejotzingo, el panismo tiene un compromiso doble con el país: sacar adelante la mejor reforma y poner los intereses del país por encima de los intereses partidistas.
De Nueva York a Huejotzingo se mostró que en el panismo hace falta mayor sensibilidad política. Lo que faltó en los dos casos fue una visión del país más allá de los inmediatismos, ya sea en la visión pragmática del mercado y la eficiencia; o en el manejo político de un conflicto municipal que puso de rehén a la reforma política. Para gobernar la transición mexicana se necesita, sobre todo, tener un proyecto de Estado y una visión histórica, de lo contrario podríamos caer en otra tecnocracia, sólo con otro color.