Hace casi cien años, el 9 de agosto de 1896 nació en Neuchatel, Suiza, el psicólogo destinado a ser, junto con Freud y Marx, uno los tres autores más citados en el área de las ciencias sociales en las últimas décadas: Jean Piaget. Su padre fue un experto en historia medieval, de mente crítica y pluma ágil (cualidad que no heredó Piaget). La inteligencia aguda y la profunda vocación religiosa de su madre combinaban mal con un temperamento, según el propio Piaget, ``más bien neurótico, que hizo nuestra vida familiar algo problemática''.
Tal vez por ello, el pequeño Jean se convierte en un niño serio; demasiado serio. Tanto, que para algunos, Piaget no tuvo infancia y esa carencia la compensó dedicando su vida a los niños. En vez de los cuentos de aventuras o los juegos osados, se interesa en los fósiles, las conchas y los pájaros. Un primer libro dedicado a las aves de la región es criticado por su padre como una simple compilación. A los diez años publica sin que el editor supiera que el autor era un niño su primer trabajo científico sobre un gorrión parcialmente albino, que observa en un parque. Después de las horas de escuela es ayudante del director del museo de historia natural de la ciudad, donde se inicia en la catalogación de una extensa colección de conchas.
A la muerte del director, Piaget es ya un experto en malacología y se le ofrece un puesto en el museo de historia natural de Ginebra, que no puede aceptar porque todavía es un escolar. Cursa en su ciudad la carrera de biología y obtiene el doctorado a los 22 años, con una tesis sobre caracoles. Pero Jean hace algo más que examinar conchas y caracoles: lee vorazmente sobre filosofía, religión, sociología y psicología. Un largo periodo vacacional con su padrino, un hombre culto que consideró que los intereses del joven eran demasiado estrechos, lo introdujo a la filosofía. Poco a poco fue aumentando su interés por explicar las bases biológicas del conocimiento; ese su precoz afán por conocer acabó cristalizando en la interrogación misma de cómo se construye el conocimiento. Ello, aunado a su falta de disposición para la biología experimental, hizo que Piaget encauzara sus talentos hacia la observación de fenómenos naturales.
La mente frágil de su madre y el ambiente familiar ``difícil e incómodo'' hicieron que se interesara en la psicopatología, como lo indica su estancia, al terminar el doctorado, en la clínica psiquiátrica de Eugen Bleuler en Zurich, en la que había laborado Carl Jung. Allí aprendió el arte de la entrevista clínica, que tanto emplearía al indagar en la mente infantil. Se trasladó a París para estudiar dos años en la Sorbona. Théophile Simon, coautor de la primera prueba de inteligencia con Alfred Binet, le sugirió que estandarizara las pruebas de razonamiento de Cyril Burt en niños parisinos.
Fue en París en donde, aburrido por la aplicación rutinaria de las pruebas psicológicas, pero maravillado por las respuestas heterodoxas de los niños, vislumbró que su camino era la psicología. Uno de sus artículos sobre el tema atrajo la atención de Edoard Claparéde, editor de los Archives de Psychologie y director del Instituto Jean Jaques Rousseau de Ginebra, quien le ofreció la dirección de ese instituto, creado para el estudio científico del niño y la mejor formación de los maestros. Así, a los 25 años Piaget comenzó su carrera como psicólogo sin entrenamiento formal como tal.
Durante los siguientes años trabajó con los niños de la Maison des Petits, escuela maternal del Instituto Rousseau y pronto empezó a cimentar su fama mundial. Con el tiempo, creó el Centro Internacional de Epistemología Genética y fue codirector del Instituto de la Educación.
Como ocurre con muchas grandes empresas del pensamiento, además de una inteligencia superior, su obra se basó en la tenacidad, la constancia y la disciplina. Según David Elkind, uno de sus muchos alumnos, Piaget se levantaba en la madrugada y escribía cuando menos cuatro páginas publicables. Luego daba clases o asistía a reuniones, y en las tardes realizaba largas caminatas en las que pensaba sobre los problemas que en ese momento le interesaban. En los veranos, Piaget se retiraba a una vieja granja en los Alpes donde pensaba, caminaba y escribía a torrentes.
Piaget creó el término de epistemología genética no estrictamente correcto para expresar su idea de que el desarrollo intelectual tiene firmes raíces en el desarrollo biológico del individuo, no en el sentido de una ``embriología del conocimiento'', porque no atribuyó el desarrollo de la inteligencia a la maduración del sistema nervioso, sino a la adquisición de experiencias y transformaciones consecutivas de la mente. Esta, según Piaget, a través de las interacciones con el ambiente sufre una serie de metamorfosis. No es la simple acumulación de experiencias, sino el cambio inducido por ellas que logran una nueva y más adelantada forma de pensamiento.
Piaget, sabemos, ha sido criticado; entre otras razones, por las técnicas empleadas para diseñar sus muestras y por la falta de validación estadística, pero el hecho de que su teoría sea abierta, tentativa y sujeta a revisión, a fin de cuentas, lo que hace es validarla como una teoría del desarrollo... en desarrollo. El propio Piaget dijo: ``Dejo un esqueleto general pleno de huecos de forma que al llenar esos huecos las articulaciones se diferenciarán, pero las líneas generales del sistema seguirán sin cambio''. Y en otra ocasión mencionó: ``Al final de una carrera es mejor estar preparado para cambiar de opinión, que estar condenado a repetirse indefinidamente''.