Cada quien habrá llegado a su modo y le dará el significado que guste y mande, cada cual tendrá su teoría y sus explicaciones, pero difícilmente habrá hoy una persona en el país que no haya oído hablar del chupacabras. Tras los primeros ataques en Puerto Rico unas semanas atrás se han multiplicado los hallazgos de animales muertos y la alarma cunde en cada vez más rincones del territorio nacional. El chupacabras anda suelto y no se sabe dónde ni exactamente cómo volverá a actuar.
Los medios, siempre alerta, no tardaron en documentar la noticia. Jacobo Zabludovski mostró a una señora con moretones en el cuello que atacó el chupacabras en Sinaloa y día tras día el reguero de borregos destazados. De que algo había, algo había. ¿Cosa diabólica? ¿Ominoso mensaje de otros mundos? ¿Tomadura de pelo? ¿Razones de Estado? Una radiodifusora enlazó en cadena nacional todos los sitios en donde se reportaba la presencia de la espantosa criatura y el jueves 8 La Prensa publicó la foto del chupacabras. Ese mismo día la maestra Julia Carabias, secretaria del medio ambiente, se vio obligada a responder a los temores de la población: no es un fenómeno sobrenatural ni tiene que ver con vampiros. Muy pronto se ligó el nombre y la efigie del expresidente Salinas al chupacabras, se hicieron caricaturas, se le pusieron alas de murciélago y capas de Drácula y con eso se le dio el sello de los tiempos.
Pero basta de especulaciones y bromas de mal gusto. Yo sí vi al chupacabras y estamos ante una catástrofe de grandes proporciones, sé lo que les digo. Alcancé a tener con él un cierto intercambio, si se puede llamar así a tal sacudida del ánimo. El pareció mirarme y yo me congelé de pánico. A la larga no le interesó la carne humana, se ve que iba más bien en busca del borrego. Ha de ser de verdad extraterrestre porque nada así se le parece ni pudiera parecérsele en este mundo. ¿Cómo describir lo indescriptible, a no ser por eso que de a tiro le colgaba? Un espanto. Me hubiera gustado dispararle, vaciarle la pistola, rematarlo con cien tiros de gracia, quemar su tenebrosa y seguro hedionda morada. Al tanto de las noticias, no me sorprendió el relato de su veloz movimiento. Desplazándose con tal rapidez bien que puede llegar en un suspiro a todos esos sitios de la repoblica.
De todos modos tengo para mí que el chupacabras que alcancé a ver como gárgola en la azotea no es sino uno de tantos, que debe haber muchísimos chupacabras y pronto tendremos más testimonios directos, muchos más y llegará el momento en que no sólo importemos barbacoa australiana sino todo tipo de carne y derivados animales porque no quedará un solo escuálido jumento en el país entero. Habremos eso sí de agradecer a la legión de extraterrestres librarnos de las cabras locas que seguro ya iban a comenzar, estando tan cerca de las vacas.
¿Y si son ellos mismos los que trajeron la británica enfermedad de las hamburguesas? Es muy sospechosa tanta fijación con el ganado.
Lo cierto es que por lo que pude ver, esto no va quedar nada más en eso. Ser detestable y pérfido, tenemos chupacabras para rato y más vale que lo entendamos. No todo van a ser palomas matadas por un gato. Así se empieza, con un rumor mal confirmado que termina en las más feroces tinieblas. Y quién puede estar seguro de un engendro así, un monstruo de tales proporciones. Qué indecibles motivaciones lo guían, qué atrocidades es capaz de cometer, cuánto puede tadar en hartarse. Hay momentos muy difíciles en la historia de los hombres, momentos negros y dramáticos.
Aguas. El chupacabras ya está entre nosotros.