Después de uno de los empates de tedio que caracterizaron a la liguilla del futbol mexicano, Multivisión transmitió un programa que equivalió a un gol de tijera. Blanco y negro prefigura lo que la televisión podría ser en el futuro. La emisión a la que nos referimos estuvo dedicada a los cuatro canditados del PRD a la presidencia de su partido. El solo hecho de que los políticos de oposición hablen sin trabas significa un avance singular; pero más importante aún es que los conductores, Carmen Aristegui y Javier Solórzano, no incurran en la obsecuencia o en la provocación. De nada sirve un debate que legitima o descarta de antemano a los contentientes. Durante años, el trato a los políticos en televisión ha ido de la promoción (sujeto ideal: un miembro del gabinete) al linchamiento (sujeto ideal: el mismo miembro del gabinete al ser removido, o cualquier político de oposición). Blanco y negro presentó, contra la costumbre, una discusión argumentada. Para ampliar el debate, cedió la palabra a Lorenzo Meyer, René Delgado y otros analistas que ofrecieron un contrapunto crítico a lo que se discutía en el panel. El programa reveló, como en su momento lo hizo el debate entre Cárdenas, Fernández de Ceballos y Zedillo, que la política obedece a otras reglas cuando ocurre en la pantalla. En su novela Mesías, Gore Vidal observa que en nuestra época ya sólo puede haber profetas televisivos. Siguiendo la idea de McLuhan de que los medios masivos de comunicación retribalizan a la especie, Vidal hace de la televisión un altar donde ofician los chamanes posmodernos. Esta idea es continuada en su novela En vivo desde el Gólgota, donde el narrador norteamericano indaga el efecto cultural que hubiese tenido la crucifixión en caso de ser televisada. Hoy en día, las campañas políticas se parecen mucho al evangelio a control remoto de Gore Vidal. El carisma debe ir unido al rating. En Estados Unidos, donde la televisión decide buena parte de la vida social, Richard Nixon representó un claro momento de transición; llegó a la presidencia sin las menores dotes televisivas (y una famosa capacidad para sudar ante las cámaras) y encontró su propio Gólgota ante los medios. El escándalo Watergate puso en evidencia no sólo la corrupción del Partido Republicano, sino la incapacidad del Presidente para lidiar con la prensa y la televisión. No es casual que el gran retorno republicano estuviera a cargo de un actor. Durante dos periodos en la oficina oval, Ronald Reagan demostró que nada es tan importante para un político norteamericano como la gestualidad televisiva. Ante las víctimas de un huracán, lo decisivo no era que Reagan declarara un plan de emergencia sino que luciera conmovido: en el escenario de la tragedia, la cámara practicaba un zoom a sus ojos húmedos. El político que no disponga de fotogenia, capacidad de simulación o la rara habilidad de ser sincero en horario triple A, sabe que su peor enemigo está en la televisión. En la reciente campaña por la presidencia de España, José María Aznar se negó debatir con Felipe González y no tuvo empacho en reconocer que lo hacía para no perder votos. Aznar carece de ideas y de carisma, pero tiene a su favor el desgaste de González después de doce años en el poder y de los escándalos de corrupción del PSOE. Se encontró, pues, en la encrucijada de privilegio en que podía ganar sin televisión. Eso sí, durante unos días corrió el rumor de que Julio Iglesias podía sustituirlo en el debate. El cantante del bronceado eterno abandonó su mansión de Miami para hacer campaña en favor de Aznar. Aunque su coeficiente intelectual podría dar para un programa de Misterios de lo desconocido, cuenta con atributos que estuvieron a punto de producir el caso más extremo de la política televisiva: el candidato vacío que obtiene votos al sonreír y al quejarse con voz trémula. Pero volvamos a la emisión de Blanco y negro. Una vez más quedó claro que para convencer en televisión, ver a la cámara es más importante que exponer una idea compleja. El que se comporta como en mesa redonda, pierde; el que es tan franco como en su casa, pierde; el que da una cátedra, pierde. Los mesías y los líderes televisivos deben lograr momentos indelebles: llorar con estrategia o encadenarse a un lugar simbólico. Estos son los desafíos que la discusión debe enfrentar en la aldea global. El inconmensurable empeño de cambiar el país pasa por las nuevas condiciones en que opera la comunicación. Estamos muy lejos de los tiempos en que era importante para un candidato saludar de mano a la mitad del país; la promisoria transmisión de programas de debate invita a reflexionar sobre el alfabeto de gestos y palabras que habrán de decidir la política futura. |
Acerca de la sorpresa (II) El artículo de la semana pasada no me salió bien. Es más caótico y apresurado que los de costumbre. Pido que me disculpen. Reclamo como Lord Jim una segunda oportunidad: quiero volver a escribirlo. Voy a decir lo mismo, lo que pienso acerca de los misterios de la acción de sorprendernos, pero de otro modo. Por donde menos se espera, salta la liebre. Es decir, que se espera que salte por cierto lado. Esta espera, esta suposición de por dónde va a saltar, en qué consiste? La sorpresa es sorpresa porque niega y sustituye eso que esperábamos o suponíamos y, por lo tanto, si no sabemos bien cómo opera este esperar, no sabemos cómo opera la sorpresa. Éste es el problema. Aquí la dificultad es entender con claridad por qué decimos que no sabemos en qué consiste este esperar o suponer. Veamos un ejemplo. El profesor de historia del Imperio bizantino va a entrar por primera vez al salón de clases. Los estudiantes no lo conocen y lo aguardan con cierta expectación. El profesor hace su entrada caminando atléticamente de manos y saludando. Los estudiantes se sorprenden. Vamos a decir que los estudiantes no esperaban esta entrada? Hay un acto mental de "no esperar esto"? Se formuló de algún modo? Sería muy extraño, absurdo, que los estudiantes formularan la suposición "el profesor va a entrar caminando sobre las piernas". Es una suposición demasiado obvia. Imagínate que alguien te pregunta "el departamento dónde vives, tiene cocina?" Tú que pensarías?, quién podría formular esta extraña pregunta? No, los humanos no actuamos así. Si el esperar de esta sorpresa no se formula de ningún modo, entonces qué es?, es algo? La espera de algo ha desaparecido. Entonces, por qué y cómo se sorprendieron los estudiantes al ver entrar al profesor? Hay que resolver esto. Voy a sostener que en la sorpresa no hay dos partes o elementos sucesivos. No se (1) espera algo y, luego, (2) lo esperado es negado y sustituido por lo sorprendente. Como lo esperado no se registra antes de la sorpresa, tiene que tratarse de un solo acto, la espera y lo sorprendente tienden a fundirse en un mismo acto. Cómo es esto posible? En la explicación de este monstruo, el acto en que suposición y su negación se funden, tenemos que hacer participar a nuestras viejas conocidas, las regularidades. Vamos a preguntarnos qué regularidades podemos encontrar consteladas alrededor de "profesor de historia bizantina"? Podemos anotar, entre otras, serio, grave, saco de tweed, portafolios, erudito, sabe griego, idioma que se hablaba en Bizancio, es muy lector, no menor de 25 años y otras muchas cosas más. Este vago saber, estas regularidades tan obvias, están lógicamente contenidas en nuestra comprensión de "profesor de historia bizantina", pero están implícitas, sin desarrollar, no se dan como una lista de atributos sino como un conjunto organizado alrededor de la comprensión de cómo es este tipo humano. Esto quiere decir que las regularidades no pasan a primer plano de la atención, no aparecen, si no hay un acto o situación que las rompa. Están, como Blanca Nieves, dormidas, y el beso de lo anómalo las alerta. Antes de la sorpresa no hay ninguna suposición ni espera de nada, sólo la comprensión de "profesor de historia bizantina". El profesor entra caminando de manos. Suena la alarma: las regularidades no casan con eso. Los anticuerpos mentales de explicación entran en acción. Varias regularidades rotas, atención, atención, por qué?, por qué?, por qué?, explicar de inmediato. Toda sorpresa engendra un misterio, un enigma que hay que resolver. El equilibrio mental no puede soportar lo irregular, lo inexplicable. Déjalo todo y atiende esto, qué está pasando?, por qué?, explica, explica ya. Cuando se rompen uno o varios hilos de araña de la red de regularidades, el mecanismo de la sorpresa entra en acción. Y no he supuesto ni esperado nada, y es un solo y único acto nacido sólo de la mínima comprensión de un concepto. Como se puede ver en cosa tan simple como la sorpresa, las sutiles regularidades pueden jugar un papel explicativo de lo que hacemos. En realidad, las regularidades van tejiendo delicadamente los actos de nuestra vida de todos los días. Anticipar, suponer, leer el periódico, inventar, desear, temer, hacer planes, disfrutar una novela o una película, creer, visualizar la Torre de Babel, elegir, sospechar, simpatizar con alguien, preocuparse, odiar, fantasear, todo esto y más supone el uso de regularidades. Quien tiene pasión por entender a los hombres y las mujeres en su existencia diaria, quien quiere llegar a saber con precisión qué es eso de estar vivo, tiene en las regularidades, no sólo un hilo de Ariadna, sino una lupa que permite agrandar los muy minuciosos detalles en que consiste nuestra experiencia. Pero, creo, todavía no entendemos bien de qué estamos hablando.
La red y los excesos Lo dijo Marshall McLuhan, pero en realidad es sabiduría popular elemental: todo nuevo medio en sus orígenes es tan sólo un nuevo empaque para los mismos viejos contenidos del (o de los) medio(s) que busca reemplazar. Es por esto que lo que la gente teme de la red y el ciberespacio no es su innegable capacidad de transformar las relaciones humanas y el concepto mismo de identidad, sino su potencial para distribuir pornografía, obscenidad y una variedad de materiales subversivos e inflamatorios. Los poderosos no tienen miedo de que Internet sea el medio que logre organizar a los desposeídos del mundo. En cambio, es el temor a la literatura y a la imaginería de los excesos lo que más mueve a los censores del planeta. No es raro encontrar a la red descrita en la prensa como un estercolero infestado de pornografía extrema, fórmulas para hacer bombas, manifiestos de grupos neonazis, publicidad del Ku Klux Klan y numerosos llamados a destruir la civilización occidental. La mitología popular digital ha exagerado ridículamente el riesgo de que este tipo de sitios exista en Internet. Finalmente, la libertad de expresión consiste en que todo mundo tenga derecho de expresarse, y son generalmente las ideas y formas de expresión impopulares las que requieren ser protegidas.
Lo privado y lo público
Ya hemos comentado aquí que la ley de las telecomunicaciones que fue aprobada el 1 de febrero en Estados Unidos (y que pronto copiarán nuestros apantallados legisladores) es reflejo de la paranoia de un gobierno tecnócrata pero tecnoignorante. La idea machacona que venden los censores es que esta ley tiene por objetivo proteger a los niños del peligro de encontrarse con un par de tetas (o quizás algo mucho peor) en el monitor, o bien, impedir que sean seducidos por las ideas subversivas del Mein Kampf, el Libro rojo de Mao o el Libro verde del coronel Ghaddafi. Para las élites, la aparición de la imprenta implicaba el riesgo de que algunos libros llegaran a manos de los pobres y de las mujeres, quienes según ellos no estaban preparados y podían perturbarse o volverse peligrosos. Los herederos de los privilegios de aquel entonces son los mismos que, en nombre del bienestar de la familia, están dispuestos a restringir un medio del cual comprenden muy poco. Lo más alarmante es que consideran al Internet como un monolito y no se dan cuenta que es un medio complejo que tiene tanto áreas privadas (el e-mail y las discusiones en cuartos privados) como públicas (las páginas en el WWW y los foros de discusión). Calificar de indecente un tipo de material en toda la red es idiota, y equivale a prohibir el uso de obscenidades en la televisión, y también en las llamadas telefónicas personales. Es obvio que entre más privado es un foro, mayor debe ser la libertad de expresión del mismo.
La frágil ilusión del mundo feliz
En pocos años, la red ha transformado la manera en que la gente se acerca al conocimiento, pero también ha tenido un impacto ambiguo, ya que al mismo tiempo que ofrece una variedad de foros donde se pueden discutir los problemas del mundo sin censura ni supervisión del Big Brother (como el foro México 2000), también crea la idea de que vivimos en un mundo plenamente interconectado, aséptico, civilizado y moderno, una ilusión que tan sólo funciona si logramos olvidarnos de los genocidios, matanzas, ocupaciones y guerras que tienen lugar en Ruanda, Liberia, Argelia, Líbano, Chiapas, Chechenia y Tíbet, por mencionar algunos de los más de 150 conflictos de "baja intensidad" que hay actualmente en el mundo.
Quejas virtuales
Entre el abundante correo que ha recibido esta columna, nos llamaron la atención dos preocupaciones de los lectores:
1) muchos estaban molestos por haber denominado a la red el superatajo a la estupidez, y algunos, por habernos burlado del meganerd Bill Gates; 2) hay personas que se han quejado de que el nivel de los textos rebasa los conocimientos técnicos básicos de quienes no usan la red o son novatos en ella.
Respecto al primer punto, pedimos disculpas, pero eso no quiere decir que en el futuro seremos más reverentes o respetuosos. Y en lo que concierne al segundo punto, quien esto escribe debe confesar que también está en un proceso de descubrimiento de la red (que ya ha durado varios años) y que se encuentra muy lejos de sentirse el Juan Charrasqueado del ciberespacio. En cambio, recomendamos a todo aquel que tenga dudas acudir al homepage de la Dirección de Telecomunicaciones Digitales de la DGSCA de la UNAM, a cargo de Raúl Ramírez Sánchez ([email protected]) en: http://www.noc.unam.mx, donde podrán encontrar explicaciones de los servicios básicos de Internet, su historia, estructura de la red en México y enlaces con el extranjero, así como (y mucho más importante que todo lo demás) asesoría y orientación provista por seres humanos. Naief Yehya [email protected]
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