La tristemente célebre Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi) acaba de refrendar su reputación de incompetencia al dar a conocer el pobre y desarticulado Programa de política industrial y comercio exterior (PICE). Ese documento omite atender los principales problemas que aquejan a la industria nacional. Su aplicación profundizará las deficiencias heredadas del modelo salinista tan ciegamente aplaudido por los autores del PICE.
El pilar de la política industrial, dixit Secofi, es la estabilidad macroeconómica. El capítulo I del PICE es una ensalada, sin pies ni cabeza. Entre las acciones contempladas se incluye controlar la inflación, mantener finanzas públicas sanas y la ``predictibilidad'' (sic) del tipo de cambio, reformar el sistema de pensiones para el retiro, y mejorar el sistema financiero. Al igual que el absurdo Plan de Desarrollo, la Secofi propone un programa que comenzará cuando se acabe la crisis. Con razón Ernesto Zedillo señaló que el horizonte temporal del PICE es transexenal.
La Secofi promete que el mismo esquema macroeconómico de Salinas, sin modificaciones, rendirá, ahora sí, resultados positivos para la inversión productiva. El combinado ZOMBI (Zedillo-Ortiz-Mancera-Blanco) esperó un momento de calma en los indicadores financieros para salir al aire con su PICE. No parece enterada de que su marco macroeconómico ideal sigue haciendo agua por varios lados. Las presiones inflacionarias persisten, a pesar de que la prioridad de la política monetaria ha sido el combate a la inflación. La estructura de precios relativos se ha distorsionado todavía más por el incremento mayor en los precios de bienes y de la canasta básica. La banca ha dejado de jugar su papel de intermediación financiera y el mercado doméstico sigue en el piso. En lo que toca a las finanzas públicas sanas, la caída en la recaudación y el descomunal monto del rescate bancario pueden llevar a un déficit fiscal este año: el anatema del modelo neoliberal se puede convertir en realidad. Con el agravante de que no se trataría de un déficit provocado por un programa de crecimiento y reactivación de la economía, sino que sería ocasionado por el torpe rescate en favor de los banqueros.
La creación y mejoramiento de la infraestructura física y de la ``base humana'' (sic) son el componente clave para el desarrollo de la competitividad industrial (PICE, capítulo II). Y la infraestructura física descansa en los esfuerzos de ``complementación entre los sectores público y privado''. Con lo exitoso que han sido las autopistas concesionadas ahora sí nos vamos a convertir en una potencia en materia de competitividad industrial.
Sobre el tema clave de la integración de cadenas productivas, el PICE ofrece más retórica. El cierre masivo de empresas industriales no es problema para Secofi. Y sin tocar la apertura, los eslabonamientos industriales florecerán solitos con ``esquemas de apoyo y coordinación'', y las ya muy sobadas redes nacionales de información de proveedores. Con estas acciones superficiales no se reconstruirá la planta industrial tan dañada por la política salinista y el programa de estabilización zedillista para lidiar con el choque posdevaluatorio.
Los principales instrumentos que han permitido en numerosos países (incluso Corea) establecer y profundizar los eslabonamientos (requisitos de desempeño y compras del sector público, por mencionar sólo dos), fueron puestos fuera de nuestro alcance por el TLC, gracias a la hábil negociación de 1993 con la que los titulares de Secofi halagaron a nuestros socios comerciales. La inconstitucional privatización de la industria petroquímica básica (disfrazada de secundaria) es otra muestra del supremo desconocimiento, por parte del gobierno, de los instrumentos necesarios para desplegar una verdadera estrategia de desarrollo industrial.
Otra perla del PICE está en el capítulo sobre ``infraestructura tecnológica'', alarde de mediocridad y entreguismo. Dos objetivos son estimular la transferencia tecnológica del exterior y fomentar la protección a la propiedad industrial. Los autores del PICE seguramente nunca han oído hablar del objetivo de asimilación de capacidades tecnológicas que permitiría construir la base tecnológica que una economía abierta necesita. Pero sí han oído hablar del Acuerdo Multilateral de Inversión (que tendría funestas consecuencias para nuestro país): a los señores Blanco y Zabludovsky se les hace tarde para que México se incorpore en estas negociaciones. El capítulo sobre propiedad industrial es particularmente triste: aún antes de comenzar a negociar el TLC, la Secofi puso en bandeja de plata, para complacer intereses estadunidenses, una grotesca ley de patentes que extendió la vida de las mismas, y amplió los sectores en los que se concederían patentes. El argumento central esgrimido en la exposición de motivos es falaz porque no se incentiva el desarrollo tecnológico por el sistema de patentes. Las experiencias japonesa, coreana y taiwanesa así lo demuestran y la literatura especializada es unánime: países con una débil inversión nacional en ciencia y tecnología no deben tener este tipo de sistemas de patentes. Pero el PICE responde: se fortalecerá la lucha contra la piratería. Los abogados de patentes pueden dormir tranquilos.
La ignorancia de los altos titulares de la Secofi sobre temas de su competencia es ya proverbial. Entre sus más altos funcionarios hay varios que llevan años en el oficio, pero sin poder pasar del primer segmento de la curva de aprendizaje. Con su último engendro, el PICE, nos quedamos Sin Esperanza para Construir una Fuerza Industrial (Secofi).
* Centro de Estudios Económicos. El Colegio de México