Un tema recurrente es el de la decadencia de las organizaciones sindicales a partir de la crisis económica que enfrenta el mundo. Las razones que se invocan son impactantes: desempleo que hace disminuir las cuotas de afiliación sindical; ineficacia, al menos en general, de los medios de acción, particularmente del derecho de huelga, que muchas veces favorece en lugar de perjudicar a las empresas excedidas de producción; control de la negociación colectiva con políticas de pactos que reducen la acción sindical al mínimo; precariedad en los contratos individuales de corta duración y muy poco propicios para entusiasmos sindicales; salarios a la baja; sustitución de los puestos de trabajo por actividades informales al margen de la protección de las leyes laborales y lo que ahora parece abundan, empresas sin trabajadores, aparentemente, que los alquilan de las cooperativas a que me referí hace unas semanas o que les son servidos por subcontratistas que, a su vez, sólo aceptan servicios de trabajadores temporales.
La Universidad de Chile me invitó a participar en un seminario sobre estos temas en un Programa de formación de líderes de Organizaciones laborales que se imparte por un ``Centro de Análisis de Políticas Públicas'' del que forma parte el Programa de Relaciones Laborales que dirige Emilio Morgado y ejecuta Francisco Tapia. El enunciado del tema a mi cargo me hizo pensar y repensar si yo podría encontrar o no alguna solución al ``Impacto del ajuste en la acción sindical''. Valió la pena intentarlo. El grupo, relativamente pequeño, alrededor de doce personas, lo componían representantes sindicales integrados en la Organización Regional Interamericana de trabajadores (ORIT), de Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú y Chile, jóvenes los menos y de mediana edad la mayoría, ansiosos de participar y con experiencias singulares de las que dar cuenta.
Fue una charla un poco sobre la marcha que desbordó mi guión previo en la que, en lo esencial, analizamos las bien conocidas causas de la crisis; sus efectos más notables, es decir, inflación y desempleo y las medidas de ajuste. De éstas destacarían la política de control de los salarios; agresión constante al Estado de Bienestar; combate a los déficits estatales mediante el adelgazamiento del Estado y las políticas de privatización; conversión de la seguridad social en fuente de financiamiento para el Estado; flexibilización en las relaciones de trabajo y reformas hechas o por hacer para reducir los derechos laborales. Entre otras muchas. El efecto más impactante: el desempleo, permitiría describir el fenomenal crecimiento de la informalidad y en la misma medida, la disminución de la militancia y de la fuerza sindical.
En la charla colectiva fuimos descubriendo muchas cosas. Entre ellas que la informalidad: vendedores de dulces, chiclets, kleenex, y otros artículos parecidos no es más que un contrato de trabajo a comisión sin seguridad social; que si bien esos trabajadores difícilmente podrían formar sindicatos por lo impreciso (aunque para mí evidente) de su relación laboral, nada impediría sus agrupamientos en organizaciones que defiendan sus evidentes intereses frente a sus proveedores y ante las autoridades municipales. Y como derecho fundamental, el de trabajar. Pero también surgirían alternativas legales para desvirtuar la cancelación aparente de relaciones laborales demostrando que las empresas proveedoras de mano de obra no son otra cosa que intermediarios.
Es claro que las principales medidas de los sindicatos, hacia el interior: democracia en lugar de autoritarismo; liderazgo en lugar de asambleísmo; formación de cuadros mediante capacitaciones intensivas; cambios oportunos en los mandos; unidad sindical y, sobre todo, preservar hacia el exterior la autonomía de las organizaciones frente al Estado y a los grupos empresariales, serán los caminos a recorrer. Si los sindicatos, en cambio, mantienen sus viejas estructuras despóticas; derechos hereditarios de los dirigentes y entreguismo al Estado y a los empresarios, nada tendrán que hacer. De lo que no tengo duda es de que la organización sindical superará sus actuales dificultades. Al menos ya se dan los primeros pasos: tomar conciencia de su situación. Mis amigos nuevos, los dirigentes latinoamericanos que asisten al curso, me lo han demostrado.