1.Ningún cuerpo más distante que el de los muertos.
2. Miguel Angel de la Cueva, actor, falleció la mañana del domingo 5 de mayo. Su agonía fue relativamente corta. En su escueta acta de defunción se lee: ``paro respiratorio''. Punto, es mejor así.
3. Tres semanas antes, el sábado 20 de abril, de la Cueva había ofrecido el que a la postre resultaría su último espectáculo unipersonal. Frente a las dos mil jubilosas y etilizadas almas que colonizaban un nuevo tugurio por los rumbos de la San Rafael, convocó las presencias de cuatro divas operísticas culminando a todo lo que daba con Nina Hagen. Luego, se marchó de copas con sus íntimas. Atestiguó enfebrecido, como siempre el amanecer sonámbulo del domingo. Ese día lo aquejaron los primeros síntomas de una neumonía despiadada. Transcurría la alborada de su cumpleaños número 47.4. No se trataba de la primera vez que el intérprete le endosaba su cuerpo y su narigudo rostro a esas magníficas invenciones de lo femenino. A Miguel Angel siempre le gustó transformarse (personificarse, explicaba él). Su inventario mitológico particular incorporaba (traigo a cuento sin pretender agotar un repertorio desmesurado) a Celia Cruz, Bette Davis, Joan Crawford, María Félix, Dolores del Río, Ima Sumac, Bette Midler, la Sally Bowles de Liza Minelli Cabaret, de Bobo Fosse es punto de referencia obligado para comprender a la generación en la que se inscribió quien también llevara el nombre de Cuauhtémoc, a la propia Liza Minelli, a Maléfica y Carmen Miranda. Como para todas las criaturas de su especie, el punto neurálgico de sus caracterizaciones se ubica en su bárbara capacidad para la metamorfosis. Lo suyo desdeñaba la imitación reverencial; por el contrario, como buen histrión, magnificaba sin eludir la parodia o la caricaturas vuelta homenaje voluntario las personalidades que elegía a partir de una minuciosa captura de gestos y actitudes vueltos, en sus manos, material de laboratorio escénico, pura entomología sagrada. El resto lo conseguía con unas cuantas lentejuelas, un poco de tela de lunares, pedacería de unicel, efectos lumínicos caseros, algunos metros de papel aluminio y, desde luego, cantidades nada desdeñables de make-up. Nada más.
5. Con todo ello, Miguel Angel transitó del foro universitario al comercial, del antro prestigioso al desveladero infame, de la mismísima calle al escenario doméstico. Así se instaló y, en gran medida, invento en México lo que se denomina cultura gay.
6. Pero no sólo eso. De la Cueva coleccionó personajes del teatro clásico español, recreó de modo memorable a Calzonzin el de Rius y se devoró a los habitantes del mundo de Luis Zapata. Carecía de disciplina y de afán cortesano. No aspiraba al triunfo: se negaba a los besamanos oficiales o a las colas ante los despachos burocráticos. Por si fuera poco, se reventaba con aplicación metódica. De ahí que sus intervenciones profesionales se dieran, sobre todo, en los terrenos periféricos del microconsumo. En la experiencia irrepetible, e intransferible, de una madrugada narcótica. Actuaba para pocos.
7. Lo anterior no impidió que apareciera como paisaje en numerosas películas. Por ejemplo, en La reina de la noche formaba parte de la fauna que frecuentaba los desveladeros donde la protagonista de la cinta ripsteniana escandalizaba al prójimo.
8. Como hoy se dice, Miguel Angel se elaboraba sus propias dramaturgias descabelladas, favorecía recuperaciones teatrales dislocadas como la pastorela Pachecas a Belén, que año con año montaba con sus cómplices donde lo dejaran. Además, intentó incursionar para taparle el ojo al macho en la odontología. Sus pacientes pocos, es cierto aún lo recuerdan por sus entretenidos chismorreos y por las reparaciones a las que posteriormente debieron de sujetarse en manos de dentistas menos obsesionados por el show.9. Su archivo conserva centenares de fotografías, entre ellas, muchas elaboradas por Armando Cristeto. En la última serie para la que posó (de mano anónima) aparecía vestido ataviado, habría que precisar con lujos juchitecos. Resplandores y bordados suntuosos enmarcaban un rostro dueño de todos sus recursos expresivos. Su vestuario postrero consistió en una camisa acebrada de seda y una rosa de satín rosa, a lo grande.
10. Clausuro esta apretada relatoría citando a Truman Capote. En Una hermosa criatura (como esas que recreaba Miguel), retrato de Marilyn Monroe, el escritor cierra su texto con estas palabras:11. Por qué todo tuvo que terminar así, Marilyn (Miguel Angel, añado con arbitrariedad)? Por qué la vida tiene que ser tan jodidamente podrida?.