La Jornada 8 de mayo de 1996

Ocuparon militantes zapatistas estaciones de radio en San Cristóbal y Ocosingo

Hermann Bellinghausen, enviado, San Cristóbal de las Casas, Chis., 7 de mayo Son las 8:50 de la mañana y se interrumpe la transmisión del noticiario desde Tuxtla por la XERA de esta ciudad: ``Somos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y venimos por nuestros compañeros. No nos vamos a ir sin ellos''. A partir de entonces, y durante más de una hora, cuatro hombres con el rostro cubierto con paliacate transmiten en vivo su exigencia de que Sebastián Entzin Gómez y Javier Elorriaga Berdegué sean liberados.

Más de 300 indígenas rodearon las oficinas de XERA, ``periodismo joven en radio'', Radio Uno, ``donde se escucha la buena música'', en el centro de esta ciudad. Algunos de ellos tocaron a la puerta: les abrió el portero. Dijeron que venían a tomar la estación, subieron hasta la cabina de transmisiones y tomaron los micrófonos de manera pacífica, según el personal de la estación radial.

Simultáneamente, en la ciudad de Ocosingo la estación XEOCH, encadenada en ese momento a la XERA, era ocupada por simpatizantes del EZLN. De esta manera, se pudieron oír los mensajes zapatistas en un área que abarca casi todo Chiapas, el sur de Tabasco y Veracruz, Oaxaca y el norte de Guatemala.

``Nosotros no vamos a seguir aguantando. Venimos por paz y por nuestros compañeros'', transmite uno de los de rostro cubierto: ``Sentimos nosotros que si no liberan a los compañeros nos veríamos en el infierno, si es que no entienden. Tiene pocos días que venimos nuevamente a esta ciudad de San Cristóbal, pero no por gusto. Si ustedes no quieren luchar, no nos frieguen''.

Piden disculpas al pueblo sancristobalense, por las molestias que esta protesta les ocasiona: ``Nosotros venimos por paz, no venimos armados''.

``Estamos aquí no porque no tengamos trabajo que hacer, o familias que cuidar'', dice la voz que se escucha en miles de hogares en ese momento. ``Quiero hacer una invitación a todos los dirigentes del pueblo que se juntan con el gobierno, que si quieren ser mozos, que no lo sean del rico, que sean mozos del pueblo. Que no luchen por los intereses personales, sino que luchemos juntos por la libertad, la democracia y la justicia, una paz con dignidad que nosotros merecemos''.

Hasta el corazón de la selva Lacandona se oye: ``No nos vamos a retirar, pase lo que pase; nosotros de por sí ya estábamos muertos, muertos de pobreza, de hambre, de enfermedades curables. No vamos a seguir aguantando: sabemos que tenemos la voz y que estamos luchando contra un gobierno represivo''.

A los radioescuchas de la XERA, el indígena tzotzil les dice a aire: ``A ustedes, como pueblo, les decimos que si no quieren que haya hambre, muertes y que se derrame más sangre, exijan también la liberación, ya sea por teléfono, por telegrama, por radio o por protestas''.

Identificándose en todo momento con el EZLN, asegura: ``Está con nosotros también el Frente Zapatista de Liberación Nacional, un organismo que abre los espacios para todos los mexicanos. Ellos tienen los mismos planteamientos. Ahora venimos en paz''. Aclara que no ``no estamos locos'', y que sólo piden la libertad de todos los mexicanos humildes y pobres.``Si nos quieren chingar, nos pueden pegar. Aquí nos tienen en estas oficinas. Pero no vamos a dejar que tengan a los compañeros en la cárcel. Lo que hicieron nada tiene que ver con el delito de conspiración'', agrega.

Enseguida la voz explica lo que entiende por conspiración: ``Quiere decir cuando uno va al extranjero y quiere estar en contra de los mexicanos, que nos vengan a invadir. Esa es una traición. Los terroristas son aquellos que echan bombas, como también los grandes narcotraficantes. Los compañeros presos son sólo luchadores sociales por una causa. Y le dan vergenza al gobierno''.

A escasas seis cuadras de la estación ocupada, sobre la misma calle, esperan estacionados un camión de cinco toneladas lleno de soldados, y un vehículo artillado. Ahí se están todo el rato.

Sigue la transmisión: ``El gobierno está demostrando que políticamente no encuentra cómo zafarse de nuestro movimiento, y la única salida que encuentra es querer bombardear con sus aviones. El quehacer del Ejército Mexicano es ver la seguridad de la nación, que no ataquen las fronteras, pero no bombardear indígenas que luchan por libertad, democracia y justicia''.

En referencia a los países donde ``sienten el dolor que tenemos'', la voz anónima dice: ``Ellos quieren también un cambio cuando nosotros triunfemos. Nuestra lucha es cierta, y sagrada para nosotros''. Anuncia que han recibido mensajes de solidaridad de Italia, Francia, Alemania y Canadá.

Los ocupantes de la radio dicen luchar ``por todos los pueblos, indígenas y no indígenas'', y aseguran que el gobierno sabe que ``a esto viene un chingo de gente''. Después traducen al tzotzil los mensajes y dan lectura a la declaración del subcomandante Marcos sobre la sentencia de Etzin y Elorriaga. Por último, toma el micrófono Amado Avendaño, que lee su artículo de hoy en el diario Expreso, y dice: ``Tengo miedo de que los insurrectos se encabronen y decidan no volver al diálogo de San Andrés, que no avanza''.Después de las 10 de la mañana, los encapuchados abandonan la estación y el plantón en la calle se retira, ordenadamente y en silencio, de regreso al atrio de la catedral, donde se encuentran protestando desde ayer, en espera de que Entzin y Elorriaga, los sentenciados de Cerro Hueco, sean liberados.

Sigue el plantón

Por segunda noche consecutiva, los civiles zapatistas congregados en el centro de San Cristóbal se disponen a amanecer frente a la catedral. Hay luchas (Super Pueblo vs. El Ratón Salinas, armado con su costal de billetes y todas las de la ley para hacer trampa), espontáneas del canto, discursos, serios y burlescos, y una cumbia de encapuchados y encapuchadas para recordar aquello de que, cuando están desesperados, los zapatistas cantan y bailan.

Un orador de pasamontañas dice a los extranjeros y mexicanos que presencan el acto:``Los invitamos a nuestras residencias de tres pisos, y cama de doble colchón, allá en nuestras comunidades. Los invitamos a que vean cómo contamos con todos los servicios y los lujos en nuestros pueblos''. Las risas sólo son más fuertes a la hora del sketch de Super-Pueblo, que vence finalmente al Ratón Salinas, también llamado Chupacabras, y lo obliga a pedir perdón.

Siguen en esta ciudad alrededor de 2 mil campesinos tzeltales y tzotziles, con los rostros abiertos más para distinguirse como zapatistas que para ocultar la cara. Nadie aguanta dos días en público con el rostro amarrado.