Carlos Montemayor

Javier Elorriaga y seguridad nacional

He explicado en otro momento, particularmente en ocasión del ciclo de conferencias Los Compromisos con la Nación, que a lo largo del gobierno del ex presidente Carlos Salinas se fue desarticulando la estructura de seguridad nacional por la conjunción de varios factores, cada uno de ellos quizás nada desdeñable. Pero en 1993 se agregó una innovación desafortunada: se supeditó la interpretación de seguridad nacional a los intereses económicos de un proyecto único. Es decir, no se reconoció como autónoma la lectura de seguridad nacional, no se reconoció su papel como una exigencia prioritaria de la realidad social del país, sino que se le sometió a un plano inferior, se le subordinó a las metas de un proyecto económico internacional.

Una subordinación así sólo es posible cuando la certeza en una idea, en una doctrina, es más fuerte que la lectura cautelosa de la realidad social. Si la doctrina neoliberal o la inserción inmediata de México en el proceso de globalización mundial es la apuesta totalizante y única del gobierno actual, seguridad nacional tiene que resentir dos efectos: primero, subordinarse a ese proyecto (porque de otro modo podría aparecer como una corriente de oposición, como la lectura social contraria al proyecto considerado ``nacional``), o bien, reducirse a un aparato solamente de control político o militar que apoye represivamente la implantación del proyecto.

Creo que seguridad nacional podría ser uno de los contrapesos naturales para medidas gubernamentales desprovistas de un conocimiento social. Seguridad nacional puede generar una útil información de vastos alcances políticos si no se desliga de las condiciones sociales que las acciones económicas producen.

Creer que detrás del EZLN debe haber un grupo manipulador cuya presencia explicará a satisfacción lo que ocurre en Chiapas, es un error de seguridad nacional. Creer que hay que masacrar en Aguas Blancas a 17 campesinos para evitar la posible formación de grupos armados, es un error de seguridad nacional. Creer que es posible reprobar a todos los ciudadanos mexicanos en economía porque no estamos de acuerdo con el modelo económico que el gobierno zedillista está imponiendo, es un error de seguridad nacional. Creer que detrás de todo descontento social hay un grupo que manipula, sin suponer que hay equivocaciones graves en la orientación económica del país, es un error de seguridad nacional.

Errores de seguridad nacional son también los procesos judiciales de José Javier Elorriaga y de Santiago Entzin. La Procuraduría General de la República y la Secretaria de Gobernación han afirmado que la actuación del juez de distrito en Tuxtla Gutiérrez estuvo apegada a derecho. Supongo que ambas dependencias conocen, desde antes de su publicación, el libro Ecos de Cerrohueco, escrito por Javier Elorriaga, donde se da cuenta del absurdo al que puede llevarnos una afirmación como la de que ``se actuó conforme a derecho``. Una sentencia así, que corona un proceso tan arbitrario y aberrante, refleja la incapacidad del Estado para enfrentar con coherencia las exigencias políticas que el EZLN ha elevado a la conciencia de nuestra vida nacional. Esta aberración jurídica es también un grave error de seguridad nacional porque ocurre en un régimen que no ha logrado actuar plenamente ``conforme a derecho`` en Aguas Blancas, en el financiamiento de la campana política en Tabasco, en el juicio de extradición de Mario Ruiz Massieu, en la investigación del caso Colosio o en la cuestionable extradición de Juan García Abrego (por no aumentar la lista con otras inconsistencias ``conforme a derecho`` del presente régimen).

En la medida en que se reduzca el concepto de seguridad nacional a solamente la interpretación policiaca de nuestra vida política, estaremos acercándonos a un Estado no de derecho, sino represivo. Seguridad nacional puede dar una lectura a tiempo de gobernabilidad, de los detonantes de descontento social que no podrán controlarse solamente con cuerpos policiacos o militares. Este tipo de lectura de seguridad nacional es la deseable en una sociedad democrática. Si seguridad nacional se redujera solamente a un instrumento de control al servicio de un grupo en el poder (o peor aún, al servicio de una doctrina económica que sólo significaría el ejercicio de un grupo de poder extranjero), entonces, como lo expliqué hace algunas semanas, estaríamos destrozando el concepto mismo de seguridad nacional y estaríamos a punto de destrozar, aún más, el país que nos queda y que queremos defender.