Algunos sucesos presentados como grises noticias ubicadas en los rincones de las páginas interiores de los diarios, pueden ser a veces el posible anuncio de cambios de gran alcance social en cuanto a impacto y poder transformador de largo plazo. Tal es el caso del examen metropolitano para el acceso al nivel medio superior de los jóvenes que en este ciclo escolar egresarán de la escuela secundaria en la zona metropolitana de la ciudad de México.
Para nadie es un secreto el gran desorden que priva en el sistema educativo nacional. Para comenzar, no existe un sistema en el sentido de un conjunto de componentes armonizados y articulados por leyes ad hoc, políticas y prácticas académicas, coordinadas con objetivos y metas expresamente diseñadas para cumplir determinados propósitos nacionales en el largo plazo; a lo más que podemos aspirar es a adoptar un enfoque sistémico del conjunto de las instituciones, cuando queremos llegar a algunas conclusiones educativas de orden general referidas a la nación. Para ser más justos con los hechos, debería decirse que sin referirme a la extremadamente heterogénea calidad educativa, por todos conocida, existe un cuasi sistema en el nivel primario y secundario del país, pero no así en el resto de las instituciones de educación de nivel media superior y nivel superior.
El examen metropolitano que en los próximos días será llevado a cabo para distribuir a los demandantes del nivel medio superior en las instituciones de ese nivel en la zona metropolitana, es acaso un pequeño pero muy significativo y prometedor paso para la organización y la calidad futuras, tanto del nivel de educación media (la llamada secundaria), como quizá de las instituciones de nivel medio superior (el bachillerato).
En primer lugar es de destacarse que los alumnos egresados de secundaria harán un solo trámite y un solo pago. En su solicitud podrán señalar hasta 30 diferentes opciones del nivel medio superior, de un conjunto que abarca todo tipo de instituciones de ese nivel: bachilleratos propedéuticos (como el de la UNAM, el Colegio de Bachilleres y tantos otros), o bachillerato terminal con opciones técnicas, del que existen variedades diversas. Los dos factores que determinarán la institución a la que cada aspirante ingrese, serán el orden de su propia selección de la instituciones escogidas y su rendimiento o calificación en el examen de admisión (regla universal en cuestiones académicas). En el caso de la UNAM, además, de acuerdo con sus reglamentos, haber obtenido un promedio al menos de siete en la secundaria.
La comisión interinstitucional metropolitana, para cuestiones de admisión a los bachilleratos, que tiene unos quince años de operar, y en el seno de la cual se han coordinado formas, exámenes y calendarios para procesar las inscripciones correspondientes, ha llegado por fin a establecer un solo examen, que en adelante debería extenderse hasta volverse un examen nacional, y extenderse también para llevarlo al paso del nivel medio superior al superior. Estos pasos serían eslabones decisivos del camino indispensable para crear un sistema real de educación superior.
El impacto académico más notable a mediano plazo, es que ahora el conjunto de las escuelas secundarias de la zona metropolitana deberá asumir con plena conciencia que su responsabilidad consiste en preparar a los alumnos para hacerlos capaces de aprobar ese que es hoy el único examen de admisión al siguiente nivel educativo. El examen único, que operará el Centro Nacional de Evaluación (Ceneval) del que, entre otras instituciones, la UNAM es fundadora, será en adelante una guía centralmente clave para que las escuelas secundarias dispongan todos los factores educativos necesarios (planes de estudio, nivel de los profesores, enfoque de la enseñanza, laboratorios y prácticas, hábitos de estudio), a efecto de que sus egresados tengan éxito al enfrentar el examen de admisión al bachillerato. En gran medida, el futuro de cada escuela secundaria dependerá de la evaluación que pueda hacerse de cada una, y cuya medida fundamental será el éxito o el fracaso de sus egresados frente al examen único. La tensión intelectual y académica, creada por el examen, operará en sentido positivo.
De otra parte, tómese en cuenta el significado de que haya en el país 302 planes de estudio diferentes de bachillerato. No hay que dudarlo mucho: es una aberración, producto de la enorme descoordinación educativa en este nivel y del grave grado de endeudamiento en el que se hallan. El examen único en la zona metropolitana, presionará a favor de la revisión de los planes del bachillerato, si es que ese examen ha de tener (como forzosamente debería tenerla), alguna relación con esos sus propios planes. Habrá, por tanto, también un impacto benéfico, por lo pronto en las instituciones de nivel medio superior de la ciudad de México.
La UNAM tiene varios lustros trabajando los contenidos y forma del que hasta el año anterior era su examen de admisión al bachillerato, lo cual le permitió validarlo enteramente desde el punto de vista técnico pedagógico. No es extraño, por tanto, que algo más del 80 por ciento de los contenidos del examen de nuestra máxima casa de estudios sea ahora el contenido del examen único metropolitano. Sin ser noticia espectacular, estamos frente al posible inicio de un cambio estructural que, en verdad, es de festejar: champán para todos.