Quién sabe por qué, pero desde aquí, desde Cambridge USA, se ve todo bastante claro. Superbarrio me lo ha comentado en cada momento de este viaje de campaña en Harvard, donde se presentará a conocer el ``alma mater'' de Salinas y donde inaugurará un curso especial sobre ``Desastres económicos provocados por la integración neoliberal'', dentro de su campaña por la Presidencia de Estados Unidos.
México sigue viviendo, sin lugar a dudas, un tiempo de reformas. Sin embargo, la característica fundamental de éstas es la falta de consenso, así como ser conducidas desde una visión autoritaria para reforzar el proyecto económico y político implantado desde 1988 por Carlos Salinas. A este proceso muchos le han llamado ``reforma del Estado''.
La mesa central de Barcelona no fue central, porque las reformas económicas, a la política social y al nuevo sistema judicial no fueron hechas en esta mesa con el PRD, PT y PRI como interlocutores. Las reformas sustanciales al Estado mexicano se han hecho en otras ``mesas'', quizás muy lejanas a la frontera mexicana, pero con los más influyentes interlocutores del gobierno: los acreedores y socios, en el nuevo marco de la globalización económica.
Para estas reformas, el PRI es un interlocutor atado a la vieja estructura del poder, mientras que el PAN es un interlocutor directo de los nuevos intereses, que contribuye a hacer ``mayoría constitucional'' con el PRI, para romper los candados legales para la reforma y ajustar la Constitución a las nuevas condiciones impuestas desde el exterior.
La reforma electoral impulsada por el PRD y que hoy es tema de debate, no podrá ser juzgada con toda objetividad hasta que ésta sea presentada con sus respectivas iniciativas de reforma legal. No obstante, esta reforma es en sí misma una parcialidad, frente al tamaño e implicaciones que representan las reformas económicas, judiciales y sociales, para con las cuales el PRD no es reconocido como interlocutor y no ha sido tampoco un opositor fuerte que haya movilizado sus recursos contra estas reformas. En el caso de éstas el PRD resistió, pero no consideró parte de su actividad central la movilización alternativa y en contra.
Hay reformas acordadas en Barcelona que no pueden votarse en contra, como la elección del gobernador del Distrito Federal, pero hay muchas otras que vendrán acompañadas de candados y trampas, como el caso del referéndum o los espacios en los medios de comunicación, donde el PRI y el gobierno desean convertir estas formas electivas en otros monumentos inutilizables o en candados para sus propias reformas constitucionales; en relación a los medios de comunicación, el gobierno y el PRI se siguen asignando como capital propio los espacios, y para ello se mantiene la alianza con los grandes monopolios, como surgió en el debate entre Pablo Gómez y TV Azteca.
Para el PRD es el momento de romper su propio cascarón y la camisa de fuerza que nos pusimos en el III Congreso Nacional. Es el momento de reorientar la visión de reforma y centrarla en los aspectos que hoy afectan no sólo a la democracia, sino a la soberanía y a la existencia misma como nación independiente. Es el momento para acabar con la simulación que vive el país entero por la intervención y el entreguismo.
Este es el momento para que respondamos, porque hasta hoy al gobierno integrado y a los intereses del exterior les ha resultado sumamente barato imponer estas condiciones, sin mayor resistencia nacional.