Alberto Palacios
Chernobil, diez años después/II

Se calcula que ocurrirán 670 casos más cáncer papilar de tiroides hasta el año 2010, como efecto del accidente nuclear de Chernobil, así como dos de cada mil aberraciones genéticas. No ha crecido la incidencia de leucemias ni se han atestiguado defectos de nacimiento hasta ahora. Pero la población sigue indignada, aprehensiva, con el estupor irreparable del desastre. Si el entonces gobierno soviético hubiera provisto información, confianza y asistencia médica escalonada, el impacto habría sido seguramente menor. La culpa no fue de los técnicos con su imprecisión y su torpeza, sino de una cúpula gubernamental disociada de su pueblo, ausente hasta en la tragedia, incapaz de responder a las demandas ingentes de sus ciudadanos.

Hace unos días leí en este diario la nota inquietante de que la planta de Laguna Verde en Veracruz es una réplica insegura y volátil de Chernobil. Más que preocuparme por la presunta incompetencia de nuestros ingenieros nucleares que dudo mucho, inquieta la desinformación que padecemos. El accidente nuclear de Chernobyl, como el de la Isla de las Tres Millas, 17 años atrás, no pueden repetirse. La energía nuclear es un recurso de extraordinario potencial para nuestro país, si todos lo mantenemos bajo control. Los reactores de Laguna Verde sólo estarán seguros hoy y en los próximos diez años si nos anticipamos y exigimos como ciudadanos su confiabilidad.