Día del trabajo, sin trabajadores
El principio del fin de la unidad oficial
Frente al Congreso del Trabajo (CT) no hubo marcha del 1o. de mayo. No aparecieron pancartas ni reclamos salariales. No se dieron gritos para demandar un cambio en la política económica o para acelerar la creación de empleos, para restituir el poder adquisitivo del ingreso. Pareció un Día del Trabajo sin trabajadores. Un Día del Trabajo celebrado entre el viejo sindicalismo, entre los caciques y el gobierno.
Y es que los obreros llevados al acto oficial del Día del Trabajo parecían una clase laboral aparte, venida de quién sabe dónde, ordenada, sometida, elogiadora del presidente. Primero de mayo que dejó ver que el sindicalismo oficial mexicano parece no representar ya a nadie.
Si acaso parecieron terrenales los acarreados al CT, cuando de manera tenue, casi clandestina, silbaron al paso del presidente Ernesto Zedillo y abuchearon a Rafael Rivapalacio Pontones, presidente del CT, cuando éste hablaba de un sindicalismo renovado, dirigido a una nueva relación con el gobierno y los empresarios.
Conmemoración oficial del 1o. de mayo, en donde los trabajadores ya no marchan, ya no se expresan, ya no reclaman ni agitan mantas, ni agradecen o repudian la política salarial. Conmemoración en la que los obreros parecen confiar tanto en sus líderes, que ya ni siquiera asisten al más importante acto laboral. Al Día del Trabajo.
En cambio, cumplidores, elegantes, impecables, los viejos dirigentes obreros no olvidan el 1o. de mayo. Los Velázquez, los Rivapalacio, los Rodríguez Alcaine, los Valdés Romo... Los viejos dirigentes obreros llegaron a la sede del CT en sus lujosos automóviles, rodeados de séquitos de guaruras, de ujieres, de choferes. Eran la muestra viviente de que las crisis, las repetidas crisis económicas afectan sólo a los obreros, no a sus representantes.
Y es que en realidad, el acto oficial del Día del Trabajo fue una ceremonia escenográfica. Para la foto y para el video, para los discursos y los elogios mutuos. Para mostrar a quién sabe quién, que los dirigentes obreros, los más importantes caciques del sindicalismo, están con Ernesto Zedillo, mientras que no lejos de allí, los representados, los obreros, sí marcharon, sí se expresaron, sí cuestionaron.
Desde la noche previa al 1o. de mayo estrictas medidas de seguridad en los alrededores de la sede del Congreso del Trabajo. Un verdadero contingente, el más numeroso del acto oficial, de policías, elementos del Estado Mayor, judiciales, militares camuflageados. A las 6:00 horas de ayer, acordonamiento del recinto, sobrevigilancia, cateo uno a uno de quienes se acercaban al lugar.
En la explanada frontal del CT, desde temprano, fueron acomodados petroleros y ferrocarrileros, además de un contingente de la CROC. Más que obreros, los lugares cercanos al presídium, desde donde serían pronunciados los discursos, fueron ocupados por esa clase privilegiada, la burocracia sindical. Allí, entreverados, policías y elogiadores profesionales, que arengaban de tanto en tanto.
Más atrás, en Flores Magón, algunos contingentes del sindicalismo oficial. Uno, quizá 2 mil trabajadores, somnolientos, apáticos, ausentes, tocados con gorras de sus respectivos sindicatos, ataviados con uniformes viejos, pasaban lista, antes y después del acto. El viejo corporativismo que en esta ocasión ni siquiera alcanzó a colocar bocinas para que en la misma cuadra de Flores Magón se escucharan los mensajes de sus líderes, del presidente.
Luego, los discursos. Héctor Valdés Romo, de la FSTSE, trastabillante en su oratoria, reconoció la difícil situación de los obreros, su deteriorado poder adquisitivo, la desesperación en la que viven millones. Luego cuestionó el liderazgo del sindicalismo. Nada más. Mario Moreno Carbajal, de la CROC, habló de todo, de los obreros, de su situación difícil, de quienes quieren dividir al sindicalismo, del Partido Acción Nacional... Pero terminó aplaudiendo al gobierno de Ernesto Zedillo.Los escasos contingentes no se enteraron de lo que pasó en el presídium, de lo que dijeron sus líderes, pero algunos escucharon, a lo lejos, a Manuel Cadena Morales y a Rafael Rivapalacio Pontones, de la CTM y del CT, respectivamente. En los dos casos, el mismo esquema. Están mal los trabajadores, pero apoyan a Ernesto Zedillo. Por eso, acaso por eso, Rivapalacio Pontones se llevó un abucheo que pronto fue acallado por los aplaudidores de oficio.Y si al llegar el presidente Zedillo a la explanada del CT se escucharon silbidos, al salir, concluido el acto, terminados los discursos, captadas las imágenes y grabadas las voces, el Ejecutivo salió enmedio de una ruidosa disputa de consignas: ``Petroleros con Zedillo!'', ``Petroleros con Zedillo!'', gritaban unos. ``Rieleros con Zedillo!'', ``Rieleros con Zedillo!'', contestaban otros. Y de pronto, ya en la chacota, petroleros y ferrocarrileros dejaron escapar repetidos ``uuuleros con Zedillo!'', ``uuuleros con Zedillo!''.Desalojada la plaza Primero de Mayo, del Congreso del Trabajo, quedó a la vista el lema que identifica a ese escenario. Otrora forjadas en hierro, sólo permanecen algunas letras del lema Plaza Primero de Mayo. Y para subsanar el deterioro, no fueron repuestas las letras, sino dibujadas con pintura negra.
Otra historia se vivió en el Zócalo, donde sí hubo trabajadores, donde sí se criticó.